Observador Vaticano pide no acostumbrarse a los naufragios de inmigrantes

El observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, Mons. Tomasi, en una entrevista indica cómo Europa enfrenta la tragedia que se vive en el Mediterráneo

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Inmigrantes muertos en el mar en esas barcas que, en lugar de haber sido una vía de esperanza han sido una vía de muerte. Así titulaba un periódico. ‘Desde que supe esta noticia hace algunas semanasesta, desgraciadamente tantas veces repetida, mi pensamiento ha vuelto sobre ella continuamente, como a una espina en el corazón que causa dolor. Y entonces sentí que tenía que venir hoy aquí a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias para que lo que ha sucedido no se repita. Que no se repita, por favor’.

Ha pasado ya más de un año desde que el santo padre Francisco pronunció estas palabras en Lampedusa, ante el drama de los naufragios de los embarcaciones en las que viajaban inmigrantes procedentes de África. Un drama que aún hoy se sigue viviendo y el número de inmigrantes que pierden la vida en el mediterráneo continua aumentando.

La Comisión Europea ha indicado que no es posible dar más ayudas al gobierno italiano para afrontar los desembarques. Al respecto, monseñor Silvano María Tomasi, observador permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas en Ginebra, ha recién precisado en una entrevista a Radio Vaticano que se calcula que entre el 2000 y el 2013 unos 23 mil inmigrantes han muerto intentado alcanzar los puntos de entrada en Europa: Grecia, Lampedusa, Canarias y España.

«La globalización de la indiferencia debe ser vencida delante de esta tragedia europea. Y no conocemos las víctimas anónimas no contadas por los organismos de control y seguimiento de las fronteras. Existe el riesgo de acostumbrarse a las noticias de estos barcos que arrastran bajo el agua personas y familias con niños que habían invertido todo para buscar una vida digna», advierte el prelado.

Asimismo recuerda que la solidaridad no puede ser solo una teoría. Y así, explica que «ante la evidencia de la necesidad de mano de obra y de fortalecimiento demográfico que los países europeos tienen que mantener una economía eficiente e influencia política, hacer de los inmigrantes el chivo expiatorio de las frustraciones sociales y manipularlos para objetivos electorales se convierte en una estrategia, un mecanismo poco honesto que promueve el miedo hacia el otro y el prejuicio. El resultado es la reducción del inmigrante a persona de segunda clase».

Respondiendo sobre qué respuestas debe dar lo antes posible la comunidad internacional, monseñor Tomasi afirma que el primer paso es la «aplicación coherente de las reglas ya acordadas» y «el respeto de los instrumentos de protección en vigor», y también para los países ricos, «la aceptación de la Convención Internacional sobre Protección de los Trabajadores Migrantes y sus Familias aprobada por las Naciones Unidas en 1990 y que entró en vigor algunos años más tarde».

Asimismo, afirma que le parece un paso en la dirección justa la decisión del Alto Comisario de las Naciones Unidas para los Refugiados afrontar el próximo diciembre en su «Diálogo internacional», la cuestión de la protección en el mar. Ya que, prosigue, «el Mediterráneo no es el único lugar de tragedias de inmigración».

Para una gestión eficaz del complejo sistema migratorio en el Mediterráneo, sería necesario que Europa vaya a la raíz del problema y tome «medidas más razonables que permitan a los inmigrantes venir a Europa legalmente y de forma ordenada, para quien lo necesite», concluye el prelado.

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ZENIT Staff

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