Oficial italiano salvó a 300 judíos del exterminio a petición de Pío XII

La instancia le fue presentada por un sacerdote al servicio de la Santa Sede

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ROMA, 12 noviembre 2001 (ZENIT.org).- Leonardo Marinelli, un oficial italiano de la Guardia de Finanzas, se prodigó en septiembre de 1943 para salvar a 300 judíos de la persecución nazi.

La obra de salvamento fue llevada a cabo gracias a la intervención del padre Giuseppe Carrozzi, un sacerdote italiano que, según la documentación de archivo recogida por el teniente Riccardo Chieco y el coronel Luciano Carta, «estaba destinado por el Papa a la asistencia a los judíos yugoslavos».

El teniente Chieco ha contado a Zenit que «durante más de 50 años su gesto permaneció como un secreto. Casi un acto debido, dictado por su conciencia y su grandísimo sentido de humanidad. Algo había contado sólo a sus dos hijos. Sostenía que tenía las pruebas de que Pío XII había ayudado a los judíos pero no fue nunca generoso en detalles».

La historia ha vuelto a salir a la luz cuando, en 1999, Marialuisa Marinelli, hija del oficial, encontró el diario en el que su padre, de manera diligente, anotó no sólo todos los borrascosos asuntos ligados a la situación política italiana sino también lo que sucedía en las fronteras del país.

«La importancia de este diario para el asunto de las relaciones entre los judíos y Pío XII durante la persecución –sostiene el coronel Chieco–, se vio inmediatamente como algo evidente, hasta el punto de que una copia del diario está custodiada por el centro de Documentación Judía de Milán».

Se lee en el diario, en fecha 12 de septiembre de 1943: «Hacia las 10 se presenta un sacerdote: es el párroco del Aprica. Dice haber sido encargado por la Santa Sede de proteger a los judíos yugoslavos internados en el Aprica. Me pide permitir el paso a Suiza a aquellos infelices. Consiento con gusto. Del resto, desde el 8 de septiembre mis guardias han dejado pasar a todos aquellos que han querido: tal vez han llevado incluso el bagaje de los fugitivos. Muchos prisioneros de guerra británicos han pasado así a Suiza».

Entre los 300 judíos que el padre Giuseppe recomendó y que pudieron pasar gracias a la vista gorda del capitán Marinelli se encontraban también mujeres, niños, el rabino de Sarajevo y la condesa Horn de Viena.

Marinelli arriesgó mucho porque había recibido precisas instrucciones de oficiales alemanes sobre la manera en que se debían llevar a cabo los servicios de frontera. En especial había sido prescrita la máxima vigilancia para evitar expatriaciones de judíos, prisioneros de guerra y tropas italianas. El entonces capitán Marinelli desobedeció a los alemanes y respondió sólo a su conciencia.

El asunto reviste una cierta importancia también porque confirma en la figura del padre Giuseppe Carrozi el empeño directo de Pío XII en la defensa y protección de los judíos.

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ZENIT Staff

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