Olegario González de Cardedal, “Premio Ratzinger”

Por Marta Lago

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CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 2 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Al recibir el “Premio Ratzinger” se agolpan los recuerdos, con precisión y orden, en el profesor Olegario González de Cardedal —prefiere que le llamen afectuosamente don Olegario—. No oculta su emoción y describe su labor teológica —y pedagógica— con  la imagen de un herrero en su fragua y yunque, forjando el metal noche y día.

Don Olegario ha llevado la teología a los lugares donde pudiera tener un lugar digno, sea la televisión, la prensa nacional, la Real academia española de ciencias morales y políticas y, por supuesto, en primer lugar la universidad.

Castellano nacido en Ávila, se enorgullece de su procedencia rural, mundo abierto –apunta conversando en esta entrevista concedida a Marta Lago en “L’Osservatore Romano”– de alta montaña y colinas. Ha forjado medio centenar de términos para poder decir en  lengua española –precisa y moderna– cuanto ha cincelado la mejor teología y lo que otras teologías europeas han dicho. Con el Premio Ratzinger, en su opinión, también se ha dignificado el castellano. De ahí que, en este sentido, brinde el galardón a España y —añade— “a esa generación de sociedad, de Iglesia y de teología que hicieron del Concilio Vaticano II el punto de arranque y fuente nutricia para una nueva Iglesia y una sociedad libre, moderna y reconciliada”.

–¿Con qué espíritu recibe el “Premio Ratzinger”?

–Olegario González de Cardedal:Creo que es el reconocimiento a una forma de vida entregada plenamente a la teología en la Iglesia y en la cultura pública. No he hecho otra cosa que, como sacerdote, ser teólogo, pero en  esa complejidad de lo que es la teología en la universidad, en la Iglesia y en la sociedad.

–Casi se podría decir que el premio no es un punto de llegada, sino de partida. Una llamada amplia al compromiso en el quehacer teológico.

–Olegario González de Cardedal: El sentido del premio es valorar y apoyar ese tipo de servicio a la Iglesia. Y por tanto a la vez que se realiza un elogio y un premio, se propone una responsabilidad y se hace una incitación.

–¿Cómo se concreta esa incitación? ¿Qué pasos debe dar la teología en la realidad contemporánea?

–Olegario González de Cardedal: En primer lugar, el cultivo riguroso de las instituciones donde se hace esta ciencia; en segundo lugar, la entrega personal —a fondo perdido— a ellas; en tercer lugar, una sensibilidad histórica de diálogo y de comunicación con el pensamiento contemporáneo: relación Evangelio-ilustración; fe-cultura; esperanza cristiana-esperanzas históricas.

–Le definen como gran teólogo y hombre de cultura, punto de referencia en España. ¿Como se articula este diálogo que aúna en su persona?

–Olegario González de Cardedal: Eso que parece tan peculiar siempre fue constitutivo de la mejor teología. San Agustín piensa con toda la cultura retórica latina y el pensamiento griego; santo Tomás piensa con la mejor tradición espiritual y teológica y la filosofía de Aristóteles; Newman piensa con la tradición espiritual anglicana y la filosofía del positivismo de su tiempo; Rahner y Balthasar piensan con la teología en el cristianismo y todo el pensamiento europeo. Sólo hay verdadera teología cuando se es un hombre de una racionalidad históricamente constituida y de una fe eclesialmente constituida. Y éstas son inseparables. Porque el hombre que cree es el hombre que piensa, y el hombre que piensa es el hombre que tiene que creer.

–Olegario González de Cardedal: La teología es la razón en camino hacia la fe y la fe en camino hacia la razón. Los dos trayectos, de ida y vuelta, son inseparables. En una inteligencia que busca la fe, y es una fe que, una vez adquirida, penetra en sus contenidos, busca su fundamentación y deduce sus consecuencias.

–¿Qué obstáculos observa hoy a esta razonabilidad de la teología?

–Olegario González de Cardedal: Si tuviera que sugerir dos amenazas globales —no sólo para la teología, sino también para la Iglesia, la fe, la cultura—, distinguiría por un lado un fundamentalismo integrista que no accede a abrir los ojos a lo que la razón moderna compleja ha aportado de positivo y de negativo también. Y por otro lado un racionalismo positivista que reduce la razón a aquella forma de racionalidad técnica, científica, cuantitativa, como si ese fuera el criterio supremo de la verdadera razón. Hay múltiples ejercitaciones de la razón: filosófica, poética, científica, religiosa y metafísica. Ese amplio mundo es el que plasma la complejidad de las certidumbres y de las esperanzas de la vida humana. El positivismo racionalista es una secesión y una decapitación de la compleja racionalidad a la que estamos convocados.

–¿Se necesita una teología más cercana, más accesible?

–Olegario González de Cardedal: La teología se ejerce en distintos niveles. Existe una ejercitación teórica, técnica, científica, rigurosa, de fuentes, textos, métodos y hermenéuticas que se ejerce en la universidad. Y eso tiene que contar con todo el rigor crítico, metodológico y de estilo que se exige a las demás ciencias. Existe un segundo nivel que es de transmisión de grandes percepciones, valores, verdades, a la gran generalidad de la Iglesia. Y en tercer lugar, una transmisión más pedagógica, didáctica, en pequeños grupos, asociaciones, parroquias y movimientos. Esto hay que diferenciarlo y ejercitarlo, y preparar personas para que lo lleven a cabo cada una en su nivel. A veces el gran catedrático carece de esa capacidad pedagógica de transmisión, y viceversa. Distinguir para unir también es aquí un criterio esencial.

–Tres niveles; ¿afrontan algún reto?

–Olegario González de Cardedal: Existe y debe existir una especie de retroalimentación. Sólo con el primer nivel nos quedaríamos en un conceptualismo, tecnicismo, positivismo puro. Sólo con el segundo nivel nos limitaríamos a una pura ejercitación piadosa. Y en un único tercer nivel se reduciría la teología a una mera función social y cultural. Hay una retroalimentación. Por ejemplo, ante la tentación del positivismo, conceptualismo y cientificismo, la experiencia vivida de Iglesia, de fe, de testimonio, de Evangelio en el tercer nivel va a repercutir para preguntar al primer nivel en qué medida es Evangelio lo que están haciendo. A la vez, hay que proveer al tercer nivel para que no sucumba a la magia, a la política, al fundamentalismo, al simple vivencialismo de la fe.

–¿Algún apunte sobre el futuro inmediato de la teología?

–Olegario González de Cardedal: Dejémoslo en las manos de Dios y en el empeño e ilusión que los hombres debemos poner en ella.

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ZENIT Staff

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