Otro testigo del martirio de José Sánchez del Río, fundador de una confraternidad sacerdotal

ZAMORA, miércoles, 7 julio 2004 (ZENIT.org).- El Papa Juan Pablo ll beatificará, en fecha aún no conocida pero que podría coincidir con el Congreso Eucarístico Internacional de Guadalajara, al adolescente mártir de Sahuayo, José Luis Sánchez del Río.

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Nacido en esta localidad mexicana de Michoacán, el 28 de marzo de 1913, hijo de Macario Sánchez y de María del Río, José fue asesinado a los 14 años de edad, el 10 de febrero de 1928, durante la persecución religiosa de México por pertenecer a «los cristeros», grupo numerosísismo de católicos mexicanos levantados en contra la opresión del régimen de Plutarco Elías Calles.

Un año antes de su martirio, José se unió a las fuerzas «cristeras» del general Prudencio Mendoza, enclavadas en el pueblo de Cotija, Michoacán.

El siervo de Dios José Luis Sánchez del Río derramó su sangre sin abjurar nunca de la primacía de Cristo como Rey del Universo, no obstante la soldadesca lo instara a hacerlo.

Habiéndole desollado los pies lo hicieron caminar por las calles de su pueblo hasta el camposanto, donde le apuñalaron y mataron a balazos.

El martirio fue presenciado (Cf. Zenit, 22 de junio de 2004) por el entonces niños de apenas siete años, Marcial Maciel, futuro fundador de los Legionarios de Cristo, quien ha señalado en el libro entrevista «Mi Vida es Cristo»lo decisivo que fue este martirio para su vocación.

Además, existe el testimonio de otro futuro fundador, a la sazón con nueve años de edad: Enrique Amezcua Medina, después sacerdote y fundador de la Confraternidad Sacerdotal de los Operarios del Reino de Cristo, hoy con casas de formación tanto en México como en España y presencia en varios países del mundo.

En la biografía de la Confraternidad que él mismo fundara, el padre Amezcua narra su encuentro –que siempre consideró providencial– con José Luis Sánchez del Río.

Según comenta en ese testimonial, haberse cruzado con el niño mártir de Sahuayo –a quien le pidió seguirlo en su camino, pero que, viéndolo tan pequeño le dijo: «Tú harás cosas que yo no podré llegar a hacer»–, determinó su entrada al sacerdocio.

Más tarde, al seminario de formación de los Operarios en Salvatierra, Guanajuato lo bautizó como Seminario de Cristo Rey y su internado se llamó «José Luis», en honor a la memoria de este futuro beato mexicano.

Los restos mortales del próximo beato descansan en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en su pueblo natal.

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ZENIT Staff

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