I Jornada Mundial de los Pobres, 18 de noviembre de 2017 © Vatican Media

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P. Antonio Rivero: «Alegría y caridad solidaria van siempre juntas»

Comentario litúrgico para el III Domingo de Adviento

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TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

Ciclo C

Textos: Sof 3, 14-18; Flp 4, 4-7; Lc 3, 10-18

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Idea principal: La alegría a la que Dios nos invita exige unas consecuencias morales bien concretas, sobre todo en el campo de la caridad y justicia.

Síntesis del mensaje: Hoy, domingo 3 de Adviento, es el domingo de gaudete (“Regocijaos”), pues así inicia la estrofa de la misa de hoy, tomada de la carta de san Pablo a los Filipenses 4, 4. En medio de nuestro camino de austeridad y penitencia, hacemos un alto, como el domingo 4 de laetare (“Alegraos”) en la Cuaresma, por la cercanía de la venida del Señor. Alegría, sí, pero con un programa muy exigente en el campo de la actuación moral y social.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, nuestro mundo de hoy, mirándolo con mirada superficial, no está como para alegrarnos. Basta leer la exhortación del Papa Francisco Evangelii gaudium y su encíclica Laudato si’. Resumiendo, los mil problemas que nuestra sociedad afronta: Economía de la exclusión, idolatría del dinero, inequidad que genera violencia, acedia egoísta, pesimismo estéril, mundanidad espiritual, guerras, contaminación y cambio climático, pérdida de la biodiversidad, deterioro y degradación social, inequidad planetaria, corrupción, injusticias, etc. Y otras lacras que nos entristecen: la aprobación de leyes terribles que atentan contra la ley de Dios y contra la dignidad de la persona humana: la ley del aborto y la eutanasia, la aprobación del matrimonio del mismo sexo, la ideología del género y demás “avances” de esta dictadura del relativismo, permisivismo, hedonismo. Y no digamos ya los escándalos de algunos clérigos de la Iglesia, la falta de vocaciones para la vida sacerdotal y religiosa. Entonces, ¿cómo es que Dios nos invita a alegrarnos?

En segundo lugar, también nosotros preguntamos como los que escuchaban a Juan Bautista en el evangelio de hoy: ¿qué debemos hacer? La alegría a la que Dios nos invita no es una alegría desangelada y etérea. No. Exige compromiso moral y social. No podemos llegar a la Navidad de cualquier modo, con nuestras mañas y costumbres desviadas e impropias de un seguidor de Cristo. San Juan Bautista pidió en ese tiempo: caridad y repartición de bienes y riquezas con los necesitados, justicia conmutativa, distributiva y social, y honradez por encima de todo. ¿Le habrán entendido? ¿Le habrán hecho caso? Y hoy, ¿qué nos diría el Bautista? ¿Qué diría a los que pagan los impuestos, a los que escamoten los impuestos y los que engordan con los impuestos? No sé si a estas alturas uno tiene que decir que pagar impuestos al Estado es de justicia distributiva y quehacer de conciencia cristiana porque eso es contribuir a las cargas comunes para el bien común. Los impuestos, para ser justos, tienen que ser proporcionales al capital de cada uno. Los bienes salidos de los bolsillos ciudadanos tienen que regresar en bienes sociales para los mismos ciudadanos: educación escolar, servicios médicos y puestos de trabajo. ¡Cuántas veces nuestros impuestos van a parar a parlamentarios ausentes o a escándalos festivaleros de autonomías o a despilfarros para programas de televisión, cenas pantagruélicas en barco por París, a aviones privados de líderes políticos para hacer sus viajes de negocios o de placer, que todo tiene que ser dicho!

Finalmente, desde la moral social y cristiana hay que decir lo siguiente: el ciudadano está hoy en su derecho ético de torear a los impuestos con las mejores manoletinas que sepa, pero sin pasarse de “el precio justo” y sin olvidar, eso siempre, -siguiendo el lenguaje taurino- que el morlaco administrativo puede, de una embestida trapera, enviarle a los tendidos de sangre y sol. Es justa la ley que mira el bien común, porque, si mira al bien de particulares, es injusta y, si injusta, mala y, si mala, no obliga. Este evangelio de hoy nos va a todos: a ti, a mí y a Dios. Y así las demás cosas de la policía y orden público: detenciones, sí, pero torturas, nunca; justicia, sí, pero a base de hechos comprobados y no de sospechas fundadas; cárcel, sí, o sea privación de libertad, pero no de trato humano. Y después, cumplida la condena, y hay garantías de enmienda, libertad y a la calle. Si hay que ir a la huelga, que sea lo que tiene que ser, laboral, y no política, sin piquetes ni informativos, que serían coactivos, intimidantes, dictatoriales y a sueldo. Sólo si hacemos esto, tendremos la alegría profunda del corazón a la que nos invita Dios en este domingo, porque se acerca el auténtico Libertador de esas lacras morales y sociales.

Para reflexionar: ¿Cómo trato a mis hermanos pobres y necesitados? ¿Cómo estoy viviendo mis deberes como ciudadano? ¿Tengo la conciencia tranquila a este respecto? ¿Dónde radica mi alegría, cuál es su fuente?

Para rezar: Con el salmo 42, quiero rezar:

Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan
hasta tu monte santo, hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría.

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org

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Antonio Rivero

El padre Antonio Rivero nació en Ávila (España) en 1956. Entró a la congregación de los Legionarios de Cristo en 1968 en Santander (España). Se ordenó de sacerdote en Roma en la Navidad de 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y en Teología por la Universidad de santo Tomás también en Roma. Es doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) donde defendió su tesis el 16 abril del año 2013 sobre la dirección espiritual en san Juan de Ávila, obteniendo “Summa cum laude”. Realizó su ministerio sacerdotal como formador y profesor de Humanidades clásicas en el seminario en México y España. Fue vicario parroquial en la ciudad de Buenos Aires durante doce años. Durante diez años fue director espiritual y profesor de teología y oratoria en el Seminario María Mater Ecclesiae en são Paulo (Brasil), formando futuros sacerdotes diocesanos. Actualmente es profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social. Ha publicado catorce libros: Jesucristo, Historia de la Iglesia, Los diez mandamientos, Breve catequesis y compendio de liturgia, El tesoro de la Eucaristía, El arte de la predicación sagrada, La Santísima Virgen, Creo en la Vida eterna, Curso de Biblia para laicos, Personajes de la Pasión, G.P.S (Guía Para Santidad, síntesis de espiritualidad católica), Comentario a la liturgia dominical ciclo A, Comentario a la liturgia dominical ciclo B, Comentario a la liturgia dominical ciclo C. Ha grabado más de 200 CDs de formación. Da conferencias en Estados Unidos sobre pastoral familiar, formación católica y juventud. Y finalmente imparte retiros y cursos de formación a religiosas, seminaristas y sacerdotes diocesanos en México, Centroamérica y donde le invitan.

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