Palabras de Benedicto XVI al concluir el Vía Crucis en el Coliseo

ROMA, viernes, 14 abril 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la trascripción realizada por Zenit de las palabras que pronunció Benedicto XVI al concluir el Vía Crucis que se celebró en la noche de este Viernes Santo en el Coliseo.

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Queridos hermanos y hermanas:
Hemos acompañado a Jesús en el Vía Crucis. Le hemos acompañado aquí, en la calle de los mártires, en el Coliseo, donde muchos sufrieron por Cristo, dieron la vida por el Señor, y de este modo el Señor ha sufrido de nuevo en tantas personas.

De este modo, hemos comprendido que el Vía Crucis no es algo del pasado y de un determinado punto de la Tierra. La Cruz del Señor abraza al mundo, su Vía Crucis atraviesa los continentes y los tiempos. En el Vía Crucis no podemos ser sólo espectadores. Estamos involucrados y tenemos que buscar nuestro lugar: ¿dónde estamos nosotros?

En el Vía Crucis no existe la posibilidad de ser neutros. Pilatos, el intelectual escéptico, trató de ser neutro, de quedarse fuera, pero precisamente de este modo tomó posición contra la justicia por el conformismo de su carrera. Tenemos que encontrar nuestro puesto.

En el espejo de la Cruz hemos visto todos los sufrimientos de la humanidad de hoy. En la Cruz de Cristo hemos visto hoy el sufrimiento de los niños abandonados, abusados, las amenazas contra la familia, la división del mundo entre la soberbia de los ricos, que no ven a Lázaro ante la puerta, y la pobreza de tantos que sufren a causa del hambre y de la sed.

Pero hemos visto también estaciones de consuelo. Hemos visto a la Madre, cuya bondad permanece fiel hasta la muerte y después de la muerte. Hemos visto a la mujer valiente que se presenta ante el Señor y que no tiene miedo de mostrar solidaridad por esta persona que sufre. Hemos visto a Simón de Cirene, un africano, que lleva con Jesús la Cruz. Y hemos visto finalmente en estas estaciones de consuelo que, así como no termina el sufrimiento, tampoco terminan los consuelos.

Hemos visto cómo en el camino de la Cruz, Pablo encontró el celo de su fe y encendió la luz del amor; hemos visto cómo san Agustín encontró su camino, san Francisco de Asís, san Vicente de Paúl, san Maximiliano Kolbe, la Madre Teresa de Calcuta, y así se nos invita a que nosotros encontremos también nuestra posición, a que encontremos junto a estos personajes grandes, valientes, el camino con Jesús y por Jesús, el camino de la bondad, de la verdad, de la valentía, del amor.

Y de este modo hemos comprendido que el Vía Crucis no es simplemente una lista de lo oscuro y triste del mundo, no es tampoco un moralismo en definitiva ineficiente, y no es un grito de protesta que no cambia nada; por el contrario, el Vía Crucis es el camino de la misericordia, la misericordia que pone un límite al mal, como hemos aprendido del Papa Juan Pablo II. Es el camino de la misericordia y de este modo el camino de la salvación. Nos invita a emprender el camino de la misericordia y a poner con Jesús un límite al mal.

Pidamos al Señor que nos ayude a contagiarnos de su misericordia. Pidamos a la santa Madre de Jesús, la Madre de la misericordia, que también nosotros podamos ser hombres y mujeres de la misericordia y de este modo contribuyamos a la salvación del mundo, a la salvación de la criatura-hombre de Dios. Amén.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit
© Copyright 2006 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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