Palabras del cardenal Bertone tras un concierto en Santa Clara (Cuba)

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SANTA CLARA, sábado, 24 febrero 2008 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que dirigió en la noche de este viernes el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, al final de un concierto de música tradicional cubana

* * *

Señor Cardenal,

Querido Señor Obispo de Santa Clara,

Queridos hermanos en el Episcopado,

Honorables Autoridades,

Señoras y Señores.

Hemos asistido a una hermosa velada musical con piezas de la tradición cubana que, al final de esta jornada de mi visita a esta tierra, deja un buen gusto en el corazón.

Agradezco muy cordialmente a los organizadores de este acto, así como a los intérpretes y maestros que, con su arte y profesionalidad, nos han ofrecido, por decirlo así, una dulce canción de buenas noches.

Con su lenguaje universal, la música tiene el don de llegar directamente al corazón, porque consigue expresar sentimientos y estados de ánimo que difícilmente pueden describirse con palabras. La alegría o la esperanza, la melancolía o la nostalgia, manifiestan su naturaleza más pura a través de la cadencia armónica de los sonidos.

La música acompaña y enaltece la vida y la actividad humana en todo momento. Nos habla del ser que es capaz de elevarse por encima de la materialidad de sus quehaceres, no para rehusar el esfuerzo, sino para alentarlo y darle sentido.

Aplicando un símil para la vida cristiana, san Agustín decía que no era necesario detenerse para cantar. «Canta como suelen cantar los viandantes -explicaba-, canta pero camina; consuela con el canto el trabajo… ¿Qué significa «camina»? Avanza, avanza en el bien, en la recta fe, en las buenas obras: canta y camina» (Serm. 256, 3).

Los cantos tradicionales de un pueblo expresan su alma más genuina, que perdura en el tiempo y rebasa los confines concretos de situaciones externas. Así mantiene su identidad y sus raíces. Así se siente unido en lo más íntimo. Así se manifiesta a los demás de manera diáfana.

Esta alma cubana se nos ha abierto hoy con su música, como acogiéndonos en su intimidad, en el hogar de su corazón, y doy gracias a Dios por haberme concedido disfrutar de un cobijo tan entrañable.

Muchas gracias, y buenas noches.

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ZENIT Staff

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