Palabras del Papa al concluir la gran Concelebración Eucaristíca

Hoy a los sacerdotes de todo el mundo

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes 11 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación los saludos en distintos idiomas que el Papa dirigió a los sacerdotes presentes, al concluir la Santa Misa concelebrada hoy en la Plaza de San Pedro como conclusión del Año Santo Sacerdotal.

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Al término de esta extraordinaria concelebración, deseo expresar mi viva gratitud a la Congregación para el Clero, por la obra llevada a cabo durante el Año Sacerdotal y por haber organizado estas jornadas conclusivas. Un pensamiento de especial reconocimiento va a los señores cardenales y a los obispos que han querido estar presentes, en particular a cuantos han venido desde lejos.

Queridos sacerdotes francófonos, vosotros tenéis una proximidad particular con san Juan María Vianney. Espero que se convierta en una verdadera complicidad espiritual. ¡Que su ejemplo firme os inspire para que el don que habéis hecho de vosotros mismos al Señor lleve fruto bueno! Os renuevo mi confianza y os animo a progresar en los caminos de la santidad. ¡Que el Señor os guarde a todos en su amantísimo corazón!

¡Saludo ahora a todos los sacerdotes de habla inglesa presentes en la celebración de hoy! Mis queridos hermanos, mientras os agradezco por vuestro amor por Cristo y por su esposa la Iglesia, os pido de nuevo solemnemente ser fiel a vuestras promesas. Servid a Dios y a vuestro pueblo con santidad y valentía, ajustando siempre vuestra vida al misterio de la cruz del Señor. ¡Que Dios bendiga abundantemente vuestra labor apostólica!

Saludo con todo mi corazón a los obispos, sacerdotes y religiosos, así como todos los peregrinos procedentes de las diócesis de habla alemana que celebran el final del año sacerdotal en Roma, para mostrar su unidad con el Sucesor de Pedro. Queridos hermanos, donde no hay unidad, no hay progreso. Si nos mantenemos unidos unos a otros cuando estamos en Cristo, la vid verdadera, entonces podemos permanecer fuertes y ser testigos vivientes del amor y de la verdad, de modo que los vientos del momento nos doblen o rompan. Cristo es la raíz que nos sostiene y nos da vida. Demos gracias al Señor por el don del sacerdocio, por tener cada día una oportunidad para ser sus sucesores como buen pastor. ¡Que el Espíritu Santo os fortalezca en vuestro trabajo!

Saludo cordialmente a los presbíteros de lengua española, y pido a Dios que esta celebración se convierta en un vigoroso impulso para seguir viviendo con gozo, humildad y esperanza su sacerdocio, siendo mensajeros audaces del Evangelio, ministros fieles de los Sacramentos y testigos elocuentes de la caridad. Con los sentimientos de Cristo, Buen Pastor, os invito a continuar aspirando cada día a la santidad, sabiendo que no hay mayor felicidad en este mundo que gastar la vida por la gloria de Dios y el bien de las almas.

Queridos sacerdotes de los países de lengua oficial portuguesa, doy gracias a Dios por lo que sois y por lo que hacéis, recordando a todos que nada sustituirá jamás el ministerio de los sacerdotes en la vida de la Iglesia. A ejemplo y bajo el patrocinio del Santo Cura de Ars, perseverad en la amistad con Dios y dejad que vuestras manos y vuestros labios sigan siendo las manos y los labios de Cristo, único Redentor de la humanidad. ¡Muchas gracias!

“Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida” (Salmo 23(22), 6). Con estas palabras del salmo saludo a los sacerdotes polacos. Queridos Hermanos, Cristo os ha elegido, os ha llamado, os ha colmado de bondad y de fidelidad. Acoged este don con corazón sincero cada día y llevadlo con amor a aquellos a quienes habéis sido enviados. Sed santos y llevad a los demás a la santidad de Cristo. ¡Que Dios os bendiga!]

Dirijo finalmente mi cordial saludo a los sacerdotes de Roma y de Italia; como también a los prelados, a los sacerdotes y a los seminaristas de todos los ritos de las Iglesias Orientales católicas. Sé, finalmente, que en todas las partes del mundo se han mantenido muchísimos encuentros celebrativos y espirituales con participación grande y fructífera. Por ello, deseo agradecer a los obispos, sacerdotes y organizadores y auguro a todos que prosigáis con renovado empuje el camino de santificación en este sagrado misterio que el Señor os ha confiado. ¡Os bendigo de corazón!

[Traducción del original en varios idiomas por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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