Para avanzar, América Latina debe movilizar su «ethos» cristiano

Entrevista con Guzmán Carriquiry, subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos

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ROMA, lunes, 17 enero 2005 (ZENIT.org).- La América Latina católica debe demostrar que está a la altura de los desafíos actuales, constata Guzmán Carriquiry, subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos, en esta entrevista concedida a Zenit.

Hace algo más de dos meses se ha publicado en São Paolo (Brasil) el libro del que es autor: «Una apuesta por América Latina. Memoria y destino histórico de un continente», editado por «Paulus».

En el volumen, Carriquiry ofrece no sólo una recapitulación de la memoria histórica de América Latina y una visión interdisciplinaria y sintética de su situación y tendencias en la realidad actual, sino que también traza las propuestas de su próximo futuro.

La edición en portugués es una versión revisada y actualizada de las precedentes en español –«Globalización e identidad católica de América Latina» (Ed. Plaza y Janés, México 2002)– y en italiano –«Una scommessa per l’America Latina» (Ed. Le Lettere, Florencia 2003).

Carriquiry, uruguayo, uno de los laicos en un cargo de mayor responsabilidad en el Vaticano, es doctor en Derecho y Ciencias Sociales y padre de familia.

–¿Cuál es el objetivo de su libro?

–Guzmán Carriquiry: Pretende llenar un vacío. Desde los años sesenta a los ochenta ha habido una avalancha de publicaciones orientadas a la «teoría de la dependencia», la «teología de la liberación», las «estrategias revolucionarias», pero con la caída de los regímenes comunistas en los años 1989-1992 estas macro-visiones se han quedado desconcertadas, calladas o condenadas a la repetición de esquemas que han pasado a ser bastante anacrónicos, inadecuados para la nueva realidad emergente, tanto latinoamericana como mundial.

Por otro lado, abundan los estudios especializados, sobre todo de análisis económico, pero sin una visión «global», sintética, con perspectiva. Han cambiado los escenarios, sujetos, agendas y esquemas. En América Latina hay que repensar todo de nuevo, con realismo y esperanza.

De nada sirven los victimismos o las letanías de denuncias sin salida, ni los moralismos políticos exasperantes, ni la inercia de ideologías que ya demostraron su mentira y violencia. Hay que apostar por la propuesta de vías plausibles de mayor dignidad y desarrollo, de mayor justicia, de contenidos ideales y estratégicos para el bien de los pueblos latinoamericanos. Y esto buscando las mayores convergencias posibles.

–¿Por qué ha querido publicar este libro en Brasil?

–Guzmán Carriquiry: Porque, como escribo en el libro, «sin Brasil nada sería posible en América Latina. América Latina se puede articular sólo partiendo de Brasil. Y América Latina no es sólo una opción diplomática para Brasil, sino todo su contexto y su futuro».

Lo que suceda con la experiencia de gobierno de Lula tendrá grandes consecuencias para el conjunto latinoamericano. Brasil, en cualquier caso, es sólo una de las dos caras de América Latina: por sí solo es impotente. Cualquier esperanza en este sentido se resuelve en un fracaso. Debe asumir con lucidez y determinación un liderato sudamericano, siempre que no pretenda imponer, sino compartir con especial solidaridad.

–¿Qué tendencias advierte en la realidad latinoamericana al inicio del tercer milenio?

–Guzmán Carriquiry: Actualmente se está constituyendo un poder intrínseco regional a través del Mercosur (Mercado Común del Sur. Ndr) y su vínculo con la Comunidad Andina, que conduce hacia la constitución de la Unión Sudamericana o de los Estados Unidos de Sudamérica, en relación fraterna con México y Centroamérica.

Dispersos, separados, no vamos a ningún lado. Hay que acelerar, profundizar y ampliar la integración, implicando mucho más a los pueblos; es un camino arduo y zigzagueante, pero no hay otro.

Esto, sin embargo, no basta. América Latina está a la búsqueda de un nuevo paradigma de desarrollo en medio de escaso márgenes de maniobra y fuertes desequilibrios y urgencias. El derrumbe del socialismo real ha arrastrado consigo las estrategias revolucionarias y las rarefacciones ideológicas, pero se ha agotado el empuje propulsor de las estrategias neoliberales de los comienzos de los años noventa, según las recetas del «Consenso de Washington», dejando un creciente malestar.

Hay necesidad de promover un fuerte y persistente crecimiento económico auto-sostenido, junto a la incorporación al mercado, a la educación y formación y a la vida nacional de vastos sectores de «excluidos», afrontando escandalosas situaciones de pobreza y de desigualdad social (¡las mayores del planeta!).

–En el libro usted sostiene que para su desarrollo América Latina no puede arriesgarse al aislacionismo estrechando vínculos solamente con los Estados Unidos, como está previsto en el proyecto –respecto del cual frecuentemente la Iglesia se ha mostrado adversamente– denominado «Área de Libre Comercio de las Américas» (www.ftaa-alca.org), que busca de hacer de todo el continente americano una zona de libre intercambio comercial, sino que también hay que trenzar relaciones con la Unión Europea, China, la India y Sudáfrica.

–Guzmán Carriquiry: En efecto, hay que saber jugar a todo campo. Replegados y marginados se pierde. Se pierde también tanto en la pura contraposición ideológica con los «grandes» como en una actitud de asimilación y servilismo.

No existe otro camino que el de saber negociar unidos y conscientes de los propios intereses. Necesitados de los Estados Unidos, necesitamos de la Unión Europea, necesitamos intensificar los vínculos con China, la India, Sudáfrica y otros países emergentes, pero tenemos necesidad de relaciones dignas, serias, planteadas hacia una auténtica solidaridad, cooperación y concordia de intereses a menudo opuestos.

–Usted subraya el papel fundamental que podría desempeñar la Iglesia católica.

–Guzmán Carriquiry: No se pueden afrontar nuestros gravísimos problemas ni emprender un auténtico desarrollo si todo se confía a los planes y a los alicientes del Estado o se confía a la «mano invisible» del mercado.

Hay que lograr suscitar grandes consensos nacionales y populares en torno a objetivos ideales y estratégicos, con una sinergia de fuerzas y de recursos. Ante todo es necesario tocar las fibras íntimas de los pueblos en su dignidad y libertad, laboriosidad y capacidad de iniciativa, creatividad y solidaridad, sacrificio y esperanza: movilizar, esto es, su «ethos» cristiano.

Y esto no es posible sin una nueva evangelización: Cristo es la piedra angular de toda auténtica construcción humana en la vida de la persona y de la sociedad. No por casualidad, la Iglesia católica es, según los sondeos realizados en muchos países latinoamericanos, la institución que suscita mayor consenso, credibilidad y confianza por parte de los pueblos. Es conciencia moral y religiosa, morada, y custodio de la esperanza de ellos. Y todo ello a pesar a los capilares procesos de descristianización en marcha.

El desafío es el de evitar la erosión de este patrimonio ideal e invertir en los talentos. En la misión de la Iglesia se juega el destino de los pueblos latinoamericanos y, al mismo tiempo, en un continente en el que vive el 50% de los católicos de todo el planeta, mientras Europa parece ceder a la apostasía de masa, está en juego el destino de la catolicidad.

La América Latina católica debe demostrar que está a la altura de estas tareas y desafíos.

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ZENIT Staff

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