Para el Papa, el dolor de María es motivo de inspiración en las dificultades

Es el auspicio que dirigió a los jóvenes, enfermos y recién casados este miércoles

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 15 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II está convencido de que el dolor de María es motivo de inspiración y consuelo para los creyentes en las dificultades de la vida cotidiana.

Fue el consejo que dejó este miércoles a los jóvenes, enfermos y recién casados que se encontraban entre los diez mil peregrinos que participaron en la audiencia general en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Antes de despedirse, hablando en italiano, el Santo Padre recordó que en ese día la Iglesia celebraba a la Virgen dolorosa, «que con fe permaneció junto a la cruz de Jesús».

«Mi auspicio es que podáis encontrar en ella consuelo y apoyo para superar todos los obstáculos de vuestra cotidiana existencia», deseó.

El teólogo Stefano De Fiores, profesor en varias universidades pontificias de Mariología, explicó este miércoles en los micrófonos de «Radio Vaticano» que la fiesta de la Virgen Dolorosa mantiene una gran adhesión entre los católicos del mundo, pues «la gente se identifica con María y encuentra en ella la expresión de su dolor».

«Ahora bien, es un dolor salvífico, no es desesperado –siguió aclarando el teólogo–. Un dolor que, a pesar de la dureza de este sufrimiento, está mitigado por la fe en la resurrección, pues María precede a los demás en la fe».

Se puede hablar, explica el padre De Fiores citando a san Bernardo de «martirio del espíritu» de la Virgen, como ya lo predijo el anciano Simeón en el Evangelio.

«María está de parte de Jesús, sufre con él, por tanto participó sin duda en el espíritu, con un martirio espiritual, en sus sufrimientos, especialmente en la crucifixión», afirma.

«Sin embargo, hay que aclarar algo: la vida de María no siempre fue un martirio, pues tuvo también momentos de alegría, momentos de contemplación…».

«No tenemos que ceder al «dolorismo»: el dolorismo no es cristianismo. El cristianismo consiste en lo que hizo Jesús, a quien se unió también su Madre: la transformación del dolor más duro, el más ignominioso, en espacio de salvación».

«Esto es el Evangelio del sufrimiento: la alegre noticia de que incluso la soledad o los momentos más terribles por los que puede atravesar la psique humana pueden transformarse en actos de fe, de esperanza y de amor», concluye.

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ZENIT Staff

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