«Para no olvidarte», una película para recordar la belleza de la maternidad

Entrevista con la directora Mariantonia Avati

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ROMA, lunes, 4 septiembre 2006 (ZENIT.org).- El misterio, el temor y la belleza de la maternidad son los protagonistas de la película «Para no olvidarte», presentado el 2 de septiembre en Roma y el 3 de septiembre en el festival de cine de Montreal (Canadá).

Dirigido por Mariantonia Avati y producido por Matteo Cinematografica, el filme será visionado en las próximas semanas en algunos de los más importantes festivales internacionales.

En esta entrevista concedida a Zenit, Avati presenta esta historia que tiene lugar en Roma, en un departamento de Obstetricia, en los primeros meses de 1947.

Hace tres años que acabó la guerra, pero en la ciudad son todavía tangibles las dramáticas huellas de la guerra y de las vejaciones que esta conlleva. El hambre y los sufrimientos, padecidos en los años del conflicto aparecen ineluctablemente impresos en el carácter y las historias de diez mujeres en espera de dar a luz.

Nina, la protagonista, es hospitalizada con anticipación a causa de algunas complicaciones. La especial solidaridad y el clima de apoyo recíproco que se crea dentro de la habitación que la alberga, ayudará a cada madre a afrontar su propia situación.

Nina descubrirá un mundo, hasta aquel momento desconocido para ella, de dificultades y privaciones, historias de abandono y de traiciones, pero también de amor, pasiones, solidaridad y ternura.

–En este filme se siente la nostalgia de la vida. ¿En nuestras sociedades hipertecnologizadas, el deseo de tener niños se ha convertido en sentimiento inalcanzable del pasado?

–Mariantonia Avati: Los hechos acaecidos en el filme, en realidad fueron vividos por mí y mi marido en los años 90. En aquella ocasión, me di cuenta, por primera vez, de que cuando hablas de sentimientos fuertes, el amor por la vida, la maternidad, la amistad, pero sobre todo la solidaridad entre seres humanos, nada ha cambiado. Nosotros somos los mismos de entonces, somos como nuestros padres, experimentamos temores, rabia, afecto, sentido de dependencia, como ha sido siempre.

La única diferencia es que hoy estamos menos dispuestos a compartir nuestra intimidad con el prójimo, nuestro mundo interior. Tener hijos hoy infunde más temor que en aquellos años porque creo que la mayor parte de la gente está aterrorizada… Los medios de comunicación nos abordan en todas partes, de modo capilar, incluso cuando no lo deseamos. Y esto nos obliga a estar informados, a saber todo, a enterarnos de cada riesgo que corremos al traer al mundo a un niño, al criarlo.

Y entonces ¿para qué tener un hijo si luego se corre el riesgo de ver que acabe drogadicto, o con sida, o se vea obligado a combatir una guerra que no es suya, o sea maltratado por la arrogancia y la violencia del prójimo?

Mejor no arriesgarse, no arriesgarse a tener que sufrir. Nuestra generación, atemorizada e inmóvil, trata de mantener una condición que se ha creado de ausencia de riesgo: hacemos de todo para no arriesgar, para dominar lo que pueda ser impredecible, las enfermedades, y por último incluso la muerte.

Esto se da en la mayor parte de nosotros. Luego, sin embargo, existe por fortuna una minoría valiente, idealista, orgullosa, mantenida por la fe en Dios, en la vida, en el prójimo que por suerte nada contra corriente. Y vive con valentía…

–¿Entonces esta película no hace crecer estos miedos con situaciones dramáticas?

–Mariantonia Avati: En la película, las historias no son sólo dramáticas. Estamos hablando de una comedia que remite al cine italiano de los años 40 y 50, cuando los retratos eran fieles a la vida real, y por tanto se mezclaba la carcajada con la emoción. En nuestro filme uno se ríe y se conmueve.

–¿Qué tenían los personajes de este filme que nos falta a nosotros?

–Mariantonia Avati: Tenían una luz que he constatado visionando el material de archivo del Instituto Luce. Las mujeres y los hombres que habían vivido la segunda guerra mundial eran y son personas que tienen una luz especial en los ojos, una vivacidad que no he vuelto a encontrar en las filmaciones de los años siguientes. En Italia, tras el «boom» económico, hemos vivido muchas cosas, hemos vivido momentos difíciles, calientes, cargados de fuertes impulsos idealistas. Pero el deseo de salir adelante, de vivir, de compartir el propio dolor y la propia alegría que se transparenta en las miradas de aquellos que vivieron la guerra y la postguerra no los he vuelto a encontrar. Con el bienestar ha nacido el miedo de perder lo que se había conquistado, la gente se ha vuelto individualista, y las miradas de repente se han vuelto apagadas, vacías, ausentes, todo lo más rencorosas. En nuestro filme, he hablado a todos los actores de esta luz… y ellos han tratado de reencontrarla en su propio interior.

–¿Qué aconsejaría a una joven o un joven que tiene dudas o temores de convertirse en mamá o papá?

–Mariantonia Avati: Creo que diría lo que dicen los personajes de nuestra película. Lo que he descubierto siendo madre, y creo que vale también para mi marido y por tanto para la paternidad: tener un hijo no es sólo un compromiso respecto a la humanidad, una garantía de que la especie vaya adelante, una tesela de la evolución. Es sobre todo una experiencia egoísta que cada ser humano debe experimentar para mejorarse a sí mismo.

Una persona, en el momento en que se convierte en progenitor, y esto no sucede en el momento del parto sino con el tiempo, cambia de modo radical, irreversible, y para mejor. Dentro de ti se abre un mundo de sensibilidades, de conocimiento, de disponibilidades que nos enriquece, que nos hace mejores.

El problema es que nadie habla de esto, ni en la televisión, ni en los periódicos. Te hablan de mujeres que se convierten en madres solas, en una habitación, a escondidas, y que tiran al hijo a la basura. Y nos estamos habituando a este tipo de relatos, están entrando en lo cotidiano, estamos aceptando involuntariamente que todo esto es posible. Lo que no comprendo es la consideración que tienen de la vida las nuevas generaciones. Los relatos de las abuelas, las novelas, el cine, nos han propuesto siempre mujeres que por algún motivo no podían criar a un hijo, y que encontraban como solución dolorosa la de dejar a la criatura ante el portón de una iglesia, en un hospital, dondequiera que alguien pudiera salvar al niño y garantizarle una existencia. Ahora ya no sucede. Se elimina el problema de raíz. ¿Qué consideración tenemos de la vida? Esto es lo que nos tenemos que preguntar antes de tener un hijo.

–¿Cuál es su experiencia ante este misterio de la vida desvelado y escondido en los ojos de un niño recién nacido?

Mariantonia Avati: Un niño recién nacido, pero también después, año tras año, tiene en sí una potencia excepcional: la capacidad, a través de la sinceridad de la propia existencia, de devastar tus certezas y obligarte a recuperar el contacto con lo mejor de ti mismo. Tener un hijo, pero sobre todo criar a un niño, abriéndose también a otros tipos de maternidad-paternidad, creo que es la experiencia más importante de la vida de una persona. Una experiencia que sin embargo debe ser compartida con todo un mundo que gira a nuestro alrededor. Un hijo, natural, adoptado, comoquiera que sea, debe abrirnos el ánimo, respecto a él antes que nada, pero inevitablemente también respecto al exterior, a ese «fuera» que tanto tememos y rechazamos.

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ZENIT Staff

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