Para Sarkozy sería una locura privarse de las religiones

Discurso de bienvenida al Papa en el palacio del Eliseo

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PARIS, viernes, 12 septiembre 2008 (ZENIT.org).- Las religiones, en particuar la religión cristiana, son «patrimonios vivos de reflexión y pensamiento», de manera que sería «una locura privarnos de ellas», ha declarado el presidente francés Nicolas Sarkozy en su discurso de bienvenida a Benedicto XVI.

Para aprovechar este patrimonio abogó por una «laicidad positiva», que según él es una «invitación al diálogo, a la tolerancia y al respeto».

En la ceremonia, que se desarrolló en el palacio presidencial del Eliseo, el presidente precisó que Francia acogía al Papa «con respeto», «como jefe de una familia espiritual cuya contribución a la historia del mundo y de la civilización no es ni contestable ni contestatada».

Sarkozy, con un gesto inusual se había dirigido al aeropuerto de Orly para dar personalmente la bienvenida al Papa, a pesar de que según el protocolo este gesto suele hacerlo el primer ministro.

Luego, en la sala dorada del Eliseo, mantuvo el encuentro privado con el Papa.

En su discurso, el presidente francés subrayó esencialmente tres puntos: la noción de laicidad positiva, la defensa de la dignidad humana –«verdadero secreto de Europa»–, y la importancia del diálogo auténtico, único camino para ofrecer una paz duradera al mundo.

A la ceremonia, el presidente francés invitó a representantes del gobierno y la oposición, a autoridades del Estado, al alcalde de París, Bertrand Delanoë, y a invitados especiales, en particular, el señor Estifan Majid, hermano del arzobispo de Mosul, monseñor Faraj Rahho, asesinado en Irak.

Laicidad positiva

Las religiones, «y en particular la religión cristiana, con la que compartimos una larga historia, son patrimonios vivos de la reflexión y del pensamiento, no sólo sobre Dios, sino también sobre el hombre, sobre la sociedad, y también sobre esa preocupación que hoy es central, la naturaleza», subrayó el mandatario francés.

«Sería una locura privarnos de las religiones, una falta contra la cultura y contra el pensamiento. Por este motivo, reivindico una laicidad positiva», añadió.

«La laicidad positiva ofrece a nuestras conciencias la posibilidad de llegar a un intercambio, más allá de las creencias y ritos, sobre el sentido que queremos dar a nuestras existencias», aclaró.

El presidente explicó campos en los que esta visión de la laicidad puede ser fecunda. «Francia ha emprendido, junto a Europa, una reflexión sobre la moralización del capitalismo financiero», informó.

«El crecimiento económico no tiene sentido si se convierte en su propio objetivo. Sólo la mejora de la situación del mayor número de personas y su realización personal constituyen sus objetivos legítimos», indicó.

«Esta enseñanza, que forma parte del corazón de la doctrina social de la Iglesia, está en perfecta consonancia con los desafíos de la economóia contemporánea globalizada. Nuestro deber es escucharla».

«La laicidad positiva, la laicidad abierta, es una invitación al diálogo, a la tolerancia y al respeto», reconoció. «Es una oportunidad, un aliento, una dimensión suplementaria al debate público, Es un aliento para las religiones, así como para todas las corrientes de pensamiento».

La dignidad humana

A continuación, el presidente evocó la visita del Papa a Lourdes y el tema del sufrimiento, subrayando que la respuesta de la Iglesia al sufrimiento no interesa sólo al mundo católico.

«El sufrimiento, causado por la enfermedad, la discapacidad, la desesperanza, la muerte o simplemente el mal, es sin duda una de los principales interrogantes que plantea la vida a la fe o a la esperanza humana. En este sentido, lo que usted les dirá a los enfemos será escuchado mucho más allá de la comunidad católica».

«La Iglesia no deja de proclamar y defender la dignidad humana», reconoció. «Progresivamente la dignidad humana se está imponiendo como un valor universal».

«Esta opción absoluta a favor de la dignidad humana, anclada en la razón, deben ser considerada como uno de los tesoros más preciosos. En esto reside el verdadero secreto de Europa. Si se olvida, el mundo cae en las peores barbaridades», añadió el presidente de turno de la Unión Europea.

Diálogo auténtico

En tercer lugar, Sarkozy consideró que «la paz duradera y verdadera no es posible sin diálogo. Un diálogo auténtico», advirtió.

«El diálogo con y entre las religiones es un desafío de primer orden del siglo que nace. Los responsables políticos no pueden desinteresarse por él. Pero sólo pueden contribuir si respetan a las religiones. Pues no hay diálogo sin confianza, y no hay confianza sin respeto».

«Sí, yo respeto las religiones, todas las religiones –añadió Sarkozy–. Conozco los errores que han cometido en el pasado y los integrismos que las amenazan, pero soy consciente del papel que han desempeñado en la edificación de la humanidad».

«Soy consciente de la importancia de las religiones para responder a la necesidad de esperanza de los hombres y no la desprecio. La búsqueda de espiritualidad no es un peligro para la democracia, no es un peligro para la laicidad», afirmó.

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ZENIT Staff

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