CIUDAD DEL VATICANO, viernes 6 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- «Se ha hablado de miles de millones de dólares en Annapolis y en otras cumbres anteriores, pero nunca se ha llegado a nada». El padre Manuel Musallam, párroco de la iglesia latina de Gaza, comenta de este modo el resultado de la conferencia de países donantes a Gaza, celebrada en Sharm El Sheik, Egipto.
De la cumbre, que ha reunido a las delegaciones de más de setenta países y dieciséis organizaciones internacionales, ha llegado una señal política muy clara: la comunidad internacional está dispuesta a desembolsar cuatro mil millones y medio de dólares para ayudar a la población de Gaza y la reanudación de las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos pero sin conceder nada a Hamas.
Además, la cifra podría subir todavía gracias a ulteriores aportaciones, llegando a los 5,2 mil millones de dólares, explicó el ministerio de Exteriores egipcio Ahmed Aboul Gheit.
De éstos, una parte se destina a la reconstrucción de Gaza, tras la operación israelí «Plomo derretido», y la otra para sostener a la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania.
En su intervención, la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton afirmó que, para poder ser considerado un interlocutor en la escena internacional, Hamas deberá renunciar a la violencia, reconocer al Estado de Israel, y aceptar todos los tratados del pasado.
«La gente aquí en Gaza –declara el padre Musallam al Servicio de Información Religiosa (Sir) italiano– es más bien pesimista sobre la llegada de este dinero».
«Hamas no permitirá a nadie trabajar aquí en Gaza sin su permiso sobre todo a hombres de Fatah. Por su parte, Israel no consentirá el paso de los materiales necesarios para la reconstrucción», añade.
«Necesitamos hoy estas ayudas, hay familias que han perdido su casa y que viven en tiendas, con frío, bajo la lluvia».
Para el padre Musallam, lo único que podría desbloquear la situación sería «la reconciliación entre Fatah y Hamas. Sólo esto podría alimentar la esperanza de reconstruir Gaza».
Traducido del italiano por Nieves San Martín
