Patriarcado de Moscú niega a los católicos anunciar el Evangelio en Rusia

En riesgo, la libertad religiosa, según representantes de la Iglesia católica

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MOSCÚ, 31 julio 2002 (ZENIT.org).- La Iglesia ortodoxa rusa ha negado el derecho de la Iglesia católica a «predicar el Evangelio a todos los hombres», en particular en los territorios dependientes del patriarcado de Moscú.

La afirmación forma parte de un comunicado del Departamento para las Relaciones Exteriores del Patriarcado de Moscú, cuyo presidente es el metropolita Kirill de Smolensk y Kaliningrad, emitido tras recibir la respuesta católica a las acusaciones de «proselitismo» lanzadas por ese mismo Departamento.

La respuesta católica se concretizó con cartas que habían enviado al metropolita Kirill el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos, y el arzobispo católico de Moscú, Tadeusz Kondrusiewicz.

El patriarcado afirma que en las misivas «Los jerarcas católicos insisten en el derecho de su Iglesia a «predicar el Evangelio a todos los pueblos». Y añade: «Esta posición es inaceptable para la Iglesia ortodoxa rusa».

«Por la experiencia de los últimos años, sabemos que, con esto, ellos entienden el trabajo misionero dirigido a convertir al catolicismo al mayor número de gente posible, incluyendo los que pertenecen a la Iglesia ortodoxa tanto por el bautismo como por la tradición nacional y cultural», aclara el comunicado del patriarcado.

«Todos estos hechos no sólo complican el diálogo con el Vaticano y sus estructuras eclesiales en Rusia y en otros países de la Comunidad de Estados Independientes, sino que además le llevan al fracaso con antelación», añade el documento.

«Un daño todavía más grande a las relaciones entre las dos Iglesias ha sido causado por las recientes decisiones del Vaticano de establecer nuevas diócesis en históricas regiones ortodoxas de Ucrania –concluye–. No menor preocupación han suscitado los planes de los líderes de la Iglesia greco-católica de Ucrania de trasladar de Lvov a Kiev la sede de su patriarcado».

Tras haber recibido las acusaciones de proselitismo que había presentado en su carta el metropolita Kirill, el cardenal Kasper y el arzobispo Kondrusiewicz habían coincidido en subrayar que el problema de la disputa consiste en definir qué significa «proselitismo»

«Si una Congregación religiosa femenina se llama, por ejemplo, «Misioneras del Sagrado Corazón», el hecho de que el nombre incluya el término «misionero» no es una prueba para la acusación de proselitismo. La Iglesia misma es misionera, pero no hace proselitismo», explicaba el cardenal Kasper (Cf. Zenit, 9 de julio de 2002).

«Hay muchos hechos que nos son convincentes en esta carta, y sin embargo es posible entablar un diálogo –concluía Kasper al recibir las acusaciones ortodoxas–. La política de la Santa Sede con la Iglesia ortodoxa rusa es clara: queremos diálogo, queremos colaboración, rechazamos el proselitismo, queremos el ecumenismo, queremos promover la atención pastoral de nuestros católicos».

La Santa Sede considera que la negativa ortodoxa a la Iglesia católica de contar con su propia jerarquía en esas Repúblicas ex soviéticas constituye un serio atentado a la libertad religiosa.

En recientes declaraciones (Cf. Zenit, 23 de junio de 2002, el arzobispo Jean-Louis Tauran, secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, recordó que esta posición consiste una violación del documento final de la Conferencia de Viena sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa de 1989, al que ha adherido la Federación Rusa.

En la primera parte del documento, el párrafo 7, dice que los Estados participantes, y por tanto Rusia, «respetarán el derecho de las comunidades de creyentes y de los Estados participantes –por tanto de los creyentes de la Federación Rusa– a establecer y mantener lugares de culto o de reunión accesibles libremente, a organizarse según sus particularidades institucionales, a escoger, nombrar y sustituir su personal según las necesidades y reglas propias, así como a respetar todo acuerdo libremente establecido entre ellas y el Estado».

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ZENIT Staff

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