Perfil del obispo hoy: pastor, cercano a la gente, que no busca aplausos

Según el cardenal Re, prefecto de la Congregación para los Obispos

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CIUDAD DEL VATICANO, 24 mayo 2002 (ZENIT.org).- El perfil del obispo de inicios de milenio debe ser el de un pastor, cercano a su gente, pero que no ejerce su ministerio en virtud de aplausos o críticas.

La descripción fue trazada por el cardenal Giovanni Battista Re, prefecto de la Congregación para los Obispos, durante la homilía que pronunció este jueves al en la misa de la Asamblea General de la Conferencia episcopal italiana que se celebra en el Vaticano.

«El obispo es el guía de su pueblo. Es el que debe ir delante, como el buen pastor, indicando con la palabra y el testimonio de vida el camino a recorrer», indicó el cardenal Re, el cual añadió que esta labor debe ser realizada con espíritu de servicio y con una autoridad que tiene en cuenta la dignidad de las personas.

«La preocupación de un obispo –subrayó el prefecto de la Congregación vaticana– no es nunca su dignidad personal sino el bien de las almas».

Indicó que hoy no es fácil ser obispo, pues a menudo debe andar contra corriente y, por ello, no debe tener miedo de las críticas ni dar demasiada importancia a los aplausos y alabanzas.

Hizo hincapié en que el obispo de esforzarse en suscitar colaboración a su alrededor y realizar las oportunas consultas, dirigiéndose a personas competentes y utilizando los diversos organismos de que dispone la diócesis, aunque, aclaró, es él quien debe tomar las decisiones.

Enumeró, a continuación, los desafíos de la misión del obispo en el mundo de hoy: la secularización; la ética en el progreso científico-tecnológico y económico; y una cultura que presenta soluciones confusas sobre la vida y la muerte.

Por ello, indicó «es de fundamental importancia que los obispos, en virtud de un mandato y de una gracia que les han sido conferidos por la ordenación episcopal, afronten los desafíos, actuando con afecto colegial, en armonía de pensamiento y de empeño, bajo la guía del Sucesor de Pedro».

Pidió que los obispos dediquen especial atención a sus sacerdotes, «estableciendo con cada uno de ellos una relación cordial, directa, de confianza, de confidencia», siendo con ellos padre y hermano.

Precisó que la sociedad de hoy «necesita la cercanía del obispo, de los sacerdotes y de los religiosos porque; tras las dificultades de los años pasados, tiene necesidad de razones de vida y de esperanza».

Y concluyó invitando a sus hermanos en el episcopado a tener confianza en Cristo, en la Iglesia y también en nuestro tiempo «porque hoy disponemos también de tantas oportunidades para hacer el bien».

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ZENIT Staff

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