Pésame del Papa Francisco por el asesinato del sacerdote mexicano

El padre Francisco Javier Gutiérrez pertenecía a la Confraternidad de los Operarios del Reino de Cristo. El superior general: siempre abiertos al amor y al perdón para quienes le hicieron daño

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El sacerdote mexicano Francisco Javier Gutiérrez Díaz, párroco de Nuestra Señora del Rosario en Salvatierra, fue asesinado el pasado 6 de abril. Era originario de Arandas (Jalisco) y tenía 60 años.

Durante el funeral, celebrado en San José Obrero en el municipio de Arandas, se leyó un documento enviado desde Roma, donde “el Papa pide por la pronta resignación por la muerte del sacerdote”, informa un medio local.

El Papa envía el pésame a los familiares del sacerdote y a toda la comunidad diocesana y pide por el eterno descanso del padre Javier, “víctima de esta injustificable violencia”. La carta ha sido enviada a través del nuncio apostólico en México, y fue leída ante cientos de feligreses que asistieron al funeral.

“Era un sacerdote que valía muchísimo, trabajador, incansable, entregado, un hombre que a través de su palabra y testimonio transformaba por donde caminaba, a la sociedad, a los seminaristas”. Así lo describe el superior general de la Confraternidad de los Operarios del Reino de Cristo (CORC), el padre José Antonio Gómez Elisea, a la cual pertenecía el padre Francisco Javier, según publica una nota de Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México.

Asimismo, añade que “la trayectoria de 29 años de ministerio del padre Francisco Javier siempre estuvo llena de entrega generosa y en unión de fe para la construcción del Reino».

“Era un sacerdote noble, bondadoso, inteligente, con un gran don para el consejo ante el dolor y el sufrimiento, para orientar y aconsejar, que se entregaba hasta el sacrificio, celebraba la Eucaristía con gran entrega y ahora le ha tocado entregar su cuerpo de manera muy dolorosa”, explica el padre José Antonio.

Además, el superior general del CORC se refiere a los sentimientos de los miembros de la Confraternidad ante el asesinato y asegura que son de “gran tristeza, pero siempre abiertos al amor y al perdón para quienes le hicieron daño”.

También –añade– nuestro sentimiento es de impotencia porque quienes lo han matado lo hicieron con saña, con mucho odio, y eso habla de donde estamos como sociedad en estos momentos, él era un gran sacerdote, no le hacía daño a nadie y ya son muchos sacerdotes los que están muriendo en esas condiciones.

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ZENIT Staff

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