Pío IX, ¿enemigo de los judíos?

Hablan los documentos históricos

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CIUDAD DEL VATICANO, 22 sep (ZENIT.org).- Hoy se dice que Pío IX fue enemigo de los judíos, una acusa que la Iglesia rechaza, pues como ha confirmado José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, «precisamente a Pío IX se debe la liberación de los judíos de Roma, el 17 de abril de 1848».

«La noche de Pascua, por orden del Papa, se echaron por tierra las puertas del ghetto de Roma, con una medida que se adelantó al resto de las legislaciones europeas. El mismo Pío IX decretó la abolición de indignos y humillantes cumplimientos, que gracias a él dejaron de ser considerados como extranjeros en Italia. Hizo concesiones notables a los judíos. Los hizo partícipes de las limosnas papales y los liberó del tributo que todos los años, con un humillante cortejo, debían llevar al Capitolio».

Testimonios judíos
Los judíos dieron gracias por todo ello. En signo de gratitud, un judío de Livorno, al morir, dejó al Papa 30 mil escudos, que él entregó a los pobres del ghetto de Roma.

El 21 de septiembre de 1858, las autoridades religiosas judías de Alemania enviaron un mensaje al Vaticano en el que se escribía: «El nombre de Pío IX nos causa respeto y amor, pues conocemos los beneficios que desde el principio de tu reino has ofrecido a nuestros hermanos».

Atestigua también a favor de Pío IX el salmo escrito por Mosè Israel Kazzam, rabino jefe de la Universidad israelita de Roma, escrito en Roma en 1847 (cf. Zenit del 27 julio, ZS00072705).

La comunidad judía de Lugo, en la provincia italiana de Romagna, con motivo de la visita de Pío IX en el verano de 1857 escribió y publicó un himno bilingüe en italiano-hebreo, en el que se decía: «A él le corresponde su nombre; pues es justo en sus caminos, Pío en sus obras… También los hijos de Israel que viven a su sombra, se alegran con su llegada, se regocijan pues también por ellos se conmovieron sus entrañas; dirigió sus ojos al resto de Jacob».

El himno y otros dos documentos editados por judíos de esa misma comunidad han sido republicados por «Il Nuovo Diario- Il messaggero», semanario de Ímola. En estos tres documentos, se puede ver cómo el rabino jefe de Lugo de Romagna, Elia Gallico, compuso el 26 de junio de 1846 un himno con motivo de la elección de Mastai-Ferretti a la sede de Pedro. El segundo documento es un retrato poético de Pío IX escrito por Moisè Leone Finzi de Ferrara. El tercer documento es el himno que acabamos de citar.

Se trata de documentos interesantes que muestran el gran cariño que sentían los judíos por Pío IX. No se han encontrado documentos semejantes con motivo de la elección de otros papas.

Una afirmación distorsionada
Algunas de las críticas de antisemitismo lanzadas contra Pío IX se basan en una frase, sacada de contexto, en la que decía: «Los judíos eran hijos de Dios, pero se convirtieron en perros por su dureza de corazón».

Para comprender la afirmación, nos hemos remontado al texto original. El 24 de agosto de 1871, un mes antes de que las tropas de los Saboya conquistaran el Estado vaticano, Pío IX se encontró con la Pía Unión de las Mujeres Católicas, a quienes dijo: «Cuando nuestra fe triunfe ante los ataques de éstos, nuestros enemigos, entonces ciertamente tendrá lugar la liberación. Os recomiendo en especial a vosotras, Pías Mujeres, que tengáis esta fe y que, según vuestra fe, trabajéis incansablemente con confianza y fervor, como ya veo que hacéis, y no abandonéis nunca la oración».

«Recordad el ejemplo de la Cananea (Mateo 15, 21-28) –continuó diciendo el pontífice–. La Cananea era una mujer buena, aunque gentil. Pidió a Jesucristo la gracia de la liberación de su hijita, poseída por el demonio que la vejaba. Pero Jesucristo no la escuchó y, al final, como indignado, respondió que no era conveniente tomar el pan de los hijos y dárselo a los perros. «Sí –decía la mujer–; tú has venido para dar el pan también a los perros; pues incluso los mismos perros recogen las migas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús se dio la vuelta e hizo una apología de aquella buena mujer y alabó su fe, y la consoló con la gracia liberando a su hijita. De este modo, dejó de ser perro, para convertirse también ella en hija. Pues bien, los judíos, que eran hijos en la casa de Dios, por su dureza e incredulidad, se convirtieron en perros. Y hay muchos de estos perros hoy día en Roma y escuchamos cómo ladran por todas las calles, y nos están molestando en todo lugar. Esperamos que vuelvan a ser hijos. Nosotros, mientras tanto, imitemos la humildad y la constancia de la Cananea y no dudéis que, si se hizo digna de las misericordias de Dios ella, que era gentil, nosotros también seremos dignos, pues somos hijos de Dios (Discursos del Sumo Pontífice Pío IX pronunciados en el Vaticano a los fieles de Roma y del Orbe: desde el inicio de su cautiverio hasta el presente/ recogidos por primera vez y publicados por Pasquale De Franciscis. — Roma : Tip. G. Aurelj, 1872. 535 p. ; 20 cm.)

Entrevistado sobre el sentido de esta cita por Zenit, monseñor Brunero Gherardini, postulador de la causa de beatificación, ha explicado que «ya después de la muerte de Pío IX, los enemigos de la Iglesia trataron de hacer especulaciones con esta frase, aislando del contexto y sin tener en cuenta la referencia evangélica. Por este motivo, nunca fue interpretada por los historiadores serios como una ataque contra los judíos, y de hecho no se menciona en los 12 volúmenes de la «positio», es decir, la relación en la que se pide la beatificación. En el proceso de beatificación de Pío IX, el defensor de la fe, conocido con el nombre de «abogado del Diablo», planteó 13 oposiciones a la causa sobre cuestiones específicas, pero ninguna de estas refería la frase. Esta frase no aparece ni siquiera en la deposición de los testigos».

Según monseñor Gherardini, la frase incriminada tiene que ser interpretada también en el contexto de la época. Pío IX, «al hablar de los ataques violentos incluso amenazaban a su persona, pretendía reflexionar sobre aquellos a quienes él trató cómo hijos y que se comportaron como perros. Lo dijo con la esperanza de que volvieran a ser hijos».

Por otra parte, diferentes escritores judíos han hablado sin hostilidad de Pío IX. Abraham Berliner, por ejemplo, en su «Historia de los judíos de Roma» («Storia degli ebrei di Roma», Rusconi 1992), escribe que Pío IX era benévolo con los judíos. Nada más ser elegido, «pensó también en los inocentes del ghetto, en los judíos que allí vivían como en una prisión, y dispuso que aquellos que se encontraban en restricciones económicas recibieran las ayudas con las que dio algo de alegría a los pobres de Roma».

El caso Mortara
Otro de los motivos por los que se ha acusado a Pío XII de estar contra los judíos se debe al caso de Edgardo Mortara. Es la historia de un niño que nació en el seno de una familia judía pero que fue bautizado en circunstancias extremas –estaba a punto de morir– por una persona, sin que lo supieran sus padres. El niño se salvó, pero surgió la pregunta: ¿es posible no educar en la fe a un bautizado? Se trataba de un interrogante dramático en aquella época. Al final, el Papa decidió asignar la educación del niño a instituciones de la Iglesia, quitando la patria potestad a sus padres. Se trata indudablemente de una decisión polémica, que hay que comprender en su contexto histórico. Por este motivo, en lugar de entrar en disquisiciones, Zenit ha preferido que sea la misma historia la que hable y ha traducido al inglés la deposición que presentó Edgardo Mortara, después de la muerte del Papa, en el proceso de su causa de beatificación. La traducción puede consultarse en: http://www.zenit.org/english/archive/0009/ZE000920.html. Como se puede ver, al
final de la misma, Mortara reconoce claramente la santidad de vida del pontífice. Es lógico que su testimonio fue decisivo para que la Santa Sede y el Papa aprobaran su beatificación.

Gestos de benevolencia a favor de los judíos
Entre las diferentes pruebas de benevolencia de Pío IX, en nuestra investigación hemos constatado su decisión de entregar 300 escudos a familias judías pobres y el ofrecimiento de un subsidio de 60 escudos establecido para las familias cristianas con doce hijos.

Durante la epidemia de cólera que flageló Roma en 1868, Pío IX dispuso particulares ayudas para los judíos afectados y asignó once medallas de plata a los médicos judíos que se habían caracterizado por su abnegación.

Las aperturas introducidas por Pío IX hacia los judíos fueron tales que, en el Consejo de Administración del Banco del Estado Pontificio, una de las figuras de relieve fue el señor Emanuele Alatri, exponente de la comunidad judía.

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ZENIT Staff

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