¿Por qué la Iglesia en Guatemala pide recuperar la memoria?

Responde monseñor Álvaro Leonel Ramazzini, obispo de San Marcos

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ROMA, 1 junio 2001 (ZENIT.orgAVVENIRE).- «Esperanza y un compromiso más profundo aún como obispo». Estas son las dos convicciones que se lleva en la maleta de regreso a Guatemala monseñor Álvaro Leonel Ramazzini, tras el encuentro con Juan Pablo II que ha mantenido junto a los demás obispos del país en visita «ad limina»

El obispo de San Marcos, diócesis situada a 250 kilómetros de Ciudad de Guatemala, entre Chiapas y el océano Pacífico, ha sido testigo de los 36 años de guerra civil que ha vivido el país. Heridas que todavía no se han cerrado después de cinco años de paz firmada.

«El Papa ha fortalecido nuestra voluntad para seguir adelante junto al pueblo guatemalteco –continúa explicando el prelado de 53 años– y ha alentado nuestro trabajo al servicio de la verdad».

Verdad como la que todavía se esconde tras la muerte del monseñor Juan Gerardi, obispo auxiliar de la Ciudad de Guatemala, asesinado en abril de 1998, dos días después de haber publicado «Guatemala, nunca más», el informe sobre los crímenes perpetrados durante la guerra civil. Una reivindicación que presentó el mismo Papa a la justicia del país en su discurso a los prelados guatemaltecos (Cf. Zenit, 29 de mayo de 2001).

«El proceso a los presuntos asesinos de monseñor Gerardi está todavía en curso –dice monseñor Ramazzini–, pero no sabemos cuál será el resultado; estamos a la espera. A la necesidad de saber la verdad le sigue la justicia».

–¿Tienen confianza en la Justicia guatemalteca?

–Monseñor Ramazzini: Creemos que la justicia es un ideal a alcanzar. No creemos que en este momento, en Guatemala, el sistema judicial funcione adecuadamente. No es sólo una opinión de la Conferencia Episcopal Guatemalteca. Hace pocos días vino al país el relator especial de las Naciones Unidas para verificar si las recomendaciones dirigidas al gobierno habían sido aplicadas. Por desgracia, el análisis no era alentador. Sólo se habían aplicado algunas pocas medidas: la justicia no es un ideal que involucra a todos los guatemaltecos.

–¿Cuál es la herencia que ha dejado monseñor Gerardi?

–Monseñor Ramazzini: Queda su testimonio de vida, su defensa de los derechos humanos, su coherencia con la palabra de Jesús, la sabiduría para evaluar la situación de Guatemala: tenía una gran agudeza para analizar la realidad.

–¿Por qué sigue insistiendo la Iglesia en la recuperación de la memoria?

–Monseñor Ramazzini: Por varias razones. Para que no vuelva a suceder, como decía el título del informe de monseñor Gerardi; para que las nuevas generaciones sepan lo que ha sucedido y saquen una lección para afrontar el futuro; pero sobre todo porque gran parte de la población de Guatemala no ha podido expresar el dolor y el sufrimiento vividos durante la guerra.

Además hay que tener en cuenta a los desaparecidos. Sabemos que fueron enterrados en cementerios clandestinos. Queremos ayudar a los familiares a encontrar los cuerpos de sus seres queridos y darles una sepultura digna.

–El Papa ha insistido en el papel que la Iglesia puede desempeñar en el proceso de reconciliación nacional. ¿Cómo evalúa la situación?

–Monseñor Ramazzini: Ha aumentado, en este sentido, la preocupación. Ciertamente la situación ha cambiado, ya no se da un conflicto armado, pero las causas estructurales que llevaron a la guerra civil siguen estando ahí: pobreza, impunidad, falta de un liderazgo autorizado, inseguridad e insatisfacción social. Un 80% de la población vive en condiciones difíciles y el 60% de estas personas vive en extrema pobreza. El poder económico del país está en pocas manos. Es necesario compartir de manera solidaria esta riqueza con el resto de la población.

Por último hay que tener en cuenta la herencia más dura de estos años de guerra: la violencia. Nosotros, los obispos, la hemos llamado «violencia institucional».

–¿Cómo trata de cicatrizar la Iglesia estas heridas?

–Monseñor Ramazzini: Tratamos de denunciar las situaciones de clara injusticia. Somos la voz de quienes no pueden hablar. En todas las diócesis hay una oficina para el respeto y la defensa de los derechos humanos y estamos profundamente involucrados en un trabajo de promoción de la dignidad de la persona humana. Pero al mismo tiempo, tenemos abierto un canal de comunicación con el gobierno, tratando de sensibilizar a la opinión pública mundial sobre los problemas de Guatemala, para que la comunidad internacional no deje de vigilar.

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ZENIT Staff

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