¿Por qué no regresaron 23 jóvenes católicos cubanos de Toronto?

La Iglesia católica en la isla se interroga

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MIAMI, 22 octubre 2002 (ZENIT.org).- La Iglesia en Cuba se pregunta por qué 23 jóvenes católicos del país que participaron en las Jornadas Mundiales de la Juventud (23 al 28 de julio) de Toronto no han regresado a su patria.

No regresaron siete jóvenes de Holguín, cinco de Santiago, cuatro de Pinar del Río, tres de Bayamo-Manzanillo, dos de Matanzas y dos de La Habana. Los jóvenes de las Diócesis de Ciego de Avila, Santa Clara, Cienfuegos, GuantánamoBaracoa y Camagüey regresaron todos.

«¿Qué había pasado?», se pregunta el padre Willy Pino, de la diócesis de Camagüey, en un artículo publicado por el Boletín diocesano de su diócesis y por la última edición de «La voz católica», mensual en español de la arquidiócesis de Miami.

«No queremos apresurarnos y concluir fácilmente que se quedaron únicamente por motivos económicos o familiares o por presiones de cubanos residentes en el exterior. Queremos ir más a fondo», responde el sacerdote.

«A estos jóvenes que decidieron quedarse, la Iglesia no los va a considerar malos cristianos, malos cubanos, desertores o traidores –sigue diciendo–. Respetamos su decisión. Ellos siguen siendo para nosotros hijos muy queridos, y mucho le agradeceremos siempre el dedicado trabajo que hicieron en sus comunidades».

«La Iglesia no los condena, pero tampoco los felicita por su decisión –añade–. Y les hace saber que lo que hicieron, aun cuando consideraron que tenían razones para hacerlo, no se hace y no se puede aplaudir. Debieron haber pensado en muchas cosas más».

«Sobre lo sucedido debemos reflexionar nosotros y los que guían a los jóvenes en nuestro país –añade el padre Pino–. ¿Será que no les estamos dando a nuestros jóvenes todo lo que ellos realmente necesitan y desean?, ¿será que no les damos “alma”?».

«Quizás a estos 23 jóvenes debemos pedirles perdón por las veces que se sintieron tratados por sus mayores como “medios básicos”, obligados siempre a estar a su servicio, a cumplir órdenes, a tener que estar “eternamente agradecidos” a todo lo que se hizo por ellos», sigue diciendo el sacerdote.

«En el orden personal –confiesa el presbítero–, mucho me ha cuestionado una frase pronunciada entre los que regresaron: “por primera vez en mi vida me he sentido tratado como persona”. Considero que la velada acusación encerrada en la frase es también para mí».

«Tenemos que oír a los jóvenes, dejar que expresen libremente sus opiniones, sentarnos con ellos, valorar sus criterios. Debemos buscar el “perder el tiempo” con ellos», propone como lección de lo sucedido.

«Cuando visitó nuestra Patria, Juan Pablo II les abrió a ellos su corazón en la misa de Camagüey, y los llamó a “construir una sociedad nueva, donde los sueños más nobles no se frustren y donde ustedes puedan ser los protagonistas de su historia” –concluye el padre Willy Pino–. La Iglesia cubana no se dejará desanimar en su decisión de apostar por los jóvenes».

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ZENIT Staff

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