Por su fe, todos los cristianos tienen un papel para acabar con la explotación de la mujer

Alerta el padre Oreste Benzi, participante en el Congreso en el Vaticano sobre el fenómeno

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ROMA, jueves, 23 junio 2005 (ZENIT.org).- Para afrontar el fenómeno de la prostitución, todos los cristianos –no sólo algunos sectores de la Iglesia– deberían «tomar conciencia de su gran responsabilidad de acuerdo con la fe que tienen», propone el sacerdote italiano Oreste Benzi, quien ha intervenido en el I Encuentro Internacional de Pastoral para la liberación de las mujeres de la calle (Vaticano, 20 y 21 de junio).

Ha sido una iniciativa del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes orientada a la cooperación, con cierta coordinación, de las fuerzas ya comprometidas en primera línea en ayudar pastoralmente a las mujeres en condiciones de dificultad, un problema que abarca «desde el drama de la prostitución, de la explotación, al tráfico de mujeres y al turismo sexual».

Cada año, la vida de un millón de personas queda sacudida por el tráfico de seres humanos. Medio millón de mujeres procedentes de Europa oriental son esclavizadas y obligadas a prostituirse en las calles de Europa occidental.

«Pero ninguna mujer nace prostituta; hay siempre alguien que hace que se convierta en eso. Quien calla sobre las injusticias es cómplice de ellas», expresa el padre Benzi, quien fundó hace tres décadas la Comunidad del Papa Juan XXIII.

Se trata de una asociación internacional privada de fieles de Derecho pontificio que se dedica de manera especial a la atención material y espiritual del mundo de la marginación en Italia, Zambia, Tanzania, Kenia, Sierra Leona, Brasil, Chile, Bolivia, Rusia, Bangladesh, Croacia, México y Kosovo.

Entre las múltiples causas del fenómeno de la prostitución se podrían citar tres: pobreza, ignorancia y soledad. El problema hay que afrontarlo mediante una sinergia de las fuerzas del orden y sobre todo con un compromiso pastoral de la Iglesia a través de iniciativas relativas a la acogida, la asistencia y la recuperación social de la mujer, como subrayó el padre Benzi el martes, al intervenir en el encuentro, profundizando en los contenidos de una «Pastoral de la redención y de la liberación».

«Ante todo los cristianos deben tomar conciencia de su gran responsabilidad, en virtud de la fe que tienen: actualmente esto se limita a algunos sectores de la Iglesia y no se hace por toda la Iglesia», explicó el padre Benzi a los micrófonos de «Radio Vaticana».

«Si la Iglesia se hace consciente, tanto de lo que nos viene por la Palabra de Dios como de lo que se nos dice por la palabra de nuestros maestros, nuestros obispos y el Papa, ante todo debería ser un fuego encendido que caldee a estas criaturas», añadió.

En cuanto a las líneas maestras de la pastoral en este campo, para el sacerdote italiano «hay que elegir suprimir la prostitución esclavizada y después iluminar a quienes fueran eventualmente liberadas. La realidad actual es que no existe ya prostitución libre». Para el padre Benzi, tienen un papel clave «para una liberación de estas criaturas» «el párroco y los movimientos eclesiales».

Despertar la conciencia cristiana es, por lo tanto, el camino fundamental que hay que seguir, apunta el padre Benzi. Aunque las batallas para vencer esta plaga son aún demasiadas, en cualquier caso es fundamental defender los derechos de la mujer, víctimas de este drama, y darles la posibilidad de esperar en un futuro mejor.

Ya el arzobispo Agostino Marchetto –secretario del dicasterio organizador–, al introducir los trabajos del Encuentro Internacional, afirmó: «Sabemos que tenemos una responsabilidad pastoral hacia quien comercia con el propio cuerpo que debemos traducir en acogida, recuperando la persona a la dignidad, también a través de nuestras instituciones y las familias».

Pero también es necesaria «una ayuda económica, educativa, formativa, con vistas a una socialización recuperada», apuntó, según recoge el portal juvenil, Giovani.org.

«La prostitución no significa una opción fácil, ligera, de placer, sino que frecuentemente oculta un dolor, una herida, un sufrimiento con el que se convive para… sobrevivir», recalcó el prelado.

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ZENIT Staff

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