Portavoz vaticano: La comunicación puede dar a la globalización una dimensión positiva

El padre Federico Lombardi interviene en la sesión de estudio de «Pax Romana»

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ROMA, miércoles, 23 mayo 2007 (ZENIT.org).- Se puede construir un mundo mejor y dar a la globalización una dimensión positiva a través de la comunicación si ésta opta por los valores que le dan sentido, advierte el portavoz vaticano.

El padre Federico Lombardi SJ, director de la Oficina de Información de la Santa Sede, afrontó el tema en la intervención de clausura, el martes en Roma, de la sesión de estudio organizada por el 60º aniversario de la federación «Pax Romana» (www.paxromana.org).

«La Santa Sede: una cara de otra globalización – un rostro que hay que anunciar y comunicar» fue el tema que dio pié al también director de «Radio Vaticana» para lanzar desafíos fundamentales para el comunicador, en particular al cristiano, en el contexto de la globalización, cuyo proceso tiene como parte clave las comunicaciones sociales.

Y es que existe «un flujo intenso y rapidísimo de comunicaciones, de informaciones, un flujo que se acelera continuamente por el desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación», y «lo que sucede en un punto del planeta puede conocerse en unos momentos en todo el mundo», recordó el padre Lombardi.

Igualmente «el flujo de las comunicaciones influye en la mentalidad, actitud y comportamiento de la gente» –señaló–, como es el caso de «los países en vías de desarrollo», en los que «se pueden ver por televisión y se pueden recibir noticias por Internet» con «modos de vida, de consumo y de pensamiento, de cambios de las ideas morales y culturales en los demás países del mundo».

«Por lo tanto nacen inmediatamente movimientos de cambio de la mentalidad, de la cultura, de las expectativas, nace un impulso a nuevos modelos de vida, a comportamientos morales distintos, a la migración hacia otros países».

De este modo, subrayó, «la comunicación social influye en la realidad de la vida en el mundo sobre el proceso concreto de la globalización», recalcó el director de la Oficina de Información de la Santa Sede.

Sombras que se pueden y se deben iluminar

Muchos aspectos de este proceso de la comunicación social «son ambiguos y negativos», y el padre Lombardi señaló la importancia de tomar conciencia de ellos.

«Para llamar la atención en el inmenso flujo de la comunicación, existe un impulso cada vez más fuerte a la sensación, al «scoop», a la búsqueda del impacto», «a llegar los primeros con la información, aún con riesgo de dar información no precisa o no verificada», ejemplificó.

Igualmente se registra en la comunicación el impulso «a insistir sobre los conflictos, sobre la dialéctica, sobre las oposiciones, tanto en las relaciones personales y familiares, como en las relaciones sociales y políticas, y entre las naciones», todo ello –añadió– sumado a «una fragmentación, una ruptura del tejido cultural de las referencias morales a las que los pueblos están acostumbrados».

Hay grandes desequilibrios también en el mundo de la información, «tanto sobre la posibilidad de recibir información, como en la posibilidad de dar información y de hablar desde el punto de vista de los pobres, y no sólo de los ricos y poderosos», lamentó el sacerdote.

Ante este panorama, puede surgir cierto pesimismo sobre la globalización en las comunicaciones sociales; sin embargo la Iglesia «tiene una actitud fundamentalmente positiva y optimista en la globalización desde el punto de vista de la comunicación», y busca «ayudar a ver las posibilidades positivas e insistir en éstas para usarla bien», recalcó.

La comunicación –en la perspectiva de la Iglesia– puede y debe servir para que la persona sea «más libre y responsable gracias al conocimiento del mundo en el que vive y de su situación» –insistió el portavoz vaticano–; es una posibilidad de crecimiento de la persona, de la comunidad, de la sociedad, y de la Iglesia misma.

Y el propio crecimiento de la comunicación «permite más participación en la vida comunitaria, permite que crezca la democracia, que crezca el sentido de interdependencia entre los pueblos, que se abran horizontes de solidaridad», destacó.

Claves para la comunicación constructiva

Pero ¿cómo hacer una comunicación para el mundo de hoy, a fin de dar a la globalización una dimensión positiva? El padre Lombardi respondió a este interrogante subrayando algunos valores fundamentales que deben caracterizar esta actividad.

Ante todo señaló la necesidad de «la verdad». «Quien trabaja en la comunicación social sabe que no es en absoluto obvio decir siempre la verdad y buscar siempre la verdad» –apuntó–; «la búsqueda de la verdad es una tarea continua y difícil, no sólo en las grandes comunicaciones de los medios, sino también en nuestras comunicaciones personales».

Por otro lado se necesita «una visión de la realidad que conserve la dimensión espiritual y religiosa» -añadió-, porque la realidad no existe sólo en el «aspecto material», aunque se insista en hablar «sólo, o principalmente, de los aspectos materiales de la vida» y no se reconozca «la importancia de los hechos morales o espirituales en la vida».

«Otro punto que he sentido y aprendido como fundamental trabajando con la Santa Sede en la comunicación –reconoció– es el respeto de la variedad y de la riqueza de las diversas culturas contra los modelos culturales que aplanan el mundo entero y contra el colonialismo cultural que somete a los más pequeños y sigue difundiendo los modelos de los países más ricos y poderosos».

Se trata –considera– de «defender la variedad, la identidad de los diversos pueblos y naciones y dar a entender que ésta es una riqueza que hay que compartir con todos» «para poder ser una familia en la que los propios valores son compartidos».

Y en esto Juan Pablo II fue un «grandísimo maestro»: cuando llevó a sesenta el número de felicitaciones en los distintos idiomas en Pascua y Navidad «demostraba comprender esto y querer expresarlo eficazmente aunque fuera sólo con dos palabras; y el mundo lo entendía», señaló el padre Lombardi.

Asimismo, «debemos comunicar por la justicia», prosiguió, aludiendo, por ejemplo, a las «guerras olvidadas».

Y también es necesario «comunicar por la paz», comunicar «no para dividir, sino para unir», «siempre para favorecer la compresión, las razones del diálogo y de la unidad», propuso el portavoz vaticano.

«Otro tema de nuestra comunicación es el de la caridad y la esperanza», advirtió; «vivimos en un mundo en que las noticias negativas son innumerables», pero «hay inmensamente más cosas buenas e importantes a nuestro alrededor de lo que a primera vista percibimos y pensamos».

Y «una comunicación cristiana –puntualizó el padre Lombardi- debe insistir en dar las noticias buenas que ayuden a valorar el deseo de bien que existe en lo profundo de cada uno de nosotros, aunque esté desilusionado y cansado».

Recordó la muerte de Juan Pablo II como el «el hecho mediático [en estos últimos tiempos] más importante», y éste «ha sido un hecho bello, positivo y gran parte de la humanidad ha entendido el valor del testimonio cristiano y lo ha vivido como una invitación a la dignidad, a la esperanza y a la unidad».

«Creo que a través de una comunicación hecha con estos valores» «podemos contribuir a construir un mundo mejor y dar a la globalización una dimensión positiva», concluyó.

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ZENIT Staff

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