Portavoz vaticano: Navidad, tiempo de diálogo con los no creyentes

Comenta la propuesta del Papa de diálogo con ateos y agnósticos

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 24 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- También es Navidad para los no creyentes, constata el portavoz vaticano al comentar la propuesta de Benedicto XVI de crear espacios de diálogo en la Iglesia con agnósticos y ateos.

El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha dedicado el editorial de estas fiestas de «Octava Dies», semanario del Centro Televisivo Vaticano, a comentar el balance del año 2009 que trazó el Papa junto a sus colaboradores de la Curia Romana (Cf. ZENIT, 21 de diciembre de 2009)

El obispo de Roma concluía su análisis afirmando que «al diálogo con las religiones hay que añadir hoy sobre todo el diálogo con aquellos para quienes la religión es algo extraño, para quienes Dios es desconocido y que, sin embargo, no querrían quedarse simplemente sin Dios, sino acercarse a él al menos como Desconocido.».

El padre Lombardi aclara que «viviendo en un mundo ampliamente secularizado, en el que la fe parece algo cada vez más difícil, son palabras que necesitábamos».

«El Papa recuerda que Jesús expulsó con pasión los negocios materiales en una gran parte del templo, llamada ‘de los gentiles’, de los dioses no pertenecientes al pueblo judío, precisamente para que pueda ser un lugar de oración abierto a quienes ‘conocen a Dios, por así decir, sólo de lejos; que no se contentan con sus dioses, ritos, mitos; que buscan al Puro y al Grande, aunque Dios siga siendo para ellos el Dios desconocido’«.

«El Papa ha logrado dar a entender que ‘los creyentes debemos llevar en nuestro corazón a las personas que se consideran agnósticas o ateas’; respetando su libertad de pensamiento y de voluntad, respetando el hecho de que no quieren ser consideradas como ‘objeto de misión’ por parte nuestra».

«Nuestras palabras no siempre dan a entender este respeto –reconoce el padre Lombardi–. Y, sin embargo, tienen que sentirse, como individuos y comunidades, cordialmente cercanos, amigos expertos a la hora de reconocer el continuo retorno de la pregunta sobre Dios como esencial para la existencia humana, de una nostalgia profunda de amor y de luz».

«Que la contemplación de la Encarnación, que es al mismo tiempo revelación y misterio, nos eduque en esta doble amistad con Dios y con el hombre que no le conoce», concluye.

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ZENIT Staff

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