Posición de la Santa Sede ante la crisis israelo-palestina

Habla el hombre del Papa para las relaciones con los Estados

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

CIUDAD DEL VATICANO, 11 abril 2002 (ZENIT.org).- El arzobispo Jean-Louis Tauran, Secretario vaticano para las Relaciones con los Estados, sigue de cerca en nombre del Papa lo que está sucediendo en Tierra Santa y en particular en Belén, en constante contacto con el nuncio apostólico en Israel el arzobispo Pietro Sambi.

La agencia misionera de la Santa Sede Fides ha distribuido el jueves esta entrevista concedida por el arzobispo francés a la agencia de noticias «I. Media».

–¿Cuál es la situación en la Iglesia de la Natividad en Belén después de 9 días de asedio?

–Arzobispo Tauran: El problema en la basílica es muy serio, especialmente desde el punto de vista humanitario, porque cerca de 250 personas –la mayoría palestinos armados, más 30 franciscanos, 4 franciscanas, 5 monjes griego-ortodoxos y 9 monjes armenios– están encerradas en el convento franciscano. El nuncio apostólico en Israel está prestando toda su atención a esta situación. Se ha hablado de un plan de la Santa Sede para resolver la crisis. Yo prefiero hablar en términos de urgente acción humanitaria.

–¿Qué solución propone la Santa Sede para resolver la situación de Belén?

–Arzobispo Tauran: La Santa Sede no ha propuesto soluciones técnicas, pero podemos compartir algunas ideas. Por ejemplo, se puede pensar en constituir una comisión mixta, compuesta por representantes israelíes y palestinos, con el fin de negociar el retiro de las personas en el interior de la basílica. Si ambas partes lo exigen, la Santa Sede podría ofrecer su ayuda, dado que goza de cierta credibilidad: la fuerza de la autoridad moral de Juan Pablo II.

–Al quedarse en el convento, después de la irrupción de los palestinos armados, los franciscanos parecen haber tomado una posición a favor de los palestinos, temiendo que el ejército israelí mate a estos militantes. ¿Cuál es la posición de la Santa Sede?

–Arzobispo Tauran: Los franciscanos insisten en que ellos no son rehenes y que permanecen en su convento porque quieren ser fieles a su vocación. Durante siglos, los Papas les confiaron la salvaguardia de los santos lugares. Todos los santos lugares de las tres religiones monoteístas deben ser inviolables. Pero, por lo que se refiere a los santuarios católicos en particular, a la tradición se añaden empeños precisos, garantizados por el derecho internacional.

Tanto los israelíes como los palestinos han establecido un acuerdo bilateral (con la Santa Sede) en el que aceptan mantener y respetar el status quo de los santos lugares cristianos y los derechos respectivos de las comunidades cristianas.

Para explicar la gravedad de la situación actual, permítame destacar el hecho de que la ocupación de los santos lugares por hombres armados es una cuña en la larga historia del estatuto de estos lugares. Desde el tiempo de la época otomana hasta hoy dichos lugares nunca fueron ocupados por hombres armados, y mucho menos durante tanto tiempo. Hoy hemos llegado a la trágica situación en que ambas partes continúan insistiendo en que tienen razón.

Encontrar una solución se ha hecho urgente. Ciertamente, es comprensible que el Estado de Israel tenga que defenderse del terrorismo. Nadie puede justificar el terrorismo, bajo ninguna forma. El problema es la respuesta. Demasiadas veces la gente paga el precio de la operación. Es necesario que la legítima respuesta sea aplique con medida. Es una cuestión de proporcionalidad entre el mal que combatir y los medios que se usan.

La comunidad internacional ha repetido muchas veces su voluntad de ver en convivencia a estos dos Estados. Esta es, más allá del debate, la única solución imaginable a este conflicto. No hay otra solución que pueda asegurar la paz entre los dos pueblos y la paz en la región.

–¿Es posible imponer una fuerza internacional de paz?

–Arzobispo Tauran: La implicación de una tercera parte parece necesaria cada día más para ayudar a los contendientes a abandonar el lenguaje de la guerra, a volver a mirarse, a readquirir la confianza recíproca, a sentarse en torno a una mesa. En cuanto a la forma eventual y a la estructura de una solución es mejor dejar esto a los juristas, porque no es fácil buscar soluciones jurídicas prefabricadas en esta región… Lo importante es tener una presencia imparcial y amistosa. Tengo la impresión de que cada vez más personas están convencidas de la sabiduría de esta sugerencia, expresada por la Santa Sede ya en noviembre del año 2000.

–¿Cómo está reaccionando Juan Pablo II ante la situación?

–Arzobispo Tauran: La Nunciatura apostólica en Israel y la Secretaría de Estado mantienen informado al Papa, día tras día, sobre el desarrollo de la situación. Los problemas sobre los que hemos hablado son objeto de su constante oración. En diversas ocasiones ha ilustrado su posición: respeto del otro y de sus legítimas aspiraciones, aplicación de los acuerdos internacionales, retiro de los territorios ocupados; un estatuto internacionalmente garantizado para todos los lugares más santos de Jerusalén.

Estas son las condiciones indispensables para llegar a un inicio de pacificación y para romper el círculo infernal del odio y de la venganza. El Papa mismo, al inicio del año, decía al Cuerpo Diplomático: «Los unos contra los otros, israelíes y palestinos, no vencerán la guerra; los unos con los otros pueden alcanzar la paz».

Es importante también recordar que, para la Santa Sede, la diplomacia no es un fin en sí mismo. Es un medio del que se sirve para hacer prevalecer el derecho y los valores espirituales en la vida internacional. A esto hay que añadir, para nosotros, cristianos, el deber de rezar por todos, para que no falten nunca el respeto a la vida y el sentido del hombre.

–Los cristianos en esa región se encuentran entre dos fuegos y sienten la tentación de abandonar su país…

–Arzobispo Tauran: Pienso que debemos ser realistas. Si se vive en una situación de guerra, no se puede pedir a todo un pueblo el heroísmo. La tentación de partir es grande, al menos para quienes tienen la posibilidad de hacerlo. Pero el papel de los obispos y de los sacerdotes consiste en decir a estos cristianos que su vocación es la permanencia. Creo que sería terrible tener una Tierra Santa despoblada de cristianos, presentes allí desde hace siglos.

Para evitarlo hay que crear condiciones de vida que les devuelvan la confianza en el futuro: paz permanente, condiciones de alojamiento y de trabajo aceptables. Y añadiría la necesidad de vivificar siempre la comunión eclesial, porque una comunidad cristiana, unida en torno al Papa y a los obispos, es el mejor antídoto contra la desesperación.

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación