Premio a Anna, que supo abrirse a la vida

Decidió tener a sus dos gemelos tras la muerte del novio

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PALERMO, 8 mar 2001 (ZENIT.org).- Anna, apenas embarazada, perdió a su novio en un accidente de motocicleta. Pensó abortar. No fue así porque encontró una mano tendida en el camino. Hoy, ha recibido en Palermo el premio nacional «Universo Mujer», dado por la asociación «Primosole» a trece mujeres señaladas en el campo social, cultural y empresarial.

«Los gemelos tienen los ojos de Piero –dice Anna– mientras los ve gatear por la alfombra. Es como si él siguiera viviendo en ellos».

Cuando supo la noticia de la muerte de Piero, dejó de comer y decidió cortar el hilo con su pasado. Iba con la cabeza gacha hacia el hospital, en el que ya tenía cita para interrumpir el embarazo. En ese momento vio un lazo azul anudado en la reja de un convento. En Italia, es signo del nacimiento de un niño varón (si es niña es rosa) y se coloca a la entrada de la casa para anunciar el feliz acontecimiento a los vecinos.

Vio un cartel: «Cuna por la vida» y se le encogió el corazón. Se paró, llamó a la puerta y su vida cambió.

El premio de hoy «es un signo –dice Rosa Rao, profesora de literatura que hace voluntariado en el convento– . Este reconocimiento premia simbólicamente a todas las mujeres que como yo luchan por la vida».

Fue suya la idea de poner en marcha el servicio de la «Cuna», una transformación del antiguo «torno de los conventos» que, en Italia, dejó de funcionar en 1923, pero que durante siglos salvó a un número incontable de recién nacidos, abandonados por la miseria o el «deshonor» de costumbres trasnochadas.

La «Cuna» entronizada, con ceremonia y todo, tras el muro de la casa de las hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, tiene un sofisticado sistema de seguridad y alarma que salta apenas el bebé es depositado en la cunita.

La custodia de la canastilla es sor Luisa Capozzi, que coordina un centro social en el difícil barrio de la Noce: «Cada día se para alguien a pedir información. Los niños ven el lazo y quieren saber. A las madres les pica la curiosidad y preguntan. El año pasado, cinco mujeres embarazadas han sido tocadas por este mensaje de esperanza y nos han contado su drama. Habían decidido abortar por problemas económicos. Problemas muy corrientes en este barrio. Y sin embargo han cambiado de idea».

Las religiosas, con canastillas y biberones siempre a punto, echan una mano a todas las que lo piden.

Trabajan en colaboración con el Centro de Ayuda a la Vida que, cada día, entra en contacto con historias tristes como la de Anna, quien ahora está a punto de casarse con un joven que ha conocido y que quiere cuidar de los gemelos, que serán bautizados después de Pascua.

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ZENIT Staff

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