Presidente del episcopado nigeriano: El conflicto de Yelwa es una «guerra entre pobres»

Más de doscientas víctimas por el choque entre los Tarok y los Fulani, estima el gobierno

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LAGOS, martes, 11 mayo 2004 (ZENIT.org).- El presidente de la Conferencia Episcopal de Nigeria, monseñor John Olorunfemi Onaiyekan, aclaró el sábado que razones político-económicas llevaron a los enfrentamientos que la semana pasada dejaron en la pequeña localidad de Yelwa (provincia de Jos, capital del Estado nigeriano de Plateu) más de 200 muertos –según estimaciones oficiales–.

«Es demasiado simplista definir estos enfrentamientos como “conflicto de religión”», explicó el arzobispo de Abuja a «Misna».

«Es una guerra entre pobres y el verdadero problema no es religioso, sino político-económico –advirdió–. Hay grupos étnicos que proceden de otras zonas y que se han asentado sucesivamente en la zona de Jos, pero siguen siendo considerados como “extranjeros”».

Plateau, uno de los 36 Estados de la Federación nigeriana, está habitado predominantemente por agricultores, cuyas franjas extremistas consideran «colonizadores» a los pastores nómadas de etnia Fulani, con quienes se disputan el uso de las tierras.

El balance oficial y definitivo difundido por el gobierno en las últimas horas eleva a más de 200 la cifra de fallecidos en el choque en Yelwa entre grupos armados pertenecientes a los Tarok –una etnia de agricultores sedentarios, cristianos— y a los Fulani, pastores nómadas de credo musulmán.

Del relato del párroco de Yelwa se desprende que el conflicto estalló el domingo 2 de mayo, cuando un grupo armado de jóvenes Fulani entró en un pequeño pueblo cercano habitado en su mayoría por Tarok. A su llegada, los pastores se trasladaron a una de las iglesias y tocaron la campana para convocar a los files: en cuanto algunos jóvenes Tarok salieron de sus casas los otros abrieron fuego.

Expulsados del pueblo, los Fulani se retiraron a Yelwa, seguidos por un grupo de Tarok enfurecido y en espera de una excusa para atacar Yelwa, de donde en meses pasados los agricultores fueron echados al término de sangrientos enfrentamientos con los Fulani.

De acuerdo con monseñor Onaiyekan «lo ocurrido no es un caso aislado, sucede en muchas otras partes de Nigeria», si bien estos incidentes «son un fenómeno bastante reciente» porque «durante muchos años comunidades de diferente etnia y religión han convivido pacíficamente».

«Creo que el gobierno tiene al menos algunas responsabilidades en el desorden de nuestro país –añade el prelado— y que sobre todo a nivel local no representa al pueblo ni es capaz de intervenir con eficacia cuando se producen incidentes como en el Estado de Plateau».

Monseñor Onaiyekan explica que en Nigeria, por ejemplo, «los Ibo y los Oruba, originarios de las zonas meridionales del país, aún son considerados “extranjeros” en el norte, incluso después de varias generaciones».

Por ello «como obispos pedimos que se defina el sentido de la ciudadanía nigeriana, de forma que se pueda elegir libremente el propio domicilio», subraya.

Recuerda además que en el complejo puzzle étnico-social de Nigeria –es el país más poblado de África con 120 millones de habitantes, musulmanes en el norte y cristianos y animistas en el sur— hay que tener en cuenta la «clásica y antigua rivalidad entre agricultores sedentarios y ganaderos nómadas».

De hecho «una vaca que invada el terreno cultivado de un agricultor y perjudique la cosecha puede convertirse en una causa de guerra», subraya.

En cualquier caso, la Iglesia Católica en Nigeria ha rechazado las noticias de la prensa local a propósito de presuntas «milicias cristianas» que habrían organizado los ataques contra la comunidad musulmana en Yelwa.

En un comunicado difundido a través del «Catholic Information Service for Africa» (CISA), el padre Felix Ajakaye, director de Comunicaciones Sociales de la Conferencia Episcopal nigeriana, declara que nunca ha tenido lugar ningún ataque coordinado por cristianos: «Se dan noticias sobre la presunta existencia de “milicias cristianas” y genocidios en Nigeria: por lo que sabemos, no es en modo alguno evidente la existencia de tales grupos».

En cuanto a los protagonistas del suceso de Yelwa, el arzobispo de Jos (capital de Plateau) –monseñor Ignatius Ayau Kaigama– advirtió que esos «grupos armados no están formados sólo por cristianos o musulmanes: esta forma de simplificar el complicado contexto nigeriano no sólo es errónea, sino que es perjudicial».

«Existen diferencias étnicas y culturales entre los dos grupos que habitan y utilizan para vivir la misma tierra –aclaró el prelado–. Se trata de una venganza, de un tipo de guerrilla en la que concurren varios elementos que juntos corren el riesgo de crear una mezcla explosiva».

«Lo que ha ocurrido estos días es la loca respuesta al ataque igualmente loco perpetrado por los Fulani hace algunos meses contra los Tarok y que obligó a estos últimos a dejar Yelwa», confirmó.

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ZENIT Staff

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