Presidente maltés: El Papa traerá una “renovación espiritual”

Entrevista a George Abela ante el próximo viaje apostólico

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LA VALETA, jueves 25 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- La visita del Papa que llevará a Malta “una renovación espiritual entre los fieles”; las esperanzas y las expectativas del viaje que Benedicto XVI realizará a la isla el 17 y 18 de abril, con motivo del 1950º aniversario del naufragio de san Pablo.

Las raíces cristianas de Malta y su función en la Unión Europea, pero también el fenómeno, delicado y al mismo tiempo problemático, de la inmigración, y la política de la isla. Y un comentario sobre la decisión del Tribunal Europeo de vetar los crucifijos en las aulas escolares.

El presidente de la República de Malta, George Abela, habla a ZENIT en esta entrevista en profundidad, en la vigilia de la tan esperada visita del Santo Padre.

– El Papa Benedicto XVI visitará Malta por primera vez. ¿Con qué sentimientos de esperanza y de expectación acogerá su país al Pontífice?

George Abela: La mayor parte de los malteses se considera católica y muchos todavía son practicantes, como se desprende de las estadísticas sobre la participación en las misas.

Al Papa Benedicto XVI, por tanto, como cabeza de la Iglesia católica y Vicario de Cristo, se le considera nuestro pastor espiritual.

La visita del Papa deberá contribuir a una renovación espiritual entre los fieles y dar la oportunidad los jóvenes malteses de poderse reunir con él en persona y conocerlo mejor.

Esperamos que las enseñanzas del Pontífice, como los contenidos de las tres encíclicas, se difundan más entre la población.

Consideramos esas enseñanzas importantes, no sólo para los católicos, dado que los valores representados por el Papa trascienden espacio y tiempo.

– ¿Qué piensa de las raíces cristianas de Malta? ¿Considera que pueden ser despertadas por la visita del Pontífice, en el aniversario del desembarco de san Pablo?

George Abela: Malta ha sido cristiana y la cultura europea lo es desde hace siglos: nuestra fe, nuestras tradiciones y nuestras costumbres han sido forjadas por los valores cristianos.

En el pasado, la vida cotidiana -nacimientos, bodas, también los ritos asociados al fin de la vida- se centraban en la Iglesia y la fe religiosa.

Si bien hoy esto sucede en menor medida, los vestigios del pasado impregnan todavía nuestra vida moderna; aunque el árbol ha cambiado sus hojas, las raíces permanecen inmutables.

Aunque el Estado maltés es laico, muchas de nuestras leyes reflejan todavía los valores cristianos: la laicidad de un Estado no implica que no pueda existir cooperación con la Iglesia cuando se trate del bien común, como por ejemplo la cooperación en la expansión de las escuelas religiosas.

Confiamos que la visita del Papa pueda contribuir a hacer entender que la fe que san Pablo trajo a nuestras islas todavía es importante hoy, no sólo para la vida del espíritu, sino también para aquellos valores fundamentales e intemporales que pueden mejorar nuestra vida terrena.

– ¿Cuál es la función de Malta, hoy, en la Unión Europea?

George Abela: Malta es parte de Europa, no sólo geográficamente, sino también en lo que respecta a la cultura.

Hoy existe un amplio consenso sobre el hecho de que el lugar de Malta en la Unión Europea y su función son los de cualquier otro país miembro.

Sin embargo, creemos poder tener alguna tarea especial, como la de hacer todo lo posible para promover la paz y el diálogo entre los países y las culturas de la región mediterránea y trabajar para mejorar en todos los ámbitos las buenas relaciones de la Unión Europea con el mundo árabe.

Nuestras políticas nacionales reflejan esa función, creemos que nuestra posición geo-estratégica en el centro de este histórico mar, así como nuestros contactos con los Estados y las culturas del litoral meridional nos proporcionan el conocimiento que nos hace aptos para esta tarea.

Si después Malta pudiera ayudar a generar una aproximación más positiva a determinados valores fundamentales como la dignidad de la persona humana y la sacralidad de la vida humana, estaríamos contentos de asumir también esta tarea.

– El fenómeno de la inmigración y los desembarcos de inmigrantes clandestinos es un tema de fuerte discusión para muchos países. ¿Qué opina al respecto? ¿Cree que el Papa puede realizar una contribución para solucionar el problema?

George Abela: La inmigración ha alcanzado proporciones imprevistas y que en la situación actual son insostenibles.

Habría que hacer que se transforme en un fenómeno planificado y estructurado, si Europa quiere que sus futuras necesidades económicas impliquen a las personas llegadas de otros países.

La inmigración sin reglas desemboca a veces en condiciones de vida insatisfactorias para los mismos inmigrantes y en la desilusión respecto a lo que esta “tierra prometida” debería haberles ofrecido.

Es necesario que los países de origen de los inmigrantes cooperen con Europa para garantizar que la inmigración se produzca de una manera planificada, con la que se asegure, no sólo que los países europeos estén preparados para recibirles según las necesidades económicas y sociales, sino también que la dignidad de estos inmigrantes sea plenamente respetada.

En la situación actual, la mayor parte de los inmigrantes es víctima de organizaciones criminales sin escrúpulos cuyo objetivo no es el bienestar de los inmigrantes sino su explotación..

En estos momentos, Malta se está haciendo cargo de un peso totalmente desproporcionado respecto a sus recursos materiales.

Creemos que, como solución temporal, nuestra carga debe ser compartida con nuestros socios europeos, dado que se trata de un problema que no afecta sólo a Malta, sino a toda Europa.

Una solución más estable consistiría en ayudar a los países de origen de los inmigrantes a lograr un mayor desarrollo económico y una solución a sus conflictos internos que disminuya la necesidad de emigrar.

Creo que el problema de la inmigración, como drama político y también social y humano, interesa al Papa.

Su función, sin embargo, es la de enseñar los valores de la persona humana y que todos deben ser tratados con la dignidad que merece todo ser humano.

La Iglesia realiza una importante contribución en muchos países de los que proceden los inmigrantes, gestionando escuelas y hospitales que contribuyen al bienestar de las poblaciones y favorecen su desarrollo.

– ¿Qué piensa de la decisión europea de quitar el crucifijo de las aulas escolares? ¿Considera que el Tribunal puede legislar sobre materias que afectan a los derechos humanos, como la libertad religiosa?

George Abela: La sentencia del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos en base a la cual la presencia de los crucifijos en las escuelas viola los derechos humanos es, en mi opinión, desafortunada.

Un tribunal no está en el vacío: si el Tribunal de Estrasburgo se considera competente para decidir sobre esta materia -que a mi parecer no lo es-, al mismo tiempo debe considerar todos los aspectos de la cuestión, entre los cuales el principal es la sensibilidad religiosa europea, la historia, la cultura y la misma identidad de nuestro continente.

Gran parte de la población europea se considera todavía cristiana aunque no todos sean practicantes.

Además del significado religioso fundamental del crucifijo, la historia y la cultura europeas están indisolublemente ligadas a la historia del cristianismo, del cual el crucifijo es el símbolo más sublime.

La cultura europea tiene sus raíces en el cristianismo; algunas de las más grandes obras de arte y literatura han sido inspiradas por la fe y los valores cristianos.

El crucifijo no representa únicamente el símbolo fundamental de la importancia de los valores religiosos en la historia y en la cultura europea, sino que también
es un símbolo de unidad y solidaridad con toda la humanidad, un símbolo de tolerancia y no de exclusión o de negación de los derechos de los no cristianos y de los ateos.

La figura de Cristo crucificado encarna la compasión para todos los seres humanos e inspira una preocupación desinteresada por todos los que sufren.

La dignidad e inviolabilidad de la persona humana, desde el momento de la concepción hasta el fin natural de la vida, y el concepto del valor inestimable de la vida humana están simbolizados en el crucifijo, signo inequívoco de la cristiandad.

Cómo todo esto puede ser considerado ofensivo o que viola los derechos humanos, va más allá de mi comprensión.

El Gobierno de Malta, que refleja el sentimiento de la mayor parte de nuestro pueblo, está en radical desacuerdo con esta decisión y ha pedido al Tribunal Europeo de Derechos Humanos que tome nota de su apoyo a la apelación presentada por Italia.

[Por Silvia Gattas, traducción del italiano por Patricia Navas]

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ZENIT Staff

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