Les reunía la estatua de la Madonna peregrina de Fátima, llegada a Roma, que hizo resonar en el templo más grande de la cristiandad el mensaje que dejó a los pastorcillos portugueses en 1917.
«La devoción a la Virgen se expresa en la fe, en el amor cristiano, y en hacer de nuestra vida una existencia eucarística», dijo a los presentes el cardenal Camillo Ruini, vicario del Papa para la diócesis de Roma, según pudo seguirse a través de «Radio Vaticano».
Entre los presentes, había representantes de la Legión de María, de la Milicia de la Inmaculada, de Ayuda a la Iglesia Necesitada, y de la Renovación en el Espíritu Santo.
Al inicio del encuentro, tomó la palabra el conocido exorcista de la diócesis de Roma, el padre Gabriele Amorth, quien subrayó con ejemplos que la consagración a María es un medio para pertenecer más profundamente a Cristo.
Tras la adoración eucarística y el Rosario, dirigido por el arzobispo Angelo Comastri, vicario general del Papa para la Ciudad del Vaticano, tuvo lugar la solemne Celebración Eucarística presidida por el cardenal Ruini con el acto de consagración a la Virgen.
Antes de rezar este domingo el Ángelus, Benedicto XVI explicó a los peregrinos que «el corazón que más se asemeja al de Cristo es, sin duda, el corazón de María, su Madre Inmaculada, y precisamente por este motivo la liturgia la presenta a nuestra veneración».
«Respondiendo a la invitación dirigida por la Virgen en Fátima, encomendemos a su Corazón Inmaculado, que ayer contemplamos de manera particular, el mundo entero para que experimente el amor misericordioso de Dios y experimente la auténtica paz», añadió.
