Primer útero artificial, un paso hacia la deshumanización

Entrevista con el obispo Elio Sgreccia

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CIUDAD DEL VATICANO, 11 febrero 2002 (ZENIT.org).- Un representante de la Santa Sede manifestó este lunes la preocupación de la Iglesia católica ante el anuncio de la creación de un útero artificial que podría desarrollar embriones humanos fuera del cuerpo de una mujer.

Científicos del Cornell University´s Centre for Reproductive Medicine and Infertility de Nueva York han creado, según informaba el británico «The Observer», un prototipo de útero artificial en el que albergaron las células que forman la mucosa interna del útero femenino.

A continuación, el equipo, dirigido por la investigadora taiwanesa Hung-Ching Liu, implantó embriones humanos que se adhirieron a las paredes y comenzaron a desarrollarse durante seis días. En ese momento, según afirman los investigadores, el experimento se interrumpió. Los científicos pretenden repetirlo hasta llegar a los 14 días, período máximo permitido por la ley.

El equipo científico afirma que ha puesto la base para una gestación fuera del seno materno.

Andrea Riccardo Genazzani, presidente de la Sociedad Italiana de Endocrinología y Ginecología, se ha unido a las críticas que ha suscitado el experimento, afirmando: «Será imposible hacer desarrollar un niño fuera del vientre materno». Explica que una cosa es mantener más o menos un embrión unos días y otra muy diferente un embarazo.

Sobre el argumento ha intervenido en una entrevista concedida a Radio Vaticano el obispo Elio Sgreccia, vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida, quien ha definido el experimento como un paso hacia la deshumanización.

–¿Qué opina de este experimento?

–Monseñor Sgreccia: Nos encontramos en el camino que va hacia la deshumanización: ya no sólo se trata de procreación humana que tiene lugar fuera del acto de amor entre el padre y la madre, sino también fuera del cuerpo de la mujer.

Se trata de un procedimiento puramente tecnológico, pero en perjuicio de una criatura humana. No hace falta esforzarse mucho para comprender que este artificio de laboratorio debe ser condenado, también con la ley.

Ahora bien, de ahora en adelante, no sé quién podrá afirmar que el embrión humano no tiene una individualidad propia, una capacidad de desarrollo autónomo, dado que puede desarrollarse incluso fuera del cuerpo de la madre.

Habrá que seguir reflexionando sobre la autonomía biológica y humana del embrión para pedir la protección de la criatura humana desde sus albores. Se crea una situación paradójica: por una parte se pone de manifiesto la auténtica naturaleza del embrión, su individualidad humana, su capacidad para desarrollarse de manera autónoma desde el momento de la fecundación; y por otra, se le trata de manera inhumana, dejándole a merced de la tecnología.

–El experimento no sólo olvida la relación biológica entre la madre y el hijo, sino también la psicológica…

–Monseñor Sgreccia: Se priva de la plenitud de la comunión con la madre a quien tiene que desarrollarse: si es verdad lo que siempre han dicho los psicólogos, y que yo creo, –el estado emotivo, el subconsciente, se desarrolla en la fase prenatal en el intercambio con la madre–, entonces en este caso la deshumanización es paradójica y grave.

–En esta ocasión, la comunidad científica en general se ha declarado contraria al «útero artificial»…

–Monseñor Sgreccia: Claro, y espero que estas exageraciones replanteen estas cuestiones entre toda la comunidad científica, y que en algunas naciones, que todavía no tienen leyes sobre procreación artificial se recupere el pleno sentido humano del origen de la vida humana, que debe ser fruto del amor del padre y de la madre, así como del momento sagrado en el que comienza la relación de paternidad y maternidad.

–Pero, ¿es posible dedicar energías y fondos a favor de una investigación que respete al ser humano?

–Monseñor Sgreccia: Claro que sí. Nos esforzamos por hacer comprender a los investigadores que existe otro camino: analizar las causas de infertilidad, curar el cuerpo del hombre y de la mujer, para que recuperen la capacidad natural de procrear y poder dar la vida de manera más humana y natural. Se invierte poco en este sentido. Posiblemente se destinan con más facilidad fondos para explorar estos nuevos experimentos, en lugar de orientar la investigación hacia aquellos campos que ayudan a la fertilidad humana natural.

Es suficiente la razón humana para comprender que nos estamos alejando de las auténticas metas de la investigación.

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ZENIT Staff

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