Primera entrevista del nuevo arzobispo de Milán

«Mi secreto es la libertad», dice el cardenal Dionigi Tettamanzi

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MILAN, 23 sept (ZENIT.orgAvvenire).- El cardenal Dionigi Tettamanzi, natural de un pueblo de los alrededores de esta ciudad, tomará posesión oficialmente de la diócesis de Milán, una de las mayores del mundo, el próximo domingo.

En la solemne ceremonia, su antecesor, el cardenal Carlo Maria Martini, pasará la llama de una diócesis milenaria, que cuenta con rito propio, el ambrosiano, y numerosos santos de alcance universal entre sus arzobispos.

En esta entrevista, el nuevo arzobispo confía sus deseos, temores y esperanzas, antes de asumir tan gran responsabilidad.

–Eminencia, en cierto sentido, vuelve a casa. En su vida a través de Italia, habrá aprendido mucho. ¿Podría señalar la enseñanza más valiosa?

–Cardenal Tettamanzi: Todas son muy valiosas cuando enriquecen una experiencia humana y de fe. No hay Iglesia local o territorio que no tenga algo de original y de indispensable para merecer atención y acogida. Quizá esta es la lección más importante.

–Usted conoce a los fieles milaneses. Es uno de ellos. ¿Qué esperan del propio arzobispo?

–Cardenal Tettamanzi: Quieren, estoy seguro, un obispo santo, que se esfuerce por vivir en comunión profunda y continua con su Señor y, por ello, sumergido en la vida de la gente, proclive a compartir con ella problemas y esperanzas.

–¿Y, usted, que les pedirá?

–Cardenal Tettamanzi: Que se sientan felices y orgullosos del don de la fe y, al mismo tiempo, coherentes y orgullosos en el vivirla. En el ámbito eclesial, obviamente, y dentro de los grupos de laicos, pero, sobre todo, en los ambientes de vida, redescubriendo una tensión misionera. El cristianismo es experiencia de novedad abierta a todos, en sencillez y audacia.

–Milán es una diócesis grande, grandísima, ¿Demasiado?

–Cardenal Tettamanzi: Lo que la historia entrega no es nunca demasiado, aunque presente problemas de una adecuada animación y organización. Pensando a la inversa, cada alma tiene dentro de sí el espacio del mundo.

–Tras la acogida inicial, ya ha habido quien le ha hecho indicaciones. ¿No cree que los milaneses son un poco creídos, que se sienten los número uno de la clase?

–Cardenal Tettamanzi: Todo tenemos cualidades y defectos, y los milaneses no son una excepción. No excuso, pero invito a armonizar la autoconciencia con todo lo que hay de hermoso también en las comunidades más pequeñas y a comprometerse para aportar delicadeza y entrega fraterna.

–Ha optado por hacer la entrada oficial en la diócesis no cruzando el confín geográfico sino partiendo desde el interior, desde Renate, su pueblo natal, ¿por qué?

–Cardenal Tettamanzi: Me parece que, actuando así, hago mayor honor al llamamiento del Papa. En Renate, están mis raíces humanas y cristianas. Con aquella comunidad he caminado hacia el sacerdocio. Allí aprendí el lenguaje de las relaciones sencillas y cordiales. Querría también dar valor a un modelo de parroquia pequeña en la que, sin embargo, se concreten de modo incisivo la presencia y la cercanía de la Iglesia a la gente, en medio de las casas de los hombres.

–No es fácil meterse en su pellejo. Pero nadie se sorprendería si viese en usted una punta de turbación. Atravesará puertas que ya conoce pero lo hará como arzobispo. ¿Qué siente en este momento?

–Cardenal Tettamanzi: Un enorme temblor, diría casi temor, que espero soportar entregándome a la voluntad de Dios, confiándome a su bondad misericordiosa, junto a la generosidad del pueblo milanés.

–El Evangelio invita a no volver la vista atrás. Puede sonar fuerte cuando se deja una diócesis como Génova, importante y cargada de historia. Una diócesis en la que se ha sentido bien acogido…

–Cardenal Tettamanzi: Me sorprende la capacidad de amar de los genoveses. Si no me hubiera dado cuenta antes, lo habría comprendido de manera contundente en estas últimas semanas. Con ellos he jugado la carta de una humanidad movida por el espíritu del Evangelio. Pero de ellos he aprendido muchas cosas, que ahora querría llevarme como dotación espiritual y seguramente serán muy valiosas en la nueva etapa de mi ministerio.

–Hablemos del clero milanés. Desde ahora son sus sacerdotes. A muchos los conoce y es conocido por muchos. Y sin embargo cada uno tendrá sus deseos sobre cómo quiere que sea el nuevo arzobispo. ¿Qué les promete?

–Cardenal Tettamanzi: A cada uno de ellos he escrito ya una carta personal, para comunicarles que mi deseo mayor, también el más audaz, lo sé, es el de confirmarme como padre y hermano, a la hora de honrar y servir a la dignidad sacerdotal de cada uno.

–Se subraya a menudo que muchas novedades surgidas en el ámbito político milanés se han extendido luego a todo el país. Ha sucedido también que el arzobispo haya estado apoyado por una parte y criticado por otra. ¿Cómo ve la situación política?

–Cardenal Tettamanzi: Siento que debo urgir a una mayor participación de la sociedad civil, por tanto de cada ciudadano, en la vida de la polis. Es necesario remitirse a la propia conciencia moral para opciones conformes al verdadero bien común, y vivir la libertad de hijos de Dios, que en el obispo tiene una expresión privilegia, frente a todos y para todos. Tras el ejemplo y con la gracia de San Ambrosio.

–Se intuye que las expectativas respecto al nuevo arzobispo son grandes también entre los no creyentes. En su opinión, ¿esperan discursos sociales, exhortaciones morales o llamamientos espirituales?

–Cardenal Tettamanzi: La gracia del obispo está ligada al Evangelio que salva. Pero el anuncio espiritual modela el compromiso de toda la persona humana y de todos los seres humanos, empezando por los más débiles, los más olvidados, los que sufren.

–En Milán, dentro de poco, los matrimonios civiles superarán a los religiosos. ¿Cómo valora este hecho?

–Cardenal Tettamanzi: Es un signo de fragilidad psicológica pero también de la cultura dominante, gravada por un secularismo que presenta como meta lo que en cambio es un empobrecimiento objetivo y subjetivo. Naturalmente, el problema no es imponer, sino más bien hacer desear y, por tanto, anunciar con «parresia» la gracia y la fuerza ligadas al sacramento.

–No querría sonsacar secretos. Pero imagino que el Papa le habrá dicho algo cuando le confió la diócesis de Milán. ¿Nos puede confiar alguna confidencia?

–Cardenal Tettamanzi: Más que una palabra, un gesto del Papa quedará siempre vivo en mi memoria. Estaba ante él, y respecto al nombramiento que se me proponía, yo intentaba objetar, presentando límites y falta de idoneidad. En un instante, su mirada se ha abierto en una gran sonrisa de ánimo. En ese mismo momento me daba una caricia. Inesperada, muy dulce. Para siempre inolvidable.

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ZENIT Staff

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