Primera predicación de Adviento al Papa y a la Curia Romana

El padre capuchino Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia: ‘La paz como don de Dios en Cristo Jesús’

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Si se pudiera escuchar el grito más fuerte que hay en el corazón de miles de personas, se oiría, en todas las lenguas del mundo, una sola palabra: ¡paz! Con esta afirmación ha comenzado el padre Raniero Cantalamessa la primera predicación de adviento a la Curia Romana. Como ya es tradición, el Santo Padre y miembros de la Curia han escuchado al padre capuchino para meditar, este año, en la temática de la paz.

Una meditación que, espera padre Cantalamessa, “nos ayudará a escuchar con oídos nuevos el anuncio navideño: «Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor».

En primer lugar ha llamado la atención sobre el anuncio fundamental sobre la Paz, palabras de san Pablo a los Romanos: “Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios».

El padre ha explicado que “cuando hablamos de paz”, pensamos casi siempre a una paz horizontal: “entre los pueblos, entre las razas, las clases sociales, las religiones”.  Por eso ha precisado que “la palabra de Dios nos enseña que la paz primera y más esencial es la vertical, entre cielo y tierra, entre Dios y la humanidad”. De ella dependen –ha indicado—todas las otras formas de paz. Y esto lo vemos en la narración misma de la creación. “Hasta que Adán y Eva están en paz con Dios, hay paz dentro de cada uno de ellos”, ha observado.

Por este motivo, el padre Cantalamessa ha dedicado la primera meditación a la paz como don de Dios en Cristo Jesús. En la segunda meditación hablará de la paz como tarea en la que trabajar y en la tercera de la paz como fruto del Espíritu.

El anuncio de Pablo del inicio de la meditación presupone que “algo ha sucedido que ha cambiado el destino de la humanidad. Si ahora estamos en paz con Dios, quiere decir que antes no lo estábamos”. Y así, el padre Cantalamessa explica qué es lo que ha producido tal cambio decisivo en las relaciones entre el hombre y Dios.

“Frente a la rebelión del hombre -el pecado original- Dios no abandona la humanidad a su destino, pero decide un nuevo plan para reconciliarlo consigo”, ha recordado.

De este modo, ha explicado que es una larga preparación que comienza con las alianzas bíbilicas.  Primero con personas individuales: Noé, Abraham, Jacob; después, a través de Moisés, con todo Israel, que se convierte en pueblo de la alianza. Y estas alianzas antiguas eran por sí mismas temporales, “destinadas a ser extendidas un día a todo el género humano”.

Esta paz universal –ho proseguido– viene presentada como un regreso a la paz inicial del Edén. Y el Nuevo Testamento “ve realizar todas estas profecías con la venida de Jesús”.

A continuación, el padre Raniero Cantalamessa ha preguntado si “¿Es con su simple venida a la tierra que Jesús ha restablecido la paz entre el cielo y la tierra? ¿Es verdaderamente el nacimiento de Cristo «el nacimiento de la paz», o lo es también, y sobre todo, su muerte?” La respuesta está en la carta a los Romanos “La paz viene de la justificación mediante la fe y la justificación viene del sacrificio de Cristo en la cruz”.

De este modo,  ha indicado en la meditación que “no se comprende el cambio radical sucedido en las relaciones con Dios, si no se comprende qué ha sucedido en la muerte de Cristo”. El padre Cantalamessa ha explicado que “era necesario que hubiera alguno que reuniera él mismo el que debía combatir y el que podía vencer, y esto es lo que ha sucedido con Cristo, Dios y hombre”.

Además, el predicador ha observado que “la paz que Cristo nos ha merecido con su muerte de cruz se vuelve activa y operante en nosotros mediante el Espíritu Santo.” Cuando Jesús dice: “¡Shalom!” y “Recibid el Espíritu Santo”, “Él comunica a los discípulos algo de la “paz de Dios que supera toda comprensión”, ha asegurado.

A continuación ha matizado que el don de la paz “nuestra relación con Dios”. A propósito, ha explicado que “una de las causas, quizá la principal, de la alienación del hombre moderno de la religión y la fe es la imagen distorsionada que se tiene de Dios”. Esta es también la causa –ha precisado– de un cristianismo apagado, sin entusiasmo y sin alegría, vivido más como un deber que como un regalo”.

Por eso, ha explicado que “Dios es visto generalmente como el Ser Supremo, el Todopoderoso, el Señor del tiempo y de la historia”, “como una entidad que se impone al individuo desde fuera; ningún detalle de la vida humana se le escapa”. La transgresión de su Ley –ha proseguido– introduce inexorablemente un desorden que exige una reparación. No pudiendo, esta, considerarse nunca la adecuada, surge la angustia de la muerte y del juicio divino.

El Espíritu Santo “nos enseña a mirar a Dios con unos ojos nuevos: como el Dios de la ley, por supuesto, pero aún más como el Dios del amor y de la gracia, el Dios misericordioso y piadoso; lento a la ira, y rico en clemencia”.

También puede leer: Texto completo de la primera predicación de Adviento

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Staff Reporter

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