JERUSALÉN, 14 abril 2002 (ZENIT.org).- Al concluir el encuentro entre el secretario de Estado norteamericano y los líderes de las Iglesias de Tierra Santa el custodio franciscano se dirigió a Colin Powell para decirle espontáneamente: «¡No nos deje solos!».
El ex militar parecía conmovido. No dijo nada, pero estrechó con firmeza la mano del padre Giovanni Battistelli, quien en ese momento pensaba en sus hermanos de la Basílica de la Natividad de Belén, asediados por el Ejército israelí desde que unos doscientos palestinos irrumpieran con armas el recinto sagrado.
El secretario de Estado recibió durante una hora a los trece líderes de las Iglesias cristianas de Tierra Santa en el edificio del consulado estadounidense de Jerusalén.
Le entregaron un «Memorándum» en el que proponen una solución para el asedio de la Basílica de la Natividad: «tres días de tregua declarada en los que el Ejército israelí se retire de Belén, incluyendo la Basílica. Entonces, la Autoridad Palestina pedirá que se recojan las armas de las personas encerradas en la basílica y entonces se les dejará salir e ir sanos y salvos a sus casas».
El documento reconoce e invita a reconocer a Yaser Arafat como el «legítimo representante del pueblo palestino» y explica toda forma de violencia terminará «cuando una solución política sea implementada y garantizada por la Comunidad Internacional».
