Psiquiatras y psicólogos desaconsejan que las parejas homosexuales adopten niños

MADRID, 3 junio 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- Rafael Simancas, presidente electo de la Comunidad de Madrid, ha afirmado el pasado viernes que una de las primeras actuaciones que llevará a cabo durante su mandato será la de revisar la Ley de Parejas

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de Hecho para permitir la acogida de niños por parejas homosexuales «en función de los criterios de los técnicos».

Sin embargo, numerosos psiquiatras, psicólogos y profesionales sanitarios consultados por la agencia Veritas han mostrado su oposición a que prospere la iniciativa del dirigente socialista.

«El fin de la adopción no es tanto dar un hijo a unos padres que no pueden tenerlo como dar unos padres idóneos a un niño que carece de ellos», ha alegado el psicólogo Luis Riesgo.

«Aprobar la adopción de niños por parejas homosexuales implicaría ir contra el séptimo principio de la Declaración Universal de los Derechos del Niño, que estipula que «El interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educación y orientación»», matiza el psicólogo.

La pediatra, miembro de la Asociación Española de Pediatría y de la «European Society for Pediatric Research» (Asociación Europea para la Investigación Pediátrica), Ana Martín Ancel, coincide con Riesgo al afirmar que «la adopción existe para acompañar a un niño que ha sido privado de su familia, y pretende darle un ámbito lo más adecuado posible para su desarrollo».

«Un niño es un regalo, no un derecho para la utilidad de nadie», sentencia en un artículo publicado el pasado marzo en la revista mensual «Páginas para el mes».

Mónica Fontana, profesora de Orientación y Terapia Familiar en la Universidad San Pablo CEU de Madrid y especialista en psicología clínica y terapia familiar abunda en la idea de la necesidad de un padre y una madre, ya que «es mejor para el niño adoptivo que su emplazamiento filial sea lo más parecido posible al de su familia biológica».

La adopción, «sin ser la única respuesta a la situación de desamparo del niño, con el tiempo se ha reconocido como la mejor solución, por imitar en la manera más precisa la forma en que ese niño vino al mundo y la realidad que viviría de no haber sido entregado por sus padres en adopción», subraya.

«En este sentido, la familia es indispensable para el desarrollo de cualquier ser humano. Esta relación que inicia con la familia será necesaria para el niño no sólo para su desarrollo, sino para llegar a ser él mismo», prosigue.

«En el caso de las parejas homosexuales hay un impedimento para poder satisfacer esta necesidad de todo ser humano. Si la relación entre dos mujeres o entre dos hombres es natural –como se argumenta–, ¿por qué hay una imposibilidad biológica para procrear?», se cuestiona Fontana.

«A los dos años, un niño ignora conscientemente si es varón o mujer. Esta identidad se aprenderá de los que le rodean en su infancia. Por eso el niño tiene derecho a ser formado en una familia para satisfacer uno de los conocimientos más importantes en la existencia de cualquier ser humano: ¿quién soy yo? Y, por tanto, ¿quién eres tú?», añade.

Fontana arguye además que «está comprobada la mayor promiscuidad de la uniones homosexuales, que se rompen cuatro veces más que las heterosexuales. Imaginemos de nuevo las consecuencias sobre los niños, tan necesitados de seguridad y estabilidad, de un segundo abandono».

«Por último, necesariamente surgirán en el niño problemas de socialización. Lo quieran o no, las uniones homosexuales serán siempre minoritarias y los niños adoptados por ellas, por muchos que se les diga, nunca podrán sentirse iguales a los demás. ¿Qué respuesta puede darse a un hijo que pregunta por qué sus amigos tienen un papá y una mamá? O bien, ¿qué es una mamá?», apostilla.

La Asociación Española de Pediatría también se ha manifestado reiteradamente sobre esta cuestión. Y ha sido contundente: «Un núcleo familiar con dos padres o dos madres es, desde el punto de vista pedagógico y pediátrico, claramente perjudicial para el armónico desarrollo de la personalidad y adaptación social del niño».

En un artículo publicado en el diario ABC el 18 de octubre de 1994, el psicopedagogo Bernabé Tierno afirmaba que «a los homosexuales hay que aceptarlos como son y tienen tanta dignidad como el primero. Pero deben darse cuenta de que este experimento se sale mucho de la norma y es arriesgado. Es bastante fácil que esa criatura , educado por homosexuales o lesbianas, se sienta condicionado por el ambiente (el niño es una esponja hasta los siete u ocho años; lo aprende todo). Y por otro lado, distinto en un mundo en que predomina la heterosexualidad. Hay que pensar que decidirán por él unas personas que mediatizarán su vida», apostilla.

¿Qué dicen los estudios efectuados al respecto? «Desgraciadamente, no contamos en la actualidad con estudios, desde el punto de vista empírico, cuyos resultados sean generalizables y aceptados por todos», asegura Fontana.

«Hace poco más de un año, la Academia Estadounidense de Pediatría publicó en su revista “Pediatrics” una declaración por la que apoyaba el derecho de homosexuales y lesbianas de adoptar a los hijos de su compañero, alegando que “los niños nacidos o adoptados por un miembro de la pareja del mismo sexo, merece la seguridad de dos padres legalmente reconocidos”».

Sin embargo, según la especialista, «para invalidar los resultados de estos estudios, basta con revisar los errores de la metodología empleada».

En los análisis realizados después del año 2000, informa, «se ha comprobado que la atracción sexual hacia personas del mismo sexo al llegar la adolescencia es del 60% más en los niños adoptados por padres homosexuales o lesbianas».

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ZENIT Staff

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