Puerto Rico: arzobispo pide no aumentar impuestos a los pobres

El arzobispo de San Juan, invita a rechazar la cultura del descarte, y a estar cerca de las familias y de quienes sufren

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El arzobispo de San Juan de Puerto Rico, Roberto Octavio González Nieves, con motivo del inicio de la cuaresma, invitó este domingo a los fieles a rechazar la cultura del descarte. También a ser solidarios y no olvidarse de quienes sufren dolor, hambre, soledad, necesidad e injusticias.

Por lo que se refiere al futuro del país, pidió al Gobierno, no empeorar la situación económica de los más necesitados con nuevos impuestos, de no dañar a los estudiantes con contribuciones sin precedentes a los servicios educativos privados, y de no encarecer los servicios médicos.

También pidió que se defienda la institución de la familia, evitando redefiniciones destructivas, y recordó la necesidad de rechazar la eutanasia y dar afecto a las personas ancianas o enfermas. Monseñor González Nieves concluyó recordando que “la cuaresma es un tiempo que nos ayuda a vencer con Cristo nuestras tentaciones”.

Lo indicó un comunicado que la oficina de prensa del Arzobispo de San Juan, envió a ZENIT, acompañado de la homilía que proponemos a continuación.

Texto completo de la homilía del domingo 22 de febrero

Queridos hermanos y hermanas:

El pasado Miércoles de Ceniza iniciamos el tiempo de Cuaresma. Un tiempo de cuarenta días antes de la celebración de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Este es un tiempo en que la Iglesia nos anima a que tratemos de unirnos más estrechamente al Señor para compartir el misterio de su vida, pasión, muerte y su resurrección.

El evangelio de hoy nos dice que el Espíritu empujó a Jesús al desierto donde estuvo cuarenta días. Cuarenta días de ayuno, de tentaciones, de sufrimientos, de recogimiento. Así fue la cuaresma de Jesús. Y, hoy la Iglesia nos anima a participar de esta cuaresma, para que al igual que Jesús y con Jesús, vencer las tentaciones con el ayuno, la abstinencia y la oración.

Del evangelio de hoy quiero resaltar tres palabras: ayuno, tentaciones y oración.

1. Ayuno: Jesús, en sus cuarenta días en el desierto se abstuvo de alimentos inaugurando así la práctica cristiana de abstenernos de alimentos, no para debilitar al cuerpo, sino para fortalecer el espíritu.

La Iglesia nos invita a acompañar a Jesús en el ayuno y la abstinencia. No pensemos que con no comer carne hemos agradado del todo a Dios. Verdaderamente acompañamos a Jesús en su ayuno cuando nos abstenemos al igual que él de juzgar, de odiar, de señalar, de ofender, de herir, de ser insensibles.

La abstención que Dios nos pide es la abstención que pedía en tiempos de Noé y que nos habla la primera lectura de hoy: abstenernos de ser desobedientes, de vivir ajenos a su voluntad.

2. Tentaciones: Las tentaciones del diablo en el desierto no son las únicas que tuvo que afrontar Jesús. Recordemos las tentaciones y provocaciones de los fariseos, de los publicanos, del poder político de entonces y las tentaciones y mofas de las cuales fue objeto en su Cruz. Contrario a Adán que sucumbió ante las tentaciones, Jesús venció porque fue fiel y obediente. Por eso es que Jesús es el nuevo Adán.

Con Jesús, también nosotros compartimos las tentaciones. Somos una generación ampliamente tentada. Nuestra fe es tentada a diario. Vivimos tentados por el materialismo y el consumismo, por la cultura del descarte, por la cultura de las drogas, del alcohol y de la sensualidad; vivimos tentados por la indiferencia de la fe y como ha dicho el Papa Francisco, por la globalización de la indiferencia que nos lleva a olvidarnos y a despreocuparnos por el prójimo que sufre dolor, hambre, soledad, necesidad e injusticias.

Al igual que los individuos, también los gobiernos tienen que resistir a la tentación de redefinir la naturaleza de lo que es ser hombre y mujer y la naturaleza del matrimonio y la familia, y de acceder a la mal llamada muerte digna que, aunque le ponen a esa expresión un nombre bonito pero que en realidad es una manera de descartar a seres humanos para evitar gastos económicos y de abandonarlos cuando más necesitan del amor, el cariño y el apoyo espiritual de sus seres queridos; la tentación de no acceder a la pena de muerte en Puerto Rico como solución a la criminalidad. La pena de muerte no es otra cosa que la aplicación de la política del ojo por ojo y diente por diente en su máxima crueldad. El estado existe para proteger vidas no puede quitarlas. Es una gran contradicción.

Como pueblo cristiano, tenemos que vencer la tentación de no respetar a las personas por su identidad sexual.

De igual manera, el gobierno tiene que resistir la tentación de violar derechos humanos, de aumentar los costos de vidas, de agravar la situación económica de los más pobres y de menos recursos económicos con altas tasas de impuestos, de agravar las oportunidades educativas de los estudiantes al imponer contribuciones sin precedentes a los servicios educativos privados y encareciendo los servicios médicos.

También los cristianos y cristianas debemos resistir a la tentación de convertir en piedra el pan del amor, de la misericordia y la tolerancia; de convertir el Pan de la Palabra en piedra para caerle encima al prójimo que no piensa como yo, que tiene menos estudios que yo, que tiene un color de piel distinta a la mía, que pertenece a otro partido político, profesa otra ideología o credo.

Con la fuerza que nos da Jesús podemos vencer las tentaciones de hacer daño de herir, de golpear, de humillar. Y por eso es que el salmista de hoy nos dice: “Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas. Acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor”

La cuaresma es un tiempo que nos ayuda a vencer con Cristo nuestras tentaciones. En la cuaresma, cuando nos convertimos, “el Señor que es bueno y es recto, nos enseña el camino a los pecadores; y como nos dice San Pedro en la segunda lectura de hoy, “para conduciros a Dios.”

3. Oración: Jesús fue al desierto a orar. El desierto es lugar de soledad, de encuentro con Dios. Jesús Hijo de Dios, no cesó de orarle al Padre, de llamarlo Padre, de procurar momentos para orar, para dialogar, para encomendarse. Si Jesús que era Dios hizo eso, cuanta más necesidad de oración tenemos todos y todas. La oración nos acerca al Padre, nos permite entrar en comunión con É y paradójica y maravillosamente en comunión con nuestro prójimo, especialmente los pobres y nuestros adversarios; la oración nos permite ser escuchados por el Padre y abre nuestros oídos al clamor de los que sufren. Y, ¡qué mejor que este tiempo de cuaresma para sumergirnos en el mar de la oración, que es el mar inmenso, profundo, de encuentro con Dios que nos hace crecer en santidad y sabiduría!

Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de cuaresma, seamos más intensos en la oración, seamos más asiduos y firmes en la oración, y más solidarios mediante la caridad. Dejémonos tentar por la ternura de Dios. Él quiere venir a nuestros desiertos para hacerlos reverdecer en su victoria sobre la cruz en su Pascua. En la cuaresma, preparémonos para esa noche, noche en que el Señor pasa en medio nuestro, con la alegría del Resucitado. Como decía nuestro beato, Carlos Manuel, ¡Vivimos para esa noche! Amén.

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ZENIT Staff

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