Que el año que empieza sea un Milenio de Paz

Juan Pablo II abrió la Puerta Santa de Santa María la Mayor

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CIUDAD DEL VATICANO, 1 en (ZENIT).- En el primer día del 2000, Juan Pablo
II quiso plantear al mundo los interrogantes que presenta el inicio de este
simbólico año durante la celebración de la Eucaristía en la que abrió la
Puerta Santa de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma.
«¿Qué dirección emprenderá la gran familia humana?», se preguntó el Santo
Padre. Y respondió señalado el camino de la paz, y confiándose a la madre
de Dios, precisamente en la primera basílica mariana de Occidente.
Antes de comenzar la ceremonia de apertura, a las 9,30, la basílica ya
estaba repleta de fieles. En una fría pero espléndida mañana de sol, con un
cielo sereno, las palomas de la plaza contribuyeron con su vuelo a subrayar
el momento tan particular que vivían en ese día los cristianos del mundo:
la Jornada Mundial de la Paz.
La apertura de la Puerta Santa de Santa María la Mayor, la tercera que se
abre, ha sido más familiar, cercana, con los vecinos del lugar asomados a
las ventanas y las terrazas. Un río de gente quería llegar hasta el altar
para ver al Papa. Otros, la mayoría, oraban y seguían la celebración en el
centro del templo. Había paz en la basílica, aunque el ambiente no era
comparable al silencio impresionante de San Pedro, en la apertura del Año
Santo en la Nochebuena.
Desde el inicio, en la monición de entrada, se pidió el don de la paz para
que «el año que inicia sea el alba de un nuevo milenio». Juan Pablo II rogó
a Dios que guíe los pasos de los peregrinos para que «transmitan a las
futuras generaciones el anuncio de la salvación y la alegría». En la
homilía, afirmó: «Año dos mil, que nos sales al encuentro, ¡Que Cristo te
conceda la paz!».
El pensamiento del pontífice se dirigió después al encuentro de oración por
la paz que en octubre de 1986 reunió en Asís a los representantes de las
principales religiones del mundo. Eran los años de la guerra fría, recordó.
«Reunidos, juntos, rezamos para alejar la grave amenaza de un conflicto que
parecía que se iba a echar encima de la humanidad. En cierto sentido, dimos
voz a la oración de todos y Dios acogió la súplica que elevaron sus hijos.
Si bien hemos tenido que constatar el estallido de peligrosos conflictos
locales y regionales, no ha tenido lugar la confrontación mundial que se
anunciaba en el horizonte».
Durante la oración de los fieles, que se pronunció entre otros idiomas en
hebreo y árabe, se pidió a Cristo un tiempo nuevo construido con los
valores donados a los cristianos de Oriente y Occidente: la esperanza y la
paz. Se rezó también para que los responsables de las naciones y de las
organizaciones internacionales «persigan siempre el camino de la
negociación, de la mediación y de la pacificación» y para que, «a la luz de
la buena noticia de Belén se piense en los pobres como sujetos y
protagonistas de un nuevo futuro».
Al final de esta emocionante celebración, Juan Pablo II regresó al Vaticano
para rezar la oración mariana del «Angelus» con los peregrinos que le
esperaban en la plaza de San Pedro. Entre ellos se encontraban los miles de
participantes en el Maratón del milenio, que partió de la misma plaza de
San Pedro.
«Que el nuevo año y el nuevo milenio sean tan bellos como el día de hoy»,
dijo Juan Pablo II improvisando con buen humor al concluir su saludo a los
fieles.

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ZENIT Staff

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