¿Qué sentido tiene el dolor en el mundo contemporáneo?

El cardenal Comastri, en el congreso “La Iglesia al servicio del amor para los sufrientes”

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes 12 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Nada hay más seguro en este mundo que la muerte y paradójicamente éste es un tema vetado e incluso prohibido en muchos ambientes y espacios de esta época.

Sobre este fenómeno se refirió el cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la Basílica de San Pedro durante su conferencia “¿Tiene sentido el dolor y el sufrimiento para el hombre en el mundo contemporáneo?”

El purpurado intervino durante el congreso “La Iglesia al servicio del amor para los sufrientes” que se realizó esta semana en la Nueva Aula del Sínodo en el Vaticano, para conmemorar los 25 años de fundación del Pontificio Consejo para la Salud.

Tema a evitar

El purpurado se refirió a los términos sufrimiento y muerte, que resultan como “dos hermanas que se llaman mutuamente y que se llevan de la mano”, y definió la muerte como “la consumación de los sufrimientos”.

Con algunos ejemplos y estadísticas el cardenal ilustró cómo la mentalidad contemporánea busca cada vez más el confort y que lo lleva a huir del dolor y de la siempre inevitable muerte.

“¿Por qué tanto silencio en torno al problema de la muerte? ¿Por qué circula tanto miedo a la muerte que es un paso ineludible de cada persona que nace? Y, como consecuencia ¿por qué tanto miedo a la enfermedad y al sufrimiento?”, se preguntaba.

Respondió sus mismas preguntas afirmando que la muerte “tira abajo la falsa visión de la vida que se ha apoderado de los hombres en el siglo XX”.

Aprovechó para hacer alusión al pensador francés Jean-Paul Sartre (1905 – 1980), quien aseguraba que el hombre “nace sin razón, sobrevive por debilidad y muere por casualidad”.

“¡Abramos los ojos!” – exhortó – “¡Y hagamos abrir los ojos a los jóvenes, quienes, como mariposas, giran en torno a falsas luces de la modernidad y caen dentro, muriendo y muriendo neciamente!”.

El cardenal Comastri criticó los sistemas económicos que reducen el hombre sólo a un nivel productivo, que se olvidan del verdadero sentido de su vida: “El hombre, de hecho, no vive sólo de pan: el hombre necesita entender por qué come pan, por qué vive y… por qué muere. Si renuncia a esto ¡renuncia a la humanidad!

Y afirmó que pese a tantos avances de la medicina, “poco ha cambiado desde hace 25 siglos, desde cuando el salmista exclamó: “Nuestra vida dura apenas setenta años,
y ochenta, si tenemos más vigor: en su mayor parte son fatiga y miseria, porque pasan pronto, y nosotros nos vamos”. (salmo 90)

Por ello indicó que “no podemos aceptar la solución del nihilismo, es decir, la solución que piensa que el hombre viene de la nada y a la nada regresa”.

El purpurado puso el ejemplo de la célebre revista norteamericana Playboy en la que “está prohibido hablar de niños, de la prisión, de desgracias, de viejos, de enfermedades. Pero especialmente, está rigurosamente prohibido hablar de muerte”.

Frente a este fenómeno, concluyó que “la civilización del consumismo quiere sólo consumidores, bocas que comen, cuerpos que buscan sensaciones pero no buscan ningún sentido, ningún significado a sus vidas”.

Sin embargo, el cardenal afirmó que en el corazón humano siempre existe la posibilidad de florecer la nostalgia de un sentido del vivir, del sufrir y del morir.

“Debemos saber que existe este drama: el drama de una cultura que ha rechazado a Dios y que no está arrepentida de este rechazo, pero advierte que tiene una sensación de vacío”.

Así el purpurado recordó el testimonio de un joven italiano de seudónimo Ricciardetto, quien en 1970 se enteró de que padecía de una enfermedad terminal: “Si tuviera el consuelo de la fe podría refugiarme en ella y allí encontraría la resignación necesaria. Pero lamentablemente he perdido la fe hace tiempo”, fue su testimonio.

Y para mostrar un ejemplo reciente de la manera cristiana de llevar el dolor, citó a la joven venerable Benedetta Bianchi Porro, que murió a los 27 años en 1964, luego de sufrir una lenta y prolongada una parálisis en su cuerpo: “En este abismo de dolor Benedetta se encuentra con Jesús y su dolor se convierte en un ‘lugar’ donde vive la esperanza y sobre todo la caridad”, señaló el cardenal.

Y concluyó su ponencia el recordando cómo Benedetta comenzó a evangelizar por medio de cartas que escribía a personas que vivían su misma situación: “esta es la noticia maravillosa que Benedetta grita con su historia conmovedora: Dios habita también en el dolor; y, por lo tanto, el dolor no es más dolor, no es más causa de desesperación, no es más un sinsentido”.

El congreso “La Iglesia al servicio del amor para los sufrientes” concluyó ayer jueves, cuando la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Enfermo. Entre los pasillos de la Nueva Aula del Sínodo se escuchaban comentarios muy positivos de los asistentes. Este evento académico tuvo un carácter instructivo, en el que mediante conferencias y mesas redondas se pretendió formar a los agentes de al pastoral de la salud.

También tuvo un carácter espiritual por medio de ponencias que – como la del cardenal Comastri – exhortaban a reflexionar sobre el sentido del dolor. Tuvo igualmente un sentido artístico con la muestra de pintura del maestro Francesco Guadanuolo, que se inauguró dentro de este evento y el concierto de música clásica que se llevó a cabo el pasado miércoles y por último un sentido litúrgico con la eucaristía que presidió ayer en San Pedro, el papa Benedicto XVI.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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