“Quedarse en Tierra Santa es un deber incluso antes que un derecho”

Entrevista al padre Pierbattista Pizzaballa, Custodio de Tierra Santa

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ROMA, lunes 25 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- El ruido del conflicto entre israelíes y palestinos hace pasar en silencio la vida de la comunidad cristiana en Tierra Santa y sus problemas. Y sin embargo, la presencia cristiana en esos Santos Lugares es un deber hacia el pasado, el presente y el futuro.

Así lo afirma el Pierbattista Pizzaballa, Custodio de Tierra Santa, ofreciendo en esta entrevista concedida a ZENIT una panorámica sobre la condición real de esos cristianos que aún moran en la Tierra de Jesús.

-Las condiciones de los cristianos en los países de mayoría musulmana han sido presentadas en más de una sede, pero su situación en el Estado judío es poco conocida. ¿Puede hablarnos de las condiciones de los cristianos, sobre todo en cuanto a libertad religiosa, libertad de conciencia y derechos políticos?

Padre Pizzaballa: Cuando se habla de Tierra Santa se crea siempre una cierta confusión. En Tierra Santa hay dos entidades políticas: está Israel y está la Autonomía palestina, que están en conflicto, un aspecto que hace las cosas aún más complicadas. Por tanto, la situación de los cristianos en Israel, donde hay una mayoría judía, seguida de otra minoría musulmana y después de la minoría cristiana, es una cosa; mientras en cambio la situación dentro de la Autonomía palestina, donde hay una enorme mayoría musulmana, tiene otra dinámica. Sería necesario, por eso, distinguir muy bien estos dos ámbitos.

En Israel el cristiano tiene serios problemas de identidad. No hay un problema social o económico, hay problemas que se pueden encontrar en todos los países, pero digamos que desde el punto de vista de la vida económica y social, los cristianos no encuentran graves problemas. El verdadero problema para un cristiano es el de ser ciudadano israelí pero no judío, el de ser árabe pero no musulmán. Es por tanto una minoría dentro de una minoría. No hay discriminaciones desde el punto de vista de la ley, pero de hecho hay desigualdad de trato, de acercamiento que afectan de modo particular a la minoría cristiana. Repito, no porque la ley lo prevea, sino porque de hecho en la vida social una minoría no es visible y a menudo no se la toma en consideración y para “hacerse ver” hay que ser el doble de valientes que los demás. Naturalmente, está también el problema político: que relación deben tener las minorías con un Estado que se define judío? Este es un aspecto. Junto a ello, está la influencia de la difícil relación entre judaísmo y cristianismo. Hay un prejuicio de fondo que nace y que se ha desarrollado a lo largo de los siglos en el judaísmo hacia el cristianismo por razones que son conocidas y que en Israel se hacen tangibles.

Es diversa la situación en la Autonomía palestina, en la que influye ante todo el conflicto palestino-israelí. Aquí hay una mayoría islámica a la que le cuesta más ver a los cristianos porque son cada vez menos e incluso en las zonas que eran tradicionalmente cristianas, pienso sobre todo en Belén, hoy vive una reducida minoría cristiana, hoy menos del 10%. Por desgracia el conflicto entre palestinos e israelíes está asumiendo también un carácter religioso. A veces, no siempre es así, pero a veces surge la idea de que para ser buen patriota hay que ser musulmán. No es así porque dentro de la parte cristiana hay personas de relieve, aunque cada vez menos. Hay formas de integrismo, seguramente. Las hay en ciertas franjas israelíes, las hay también dentro de la Autonomía palestina. Los cristianos, por tanto, en su pequeñez y en su división se sienten un poco aplastados por esta situación. Es una realidad más bien compleja y que, desde el punto de vista humano, provoca muchas preocupaciones.

– ¿Qué efecto tendría sobre los no judíos el juramento de lealtad al Estado judío propuesto por Benjamin Netanyahu?

Padre Pizzaballa: Ante todo el Estado de Israel se ha definido siempre desde el principio como Estado judío y democrático, y la posición de las minorías a este nivel no ha sudo nunca aclarada del todo. Ahora Israel ha querido con una prueba de fuerza dar vida a esta ley que ha suscitado muchas críticas, tanto dentro como fuera de Israel, no sólo entre las minorías musulmana y cristiana sino también dentro de la propia componente judeo-israelí, llevando a acusaciones muy graves de fascismo. Es una ley injusta porque el Oriente Medio, como también en Israel, la separación Estado-religión no existe, y después en este conjunto tan intrincado de identidades crea malestares muy fuertes y también injustos, porque es una injusticia hacer declarar a quien no es judío fidelidad a los principios judíos.

– En la segunda rueda de prensa usted afirmó: “los tiempos del Sínodo no son los tiempos de los periodistas”. Pero si el Syn‘odos no es un “caminar juntos” hacia objetivos planificados y hacia la realización del bien que hacer hoy y no dejarlo para mañana, ¿no se quedaría todo en una reunión colectiva catártica, por muy saludable que pueda ser?

Padre Pizzaballa: Es verdad que los tiempos de la Iglesia deberían ser más rápidos. Pero no son los tiempos de la vida social, porque en la sociedad hay cambios muy rápidos que a la Iglesia le cuesta digerir. Que hay también problemas dentro delas dinámicas de la vida de la Iglesia, no hay duda alguna. Que hay una cierta distancia entre el territorio y las autoridades de la Iglesia, esto es también verdad. Pero no debemos tampoco abatirnos demasiado, tener una visión demasiado crítica o en todo caso demasiado replegada en nosotros mismos. A pesar de nuestros problemas, debemos mirar también al bien que la Iglesia consigue hacer a través de sus instituciones, a través de las escuelas, de tantas obras, pero sobre todo a través de tantos pastores, de tantos laicos que se comprometen, que se ponen manos a la obra y que no esperan a que se les indique por parte de no se sabe quien, sino que con pasión, con amor se dedican al territorio y a las personas que están en el territorio. Estas personas no hacen ruido, pero son las que al final hacen Iglesia. El Papa usó una expresión muy bella al inicio del Sínodo: es “la fe de los sencillos” la que hace fuerte y grande a la Iglesia. Es verdad que en ciertos ámbitos de autoridad de la Iglesia se hacen demasiados comentarios, demasiadas discusiones y cuesta después pasar a la implementación, también porque la estructura de la Iglesia es muy compleja, pero también hay que mirar al territorio a lo que surge, a lo que nace, y después ponernos también en una perspectiva de fe: no serán nuestros programas los que salvarán a la Iglesia, sino ante todo la obra de Dios que pasa a través de la oración, de la vida y de la pasión de tantas personas.

– Una de las cuestiones más urgentes para los cristianos de Oriente Medio es la de las peregrinaciones, que afecta principalmente a los cristianos árabes. En los discursos llegados a la prensa no parece que se haya hablado de esto durante el Sínodo. ¿No sería oportuno, en cambio, que los obispos de Oriente Medio uniesen su voz para lanzar un llamamiento a los gobiernos de la región?

Padre Pizzaballa: En el Sínodo no se ha hablado directamente de la peregrinación a los Santos Lugares desde los países árabes. Se ha hablado indirectamente en la invitación a hacer todo lo posible para alcanzar la paz en Oriente Medio. Esta también es una perspectiva, seguramente. Hay que decir que con Israel los Santos Lugares han gozado de una libertad intachable, pero es verdad también que el conflicto palestino-israelí además del conflicto de Israel con los países árabes ha cerrado de hecho lo que tradicionalmente estaba abierto a todas las comunidades cristianas de Oriente Medio y que miraban a Tierra Santa como a una fuente espiritual. Esta es una herida profunda que permanece y por la cual debemos trabajar como Iglesia – aunque quizás no tengamos tanto p
oder – e insistir ante la comunidad internacional para que este aspecto sea tenido presente y para que caigan cuanto antes estas fronteras, estas barreras también psicológicas por ambas partes.

– El cristianismo no es un acontecimiento abstracto, ha sucedido en tiempos concretos y la martirizada Tierra Santa es su espacio sagrado concreto. Usted afirmó en su intervención que “habitar ese espacio es nuestra vocación”. Cómo puede la Iglesia universal ayudar a los cristianos de Tierra Santa a vivir y qué cambio espera tras este Sínodo?

Padre Pizzaballa: Habitar en los Santos Lugares es un deber antes incluso que un derecho de todo cristiano, cada uno de formas distintas. La Iglesia universal debe habitar esos lugares con la peregrinación, viniendo a Tierra Santa; la comunidad cristiana, viviendo en esos lugares que hacen memoria de aquellos donde Jesús nació, murió y resucitó, viviendo y rezando, bautizando a los propios hijos, casándose, enterrando a los muertos. Y no es fetichismo, no se trata solo de estar en los lugares con devocionismo sofisticado, sino de vivir en esos lugares con vitalidad, viviendo la ciudad, habitando los espacios, llevando la propia contribución como cristianos. Por tanto nuestra vocación como cristianos es precisamente la de levantar la mirada. No queremos ser testigos del sepulcro vacío de Cristo: ecce locus ubi posuerunt eum (“he ahí el lugar donde lo pusieron”), decir esto significa también levantar la mirada. El mensaje cristiano no es un replegarse devocionista sobre el Santo Sepulcro, sino que es un aliento de esperanza porque Cristo ha resucitado y nuestra contribución debe ser esta. Hay problemas, incomprensiones, opresiones, pero no nos doblamos, miramos adelante. Porque Cristo ha redimido el mundo y nosotros somos testigos de ello.

-La presencia franciscana en Tierra Santa es plurisecular. Comenzó con el capítulo general de 1217, y fue considerada como “la perla de todas las provincias”. ¿Cuáles son los puntos firmes del significado de vuestra presencia, y qué cambios os imponen los signos de los tiempos actuales, a los que se añade también el Sínodo para Oriente Medio?

Padre Pizzaballa: La misión de la Custodia franciscana de Tierra Santa es siempre esta: cuidar los Santos Lugares – las piedras de la memoria – y las piedras vivas – la comunidad cristiana –. Estar en los lugares hoy no es popular, porque se habla mucho de comunidad, de asamblea, mientras que marcar el territorio tiene una importancia que sobre todo en Oriente Medio es capital. Por tanto hay que estar en esos lugares aunque no vaya nadie, aunque estén aislados, aunque no sea gratificante. Simplemente estar allí y celebrar su memoria ante todo con la oración. Y después, el estar con la comunidad cristiana, con las piedras vivas porque la sociedad está cambiando, los jóvenes cambian, tienen nuevas esperanzas, nuevas exigencias, hay un fuerte empuje hacia la secularización también en Oriente Medio y con el crecimiento del nivel económico hay también un alejamiento porque se tiene menos necesidad de la ayuda social de la Iglesia, mientras que en cambio siempre se pide una ayuda cultural, también una ayuda espiritual y de presencia muy fuerte. En este sentido cambiará nuestra misión, pero seguirá siendo sustancialmente la misma.

Por Robert Cheaib, traducción del italiano por Inma Álvarez 

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ZENIT Staff

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