«Quien se encuentra con Jesús resucitado queda transformado», reconoce el Papa

El domingo, «pequeña Pascua» de Resurrección de cada semana

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 23 abril 2006 (ZENIT.org).- «Es un hecho que quien se encuentra con Jesús resucitado queda transformado en su interior», constata Benedicto XVI.

De explicar el momento, lugar y efecto de tal encuentro se ha encargado el Santo Padre estos últimos días.

En la audiencia general del pasado miércoles –en la que se unió a los peregrinos en la Plaza de San Pedro en acción de gracias por el primer aniversario de su pontificado–, Benedicto XVI recordó que la alegría pascual de estos días «se extiende a todo el Año litúrgico y se renueva de modo especial el domingo, día dedicado al recuerdo de la resurrección del Señor».

Se trata de la «pequeña Pascua» de cada semana –dijo–, un momento en que «la asamblea litúrgica reunida para la santa misa proclama en el Credo que Jesús resucitó el tercer día, añadiendo que esperamos «la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro»».

«Así se indica que el acontecimiento de la muerte y resurrección de Jesús constituye el centro de nuestra fe y sobre este anuncio se funda y crece la Iglesia», subrayó.

Recordó el día de la resurrección de Jesús y «el caso de María Magdalena (Jn 20, 11-18), que descubre el sepulcro abierto y vacío, e inmediatamente teme que se hayan llevado el cuerpo del Señor». <br>
Éste «entonces la llama por su nombre y en ese momento se produce en ella un cambio profundo –prosiguió–: el desconsuelo y la desorientación se transforman en alegría y entusiasmo. Con prontitud va donde los Apóstoles y les anuncia: «He visto al Señor»» (Jn 20, 18).

Y es que «es un hecho que quien se encuentra con Jesús resucitado queda transformado en su interior. No se puede «ver» al Resucitado sin «creer» en él», expresó el Papa, invitando a rogar para que el Señor «nos llame a cada uno por nuestro nombre y nos convierta, abriéndonos a la «visión» de la fe».

Porque «la fe nace del encuentro personal con Cristo resucitado –advirtió– y se transforma en impulso de valentía y libertad que nos lleva a proclamar al mundo: Jesús ha resucitado y vive para siempre».

«Ésta es la misión de los discípulos del Señor de todas las épocas y también de nuestro tiempo», lo cual no implica «desentenderse de los compromisos de cada día» ni «de las realidades terrenas» –puntualizó–, sino «impregnar todas nuestras actividades humanas con una dimensión sobrenatural», «convertirse en gozosos heraldos y testigos de la resurrección de Cristo, que vive para siempre».

Comentando el evangelio, este domingo Benedicto XVI recordó que «Jesús resucitado se apareció a los discípulos, reunidos en el Cenáculo, la tarde del «primer día después del sábado», y que se mostró a ellos nuevamente en el mismo lugar «ocho días después»».

«Desde el principio, por lo tanto, la comunidad cristiana empezó a vivir un ritmo semanal, destacado por el encuentro con el Señor resucitado», apuntó.

De ahí que, como señaló el Concilio Vaticano II, «la Iglesia, por una tradición apostólica, que trae su origen del mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón «día del Señor» o domingo».

A la intercesión de María se dirigió el Papa para que todos los cristianos vivan en plenitud el Domingo como «Pascua de la semana», «saboreando la belleza del encuentro con el Señor resucitado y bebiendo en la fuente de su amor misericordioso, para ser apóstoles de su paz».

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ZENIT Staff

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