R. D. Congo: más sangre y agotamiento para los desplazados internos en Masisi

Denuncia el Servicio Jesuita a Refugiados

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BUJUMBURA, viernes 7 diciembre 2012 (ZENIT.org).- El derramamiento de sangre, la destrucción y el desplazamiento masivo de la población siguen aterrorizando a la población de Masisi, una rica zona minera de Kivu Norte, en el este del Congo. Al menos 28 personas murieron en Masisi entre el 29 y el 30 de noviembre, como consecuencia de los combates que en la actualidad enfrentan grupos armados rivales.

Los violentos enfrentamientos entre varios grupos rebeldes, así como los combates de estos contra el ejército congoleño han ido en aumento desde el pasado mes de agosto. Como consecuencia de ello, miles de mujeres, niños y hombres se han visto obligados a huir de sus hogares en Masisi. Además, ahora reina un clima de miedo y desconfianza recíprocas entre las dos principales comunidades que viven en la zona: los hundes y los hutus.

El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) cree que alertar sobre el conflicto olvidado en Masisi y garantizar la protección de la población local deben ser prioridades urgentes para la comunidad internacional, las autoridades congoleñas, la Misión de Mantenimiento de la Paz de la ONU en el Congo (MONUSCO) y los actores políticos de la región de los Grandes Lagos.

«Apreciamos los esfuerzos diplomáticos que en la actualidad tratan de poner fin a la violencia de los rebeldes que tomaron el control de Goma el 20 noviembre y que provocaron la huida de decenas de miles de personas. Sin embargo, hay que tener la misma determinación para devolver la paz y la seguridad a la población de Masisi, agotada por el conflicto», dijo el director del JRS-Grandes Lagos de África, Isaac Kiyaka SJ.

Ataques nocturnos 

De acuerdo con la información recogida por los equipos del JRS en Masisi, en la noche del 29 noviembre miembros de Nyatura, una milicia hutu, atacaron el pueblo de Kihuma, cerca de Buabo, quemando casas y disparando contra aldeanos de la etnia hunde. Cinco personas fueron asesinadas, entre ellas una persona que se encontraba en un centro médico cercano.

«Llegaron a las cuatro de la madrugada y el pueblo se volvió un infierno. Me llevé a mis seis hijos y hui con ellos a la selva sin comida ni ropa. La gente salía corriendo en todas direcciones y vi niños cayendo al río», explica Loomo*, una mujer de 60 años.

Vidas en huida

En menos de dos semanas, Loomo tuvo que huir en tres ocasiones, caminando una distancia total de 21 kilómetros, para salvar su vida y la de sus hijos. 

«Nos sentimos constantemente amenazados. Sé que nos veremos obligados a huir de nuevo debido a que, sin duda, estallará otro conflicto. Necesitamos que nuestras autoridades intervengan con el fin de garantizar la seguridad de la población. No podemos seguir viviendo de esta manera: la gente está cansada y estamos perdiendo las ganas de vivir «, continúa Loomo, que ahora quiere refugiarse con sus hijos en una escuela primaria.

Venganza

El mismo día del ataque a Kihuma, el 29 de noviembre, jóvenes milicianos hunde reaccionaron de inmediato matando a once hutus en los alrededores de Buabo, entre estos a cinco hombres que supuestamente pertenecían a la milicia Nyatura. Al día siguiente, otras doce personas murieron en otra incursión armada en varias aldeas hutu en los alrededores de Lushebere.

Moise [nombre supuesto por razones de seguridad], un hombre de 30 años de edad, es un hutu que vive y trabaja en la ciudad de Masisi, mayoritariamente poblada por gente de la etnia hunde. Dice que ha aumentado el clima de miedo recíproco por las tensiones étnicas entre ambas comunidades en los últimos meses.

«Cuando camino por la ciudad, la gente me grita ‘Nyatura, Nyatura’ (miliciano hutu), pero yo no soy miembro de ningún grupo armado. Yo sólo quiero vivir en paz con el resto de la población. Por desgracia, creo que me veré obligado a irme de Masisi para siempre, de lo contrario podrían matarme», explica Moise.

Contexto

El 14 de noviembre, el JRS presentó un comunicado de prensa documentando la muerte de al menos 18 personas, entre ellas cuatro mujeres y dos niños asesinados a machetazos, de un desplazamiento masivo de población, y de la destrucción de los campamentos para desplazados internos.

La situación humanitaria en Kivu Norte se deterioró aún más durante todo el mes como consecuencia de la violencia desde que el Movimiento 23 de marzo (M23), un grupo rebelde apoyado por los gobiernos de Ruanda y Uganda, según un informe reciente del Grupo de Expertos de la ONU sobre la República Democrática del Congo, refutadas por Kigali y Kampala. El M23 se hizo con el control de Goma el 20 de noviembre provocando el desplazamiento de otras 140.000 personas y la interrupción de casi toda la ayuda humanitaria en todo el territorio afectado.

Tras las conversaciones entre los líderes gubernamentales de la Conferencia Internacional para la Región de los Grandes Lagos, el movimiento rebelde aceptó retirarse a 20 kilómetros de Goma, obteniendo a cambio de iniciar negociaciones directas con el gobierno congoleño.

Recomendaciones

En medio de la escalada de violencia en Masisi y ante la gran necesidad de protección y asistencia humanitaria que tiene la población desplazada, el Servicio Jesuita a Refugiados hace un llamamiento para que 

la comunidad internacional presione al gobierno de la República Democrática del Congo (RDC) y a los de la región de los Grandes Lagos para que se detenga inmediatamente la violencia de los grupos rebeldes que aterrorizan Masisi, con la misma determinación utilizada para reducir la rebelión M23; las autoridades de la RDC garanticen la protección de los civiles dentro y en los alrededores de Masisi, reforzando la presencia militar en la zona; promuevan eficazmente la coexistencia pacífica entre las comunidades hunde y hutu; saquen a la luz y pongan fin a las raíces del conflicto y los intereses de los grupos armados; la Misión de la ONU de Estabilización de la RDC (MONUSCO), con sede en Masisi, garantice la protección de los civiles frente a los frecuentes ataques armados llevados a cabo por los grupos rebeldes; la Conferencia Internacional sobre la Región de los Grandes Lagos (ICGLR) participe de manera efectiva en los esfuerzos diplomáticos para poner fin no sólo a la rebelión del M23, sino también a la de los numerosos grupos rebeldes armados presentes en Masisi.

El JRS Grandes Lagos de África es una de las diez regiones geográficas del Servicio Jesuita a Refugiados, una organización católica internacional de la Compañía de Jesús que trabaja en más de 50 países de todo el mundo. La oficina regional coordina los servicios de educación, vivienda, apoyo psicosocial y ocio, así como la asistencia de emergencia y la ayuda a la autosuficiencia de los refugiados y otras poblaciones desplazadas en situación de vulnerabilidad en Ruanda, Burundi y la República Democrática del Congo. En 2009, unas 60.000 personas desplazadas por la fuerza fueron asistidas por el JRS en la región.

El JRS en Kivu Norte

El JRS comenzó a trabajar en Kivu Norte en 2008, en los campamentos para desplazados cerca de Goma. Tras el cierre repentino de los campamentos en septiembre de 2009, el JRS siguió acompañando a las personas en sus lugares de origen y en los lugares de nuevo desplazamiento. El JRS trabaja actualmente en dos áreas de Kivu Norte: los distritos de Masisi y Mweso. El JRS comenzó a trabajar en Masisi en 2010 y desde entonces ha ampliado sus servicios a cinco campamentos oficiales y a otros improvisados, ofreciendo educación formal e informal y asistencia de emergencia tanto a los desplazados como a las comunidades locales. 

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ZENIT Staff

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