Raíces cristianas y el papel de la religión en la nueva Europa

Temas del Congreso de la COMECE por los 50 años de los Tratados de Roma

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ROMA, lunes, 26 marzo 2007 (ZENIT.org).- Europa debe tomar conciencia de las propias raíces cristianas y del papel público de la religión. Es el mensaje del Congreso organizado por la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE), que reunió en Roma del 23 al 25 de marzo a más de 400 participantes.

Los obispos de la COMECE aprovecharon la ocasión del 50 aniversario de la firma de los Tratados de Roma (25 de marzo de 1957), origen del proceso de unificación europea, para reunir a personalidades políticas, exponentes de diversos episcopados europeos, comunidades religiosas, organizaciones y movimientos católicos, con el fin de dialogar sobre los valores y las perspectivas de la Europa del mañana.

El evento, además recordar el nacimiento de la Comunidad Económica Europea (CEE) y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom), sirvió también para trazar un balance sobre el camino emprendido por la Unión Europea, sobre el que pesan las dudas y la insatisfacción causados por el fracaso en la ratificación del Tratado que establece una Constitución para Europa (aprobado por muchos estados miembros, pero rechazado por el voto popular de Francia y Holanda en 2005).

En el discurso de inauguración del Congreso, monseñor Adrianus H. van Luyn SDB, obispo de Rotterdam y presidente de la COMECE, afirmó que los «valores comunes por los que nos decimos cristianos no son propiedad privada, sino valores universales que pertenecen a toda la humanidad y que forjan Europa desde hace mucho tiempo».

Hablando del debate acerca de los valores sobre los que edificar la casa común europea, el prelado advirtió que «sin su raíces religiosas, los valores, hacia los que pretende orientarse Europa, pierden su fundamento».

«Acallar este hecho es una consecuencia del intento de alejar completamente del ámbito público toda referencia a Dios y a la fe», subrayó el prelado holandés.

En un mensaje dirigido a los participantes en el encuentro y leído al inaugurarse los trabajos congresuales, el presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, subrayó el «importante impulso y contribución» de estas celebraciones y subrayó que «la Iglesia y las asociaciones de inspiración religiosa (…) están llamadas a contribuir al relanzamiento de la Unión Europea testimoniando los más profundo valores que constituyen la base de la construcción de una Europa Unida».

Al tomar la palabra, monseñor Angelo Bagnasco, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, afirmó que «Europa está llamada a superar la originaria vocación económica» y remarcó la necesidad de un reconocimiento de las raíces cristianas y de los «principios éticos que son parte integrante y fundamental de su patrimonio espiritual».

Sin «negar las exigencias de una justa y sana laicidad, que no hay que confundir con el laicismo ideológico, de las instituciones europeas», el arzobispo Bagnasco subrayó el interés de la Iglesia católica por «la promoción y la tutela de la dignidad de la persona y de su centralidad ética», del que surge también el empeño en la defensa del «derecho fundamental a la libertad religiosa».

También el ministro del Interior alemán y representante de la Presidencia alemana ante la Unión Europea, Wolfgang Schäuble, subrayó la importancia de las raíces cristianas: «en el momento en que está aumentando cada vez más el número de los musulmanes, es necesario que ellos mismos se den cuenta de la importancia de la tolerancia».

«La unidad en la multiplicidad forma parte también de la historia del Islam. Y esperamos que encuentre un equilibrio en esta multiplicidad porque necesitamos una contraparte con el Islam», añadió el representante alemán.

El vicepresidente de la Comisión Europea, Franco Frattini, subrayó la necesidad de promover «un sentimiento profundo que, surgiendo de las profundas raíces cristianas de Europa, sea todavía capaz de motivar las conciencias, de afrontar con más valentía el tema de los derechos negados y de la solidaridad, dentro y fuera de los confines de la Unión».

La nueva Europa no puede olvidar los «propios valores que hay que proteger y promover»; así como «la propia historia de religiosidad». «Yo creo que laicidad de los estados y religiosidad de los pueblos son elementos principales que se integran entre sí y ciertamente no se contradicen».

«Más que el silencio, Europa ha optado por imponer el silenciador a la religiosidad, a excepción de una defensa tibia de temas que ciertamente son graves y preocupantes, como el antisemitismo o la islamofobia», observó Fratini.

El vicepresidente de la Comisión Europea constató que es «más bien árido el corazón de las instituciones europeas en su respuesta al llamamiento de Benedicto XVI que ha reabierto el diálogo con el mundo laico sobre la relación entre religión y razón».

«En la agenda de Europa, debemos volver a escribir el tema de las raíces cristianas, porque esto significa poder afirmar y afrontar el núcleo de nuestra identidad europea, en la perspectiva de un universo religioso que vuelve a afirmarse», subrayó.

«El tema de las raíces pone en primer plano el tema de un cristianismo que no es la nostalgia de un pasado, sino un pensamiento viviente. Un cristianismo que al presentar con el Papa Karol Wojtyla el tema de los derechos, y con el Papa Joseph Ratzinger el tema de la libertad, se convierte en senda de diálogo y en parte integrante de la promesa, del sueño europeo y, por tanto de nuestro futuro», añadió Frattini.

Monseñor Dominique Mamberti, secretario vaticano para las Relaciones con los Estados, afrontando el eventual tratado constitucional europeo, recordó el llamamiento del Papa Benedicto XVI para que se reconozca el patrimonio cristiano del viejo continente.

«Tal reconocimiento no otorgaría un carácter confesional a Europa y ni siquiera se contradiría su laicidad», dijo el arzobispo Mamberti.

El 23 de marzo, tras ser recibido en audiencia por el Santo padre, el presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Poettering intervino en el Congreso deplorando, a título personal, la ausencia en la declaración de Berlín de la referencia a Dios y a la tradición judeocristiana en el Tratado constitucional europeo.

Aludiendo a las futuras elecciones del Parlamento Europeo, que se celebrarán en junio de 2009, el Presidente habló de la urgencia de poner sobre la mesa de discusión la cuestión del capítulo de los valores, que «para la mayor parte debe reflejar y abarcar los valores cristianos y la filosofía cristiana».

También la Presidenta de Irlanda, Mary McAleese, intervino el viernes en el Congreso, tras entrevistarse en el Vaticano con el Pontífice, en referencia al regular y transparente diálogo con las Iglesias al que el Tratado Constitucional obliga a la Unión Europea.

En este sentido, McAleese anunció que «el mes pasado, el Gobierno irlandés inició una confrontación similar a nivel nacional con los líderes judíos, musulmanes y cristianos del país».

«La voluntad de la UE de interactuar con las Iglesias y las comunidades religiosas ofrece la posibilidad de desarrollar un nuevo paradigma de relaciones entre el Estado y la Iglesia» y «es un reconocimiento significativo de la influencia moral de las comunidades de fe y su contribución al reforzamiento de la civilización» para la «construcción de un futuro mejor para cada uno», añadió la presidenta de Irlanda.

El primer ministro italiano, Romano Prodi, en su saludo al Congreso, confesó «un recuerdo personal nunca hecho público hasta hoy» y que se remonta a la época en la que desempeñaba el cargo de Presidente de la Comisión de la UE.

El primer ministro confesó haber «trabajado amplia y silenciosamente para introducir la referencia a las raíces cristianas en la Constit
ución Europea. Creo, sin embargo que no haberlo logrado no quiere decir que el texto las desconozca. La dificultad nació por herencias del pasado».

Prodi recordó su empeño que lo llevó a presentar y proponer enmiendas, «pero cuando lo hice –reveló– tuve que oír decir: “Métetelas en el bolsillo. No las podemos discutir porque es una historia que nos divide” ».

Los participantes en el encuentro decidieron dirigir un mensaje a los jefes de Estado yp de Gobierno de los estados miembros de la Unión Europea, al presidente del Parlamento Europeo y al Presidente de la Comisión Europea, reunidos el 25 de marzo en Berlín para una reunión solemne del Consejo Europeo.

En especial en el mensaje, como solución a la «actual pausa de reflexión en Europa», se propone tutelar «la libertad religiosa en todas sus dimensiones, los derechos institucionales de las Iglesias y de las comunidades religiosas» y reconocer explícitamente «el patrimonio cristiano de nuestro continente».

El Congreso concluyó este domingo con la celebración de la Santa Misa en la Basílica de San Pedro y con la participación en el rezo junto a Benedicto XVI de la oración mariana del Angelus.

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ZENIT Staff

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