Ratificado el compromiso por los derechos humanos del CELAM

“Nada me importa tanto como la vida humana”

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

SAN SALVADOR, domingo, 12 diciembre 2010 (ZENIT.org).- «Sentimos más que nunca la fuerza de la Palabra de Dios que nos desafía a volver nuestra mirada a los rostros sufrientes de los excluidos, de los sometidos a nuevas esclavitudes, de quienes no tienen esperanza y en sus miradas buscan la palabra que libera y restituye la dignidad de ser persona»,afirman los asistentes en el quinto Encuentro Continental sobre Derechos Humanos del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

Al encuentro –celebrado en San Salvador, capital de El Salvador, del 29 de noviembre al 3 de diciembre–, asistieron agentes de pastoral en Derechos Humanos de todo el continente americano, informa a ZENIT el presbítero Enrique Quiroga, del Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM.

Los asistentes se declaran «discípulos misioneros de Jesucristo, el Señor de la Vida y de la historia" y explican que vinieron «para ver, reflexionar, sentir y escuchar los clamores del pueblo que sufre violencia y experimenta el atropello en sus más elementales derechos».

Afirman, en su declaración final, que se sienten interpelados, como creyentes y personas de buena voluntad, por «el imperativo ético de construir una sociedad justa, fraterna y solidaria donde se viva con dignidad y libertad».

Añaden que su fidelidad a Dios y al ser humano «se traduce en el decidido compromiso de promover y defender la dignidad del ser humano con sus derechos y deberes». Reafirman que «ningún pueblo debe ser excluido del reconocimiento de sus derechos».

El lema del encuentro «Nada me importa tanto como la vida humana» –afirman los asistentes citando palabras de monseñor Óscar Arnulfo Romero, del 16 de marzo de 1980–: «es algo tan serio y tan profundo, más que la violación de cualquier otro derecho humano, porque es vida de los hijos de Dios; y porque esa sangre no hace sino negar el amor, despertar nuevos odios, hacer imposible la reconciliación y la paz».

En este contexto, afirman, «la universalidad, inviolabilidad e integralidad de los derechos humanos. A estos derechos les corresponden deberes y obligaciones de la humanidad y de cada persona».

En espíritu de humildad, los participantes hicieron memoria de los mártires que entregaron su vida por la defensa de los derechos humanos en esta región del mundo.

Piden perdón porque no siempre se han comprometido con los derechos humanos y, en algunas ocasiones, «el miedo y una falsa prudencia» les hicieron «callar» e «impidieron avanzar en el camino».

Constatan, en su sociedad, «una creciente conciencia sobre el valor de los derechos humanos y la centralidad que deben ocupar en el ordenamiento político».

Hacen constar que hay numerosas expresiones de sociedad civil que «trabajan incansablemente para asegurar el goce efectivo de derechos para las poblaciones vulnerables y más pobres».

También organismos internacionales y estatales que en distintos países «profundizan en las políticas públicas con enfoque en derechos humanos».

«La perspectiva diferencial a favor de poblaciones indígenas, afrodescendientes, mujeres, personas con capacidades diferentes, entre otros, hacen parte de un marco

que se abre paso en varios países», afirman.

A pesar de estos avances, constatan que persisten «situaciones vergonzosas de violación a los derechos humanos».

«La existencia de un sistema social y económico que no está centrado en la persona humana y en sus derechos ha llevado a una degradación de las condiciones de poblaciones que han caído en situaciones de exclusión de todo orden», señalan.

El continente ha crecido económicamente, pero eso, denuncian, «no se ha traducido en una mayor equidad y justicia social».

«Más de doscientos millones de personas -informan- viven en condiciones inaceptables en un continente de enorme riqueza natural y biodiversidad que tiene todas las posibilidades de garantizar el bienestar y la dignidad de su población».

«La feminización de la pobreza. La ausencia de condiciones de trabajo digno para millones de habitantes de nuestro continente. La inequidad en el acceso a los recursos a la política y a los bienes de la creación sigue siendo un grave escándalo para esta región que no podrá avanzar en su integración en el mundo actual mientras persistan estas dolorosas situaciones», advierten.

Según los agentes católicos de derechos humanos del continente, «la región vive una crisis de humanidad con nuevos retos que imponen la necesidad de establecer una verdadera cultura de los derechos humanos».

Entre los retos, señalan los referentes a los derechos ambientales, por la grave crisis de cambio climático, la destrucción de los ecosistemas, la implantación de formas de consumo irresponsable, la explotación de recursos naturales sin cuidado del medio ambiente.

Esto se da especialmente, informan, en el campo de la minería y los hidrocarburos, por la falta de normas y leyes que garanticen la protección de la casa común que es el mundo «que se nos entrega con un destino universal para el beneficio de todos los seres humanos y de todas las generaciones».

Denuncian los asistentes al encuentro continental de El Salvador que, por muchos años, «la impunidad ha sido el común denominador en las violaciones a los derechos humanos causadas por agentes al servicio del Estado y por grupos poderosos».

Todavía, indican, «la independencia del poder judicial es un desafío para fortalecer

nuestras frágiles democracias».

Los mismos grupos, constatan, «han logrado en muchos casos politizar el marco de los derechos humanos y desplazar el imperativo humanitario de reconocimiento de la dignidad de cada ser humano».

Denuncian que los «pueblos indígenas y afrodescendientes han sufrido a lo largo de la

historia una cadena de violaciones y desconocimiento de sus derechos que ofende a

Dios y a la familia humana en su conjunto».

La globalización con sus posibilidades, indican, abre nuevos retos en el campo de los

derechos humanos «en el tratamiento de las condiciones dignas de los migrantes, con

el auge de formas criminales que destruyen a los seres humanos, a las redes comunitarias y a la cultura de solidaridad como es el narcotráfico». Denuncian «la trata y tráfico de seres humanos con sus graves consecuencias desde la familia hasta los más altos niveles de la sociedad» y que «bandas armadas que reclutan a personas en condiciones de alta vulnerabilidad, en particular a niños y jóvenes, crean un marco de violaciones masivas a los derechos humanos».

Se comprometen a trabajar para que la pastoral de los derechos humanos sea realmente el eje vertebrador de la Pastoral Social Caritas y que la dignidad de la persona humana y los derechos humanos impregnen toda la pastoral de la Iglesia.

A «impulsar la Misión Continental como espacio en el que se profundice en el cuidado de la vida y en la defensa de su dignidad fortaleciendo la espiritualidad de derechos humanos como fortaleza de nuestra identidad creyente».

Se empeñan en tratar de sensibilizar para que en sus comunidades «se respete y viva integralmente la dignidad de cada ser humano y la solidaridad con los excluidos, con los que son considerados como ‘no personas’ y los que sufren por atropellos y abusos contra sus derechos» y «mantener viva la memoria de las víctimas de violaciones a los derechos humanos y a trabajar para que se conozca la verdad de esta historia de violaciones».

Así como a trabajar para que «quienes han actuado o actúan como agresores o violadores de los derechos humanos», en un proceso de reconciliación y restauración, «descubran el camino del amor de Dios, el respeto por la dignidad de los demás y por la propia dignidad que resulta herida por sus mismas acciones violentas».

Y «llevar a la práctica la palabra del Señor Jesús: ‘Nadie tiene
amor más grande que

el que da la vida por los amigos'», así como ser coherentes en su testimonio de amor por cada ser humano, especialmente por los «hermanos más pobres», incluso -prometen–, «hasta el martirio».

Se empeñan en poner en el centro de sus preocupaciones «al hermano pueblo de Haití», «que está sufriendo enormemente por el terremoto de hace un año, la gravedad del cólera y la fragilidad de una democracia muy maltratada por los grupos de poder».

El documento se dio en San Salvador, «en el 30 aniversario del martirio de monseñor Oscar Arnulfo Romero».

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación