Recomendaciones para la pastoral de los sin techo

Conclusiones del primer congreso internacional

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CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 24 febrero 2008 (ZENIT.org).- Publicamos las conclusiones del primer encuentro internacional sobre la pastoral de los in techo sobre el tema «En Cristo y con la Iglesia, al servicio de los sin techo», que ha distribuido ahora la entidad organizadora, el Consejo Pontificio de la Pastoral para los Inmigrantes e Itinerantes. El encuentro se había celebrado del 26 al 27 de noviembre de 2007.

 

  * * *

I. El acontecimiento

El 26-27 de noviembre de 2007, se celebró el III Encuentro Internacional sobre la Pastoral de la Carretera, en la sede del Pontificio Consejo de la pastoral para los Emigrantes e Itinerantes, Palacio San Calixto, Ciudad del Vaticano.

Participaron cuatro Obispos, muchos Directores Nacionales o Representantes de las Conferencias Episcopales y expertos, procedentes de veintiocho es entre los cuales Alemania, Argentina, Australia, Bélgica, Bolivia, Bosnia y Herzegovina, Brasil, Burundi, Canadá, Chile, China, Corea, Egipto, Eritrea, Estados Unidos, Francia, Holanda, Inglaterra, Irlanda, Italia, Japón, La India, Portugal, República Eslovaca, Rumanía, Sudáfrica, Taiwán y Zimbabwe. De las Ordenes religiosas estaban presentes Capuchinos, Misioneras de la Caridad, Hermanitas de Jesús, y las Misioneras Combonianas. También estaban representados la Soberana Orden de Malta, el SECAM, y el CCEE. Estaban presentes, además, asociaciones y movimientos, entre los cuales «Aux Captifs la Liberation», FEANTSA, FIO, la Comunidad Juan XXIII y la de San Egidio, la Sociedad San Vicente de Paúl y SELAVIP.

El Presidente del Pontificio Consejo, Su Eminencia el Cardenal Renato Rafael Martino, dirigió unas palabras de saludo a los participantes. Llamó la atención sobre cómo la presencia de un número tan considerable de personas procedentes de distintas partes del mundo era la señal de que nos estábamos enfrentando a un fenómeno de carácter global. Destacó, además, cómo la realidad de los sin techo no era un fenómeno reciente. Desde los orígenes, con la expulsión de nuestros antepasados del jardín del Edén, los hombres y mujeres han ido deambulando por los senderos del mundo. De hecho, desde siempre los cristianos han intentado responder, con solicitud pastoral, a las adversidades de los pobres y de los sin techo. El Presidente enunció una serie de indicadores que, en la vida de la Iglesia, desde el Magisterio ordinario hasta otras directrices, han orientado a los Cristianos en su atención pastoral hacia los sin techo. Por último, e inspirándose en el mensaje propuesto por el Santo Padre Benedicto XVI en la Carta Encíclica «Deus caritas est«, subrayó cómo, aunque el evangelio no ofrezca de inmediato soluciones a los problemas, tenemos aquí que dejarnos llevar por el deseo de amar al próximo y de descubrir en él el rostro de Cristo. Por lo tanto, el servicio a los sin techo «se convierte en una profunda revelación del amor de Dios hacia la humanidad».

A continuación, el Arzobispo Agostino Marchetto, Secretario del Dicasterio, pronunció el discurso programático con el título: «¿Señor, cuando te hemos visto…?» (Mt 25,44). Así se centró tanto el tono como el desafío del encuentro, remitiendo al mandamiento del Señor éste saber reconocer siempre el rostro de Cristo en los pobres y marginados. Antes de nada, el Excmo. Secretario explicó que cuando hablamos de los sin techo, de hecho nos enfrentamos a la falta de tutela de los derechos humanos fundamentales. Además, no sólo describió la realidad de este fenómeno global, sino también las diferentes facetas en que éste se manifiesta. No obstante estas diversidades, la falta de una morada fija, casi siempre, lleva a las personas a la desastrosa espiral de la falta de sanidad, de la pobreza y de la marginación. Por estas razones, las necesidades de los sin techo reclaman una clara respuesta tanto humana come eclesial, que se basará no sólo en la satisfacción de las necesidades fundamentales, sino también en la tutela de su dignidad como personas. Al mismo tiempo, la Iglesia tiene que desarrollar una específica pastoral que sepa ver a la persona en cuanto tal, más allá de sus necesidades, ya que realmente ella ha sido creada a imagen y semejanza de Dios. Este es el desafío para las comunidades cristianas: transformarse en lugares de acogida donde no sólo se acoja al Señor mismo en las personas sin techo, sino también donde haya un reciproco acompañamiento en el proceso de su rehabilitación y reintegración.

Durante ese primer día, los participantes tuvieron la ocasión de presentarse y de intercambiar opiniones sobre las respectivas experiencias de apostolado. Éstas corroboraron no sólo la importante aportación que se ha llevado a cabo en el ámbito de la atención pastoral de los sin techo, sino también la extraordinaria diversidad de situaciones en las que cada uno se encuentra y lleva a cabo su tarea.

A lo largo de los dos días los congresistas se dividieron en distintos grupos lingüísticos, con el propósito de compartir experiencias de buenas realizaciones, metodologías, logros y fracasos en la atención pastoral de los sin techo. Durante el segundo día, los grupos profundizaron en las características de lo que tendría que constituir el fundamento de la respuesta eclesial. Se les entregaron varias preguntas para facilitar la reflexión y el dialogo.

Lo más destacable de la segunda jornada fue la extensa intervención del Profesor Mario Pollo de la LUMSA y de la Universidad Salesiana de Roma. Trazó un panorama global del fenómeno de los sin techo y de las consiguientes y distintas respuestas pastorales, obtenidas de una encuesta realizada anteriormente por el Pontificio Consejo entre los distintos participantes.

La tarde del segundo día se dedicó a la Mesa Redonda acerca de «el compromiso humano y la atención pastoral de los sin techo«. La Baronesa Martine Jonet, de la Soberana Orden de Malta, el Señor Roger Playwin, Director Nacional de la Sociedad de San Vicente de Paúl, en los Estados Unidos de América, don Barnabe d’Souza, Director del centro de acogida Don Bosco, en la India, el Señor Cristiano Gianfreda, de la Comunidad de Papa Juan XXIII y Sor Maria Cristina Bove Roletti, Coordinadora Nacional de la Pastoral de la Calle de Brasil, expusieron sus experiencias con respecto a las situaciones particulares de los Países donde viven y de sus organizaciones, «descubriendo» los principios que tendrían que dirigir esta actividad pastoral y sus nuevas estrategias. De modo especial, señalaron no sólo la importancia de la atención de los sin techo sino también la importancia de manifestar el valor y la dignidad de sus propias vidas.

La parte conclusiva del encuentro, se dedicó a la presentación del aporte de los grupos de trabajo y a la lectura de las conclusiones y recomendaciones. El Congreso terminó expresando el vivo deseo de continuar el dialogo y el intercambio fraternal de experiencias en el ámbito de la pastoral para los sin techo.

II. Conclusiones

1.         Debido a su condición, la persona sin morada fija tiene una singularidad y unicidad irrepetible. En una sociedad que lee las relaciones sociales en función de los intereses económicos, la Iglesia asume la misión de restituir el valor de la gratuidad, de la relación en su sentido más profundo.

2.         En nuestro contexto histórico y social existen personas que identifican al pobre come aquel que ha fracasado, tanto en el orden de la naturaleza humana como de las necesidades humanas. Esto lleva a considerar la pobreza como la consecuencia de una vida sin valores y, en consecuencia, una culpa. Por lo tanto se ve la pobreza como una situación de la cual es casi imposible emanciparse. Su duración es una señal capaz de estigmatizar para siempre le existencia humana.

3.         El destino de
una persona sin techo está ulteriormente «marcado» si se considera su situación como resultado de una «elección». ¿Quien podría elegir vivir del cuento o una existencia marcada por la inestabilidad para si y para su propia familia? Sin embargo, la búsqueda de la justicia nace del reconocimiento del pobre, con el convencimiento de que definirlo con un nombre equivocado significa añadir una injusticia a otra injusticia.

4.         A menudo nos enfrentamos con la idea de que una persona que no tiene morada fija es una persona «diferente». Es como si la pobreza fuera un problema que concierne a los demás. En realidad no hay diferencias, porque vivimos en una «sociedad de riesgo» en la que nadie puede estar seguro de no acabar siendo pobre.

5.         En cada uno de los cinco continentes el ejemplo y la abnegación de las comunidades cristianas respecto a los «últimos entre los últimos» es una señal evidente del amor de Dios hacia la persona humana, viva donde viva y en la situación existencial en que se encuentre. Esto resulta aún más evidente en las actividades específicas que se llevan a cabo, incluso cuando se adoptan metodologías distintas y las opciones a nivel de la organización dependen de los Países en los que se concreta la actividad pastoral. De hecho, lo que se realiza está caracterizado por distintos valores fundamentales que constituyen su trasfondo teológico.

6.         Entre todos los valores es de particular importancia a dimensión relacional. Al aceptar la definición de quien está sin morada fija como «un sujeto que se halla en condiciones de pobreza material y no material, portador de estreches complicadas, dinámicas y multiformes«, hecho patente en la falta de morada fija, podemos constatar que la carencia relacional es un elemento que puede  circunscribir y provocar una vida de pobreza. A partir de ello, hay que trazar el itinerario hacia una mayor confianza, una vida verdadera y significativa, en la que se pueda considerar a las demás personas como amigos, y ello es posible también en sitios en los que no hayan «estructuras», como la calle. Ella puede, por lo tanto, ser un sitio pedagógico, pero también pastoral, para alcanzar una promoción humana, un cambio.  

7.         Para que se realice, la Iglesia, la comunidad local, actúa en el territorio, solícita a las necesidades emergentes y ofrece el apoyo para individuar las soluciones. En este itinerario se insertan a las personas sin morada fija en un recorrido de reconciliación, así como están involucrados todos aquellos que viven en un determinado territorio. Este procedimiento de reconciliación reclama necesariamente una complementariedad existencial. Sólo a través de las relaciones la persona humana puede descubrir y reconocer a sí misma.                      

8.         Los cambios políticos y los fenómenos sociales en continua transformación necesitan de una acción profética por parte de las Iglesias locales. Hoy en día constatamos que ellas están constantemente comprometidas en defensa de la vida, a través de sus elecciones y el testimonio de que el amor a Cristo es una fuente de curación de las heridas de la indiferencia.

9.         Algunos elementos esenciales encaminan la «mejor actividad pastoral» entre los sin morada fija que implica compartir. Hacerse partícipe de un destino común es el resultado de profundas relaciones, en las que la manera de ver al pobre es purificada. Esa visión purificada corrobora la persuasión que existen personas capaces de llevar en sus corazones el destino de los demás y, entretanto atestigua – a través del trabajo de los agentes pastorales – que Dios ama hic et nunc (aquí y ahora).           

10.       Creer en la importancia de las relaciones, pone la dimensión de la promoción humana al lado de aquella del auxilio material, ser agentes pedagógicos y considerar que el camino por recorrer, para evitar graves formas de marginación, es innovador e importante, implica pensar, proponer y creer en una acción pastoral global.  

11.       Los sin morada fija representan, en todo caso, un desafío para toda la sociedad, llamada a la corresponsabilidad en la promoción de un acercamiento apasionado con el problema. Hay que tratar de comprender la situación y no tanto de encontrar una explicación, que podría degenerar en clasificación impropia. No hay que considerar a la persona como un objeto, destinatario de intervenciones establecidas de antemano. Ello necesita de un proyecto que no estigmatice sino que tenga la lógica de una verdadera inclusión. No obstante, la acogida permanece limitada, frágil, insuficiente, pero hay que llenarla de un compromiso deliberado y constante. Espontaneismo, fragmentación y obstáculos son elementos que se necesita contrastar con un acercamiento integral, duradero y sostenible.            

12.       La sensibilización consiguiente – en el contexto de un proceso hermenéutico – es el camino a través del cual se puede pensar y proyectar un futuro diferente, en el que la dignidad sea descubierta de nuevo (y no sólo restituida). Por el hecho de que cada persona es en sí misma un ser único e irrepetible, en cuanto hijo de Dios, es fundamental respetar el tiempo necesario para el crecimiento y el cambio. Esto es verdad también para la comunidad eclesial implicada en la solicitud hacia el próximo.

13.       Hay que ser «veraces» en cada relación de naturaleza pastoral. Vivir la verdad en el ejercicio de la caridad tendría que constituir la base de toda eventual actividad. Esa verdad exige una demostración de su gratuidad, de su origen y de sus razones más profundas. podemos decir que el paradigma de una Iglesia que está cerca de sus hijos, aunque ellos estén a menudo lejos de «casa», es en lo que debería consistir su «ser sal y luz».

14.       Proporcionar una «casa» es por lo tanto la misión intrínseca de toda actividad pastoral, en este ámbito. No se trata simplemente de ofrecer un amparo, sino un lugar donde las personas puedan ser ellas mismas en toda su plenitud y dignidad. Se trata por tanto de un lugar donde se pueda construir su propia morada relacional y desarrollar cada dimensión de la existencia, incluida la espiritual.

15.       El número de personas sin techo tiende al aumento tanto en los Países industrializados como en aquellos que están en vía de desarrollo, en las grandes ciudades y en las zonas rurales, entre los ciudadanos residentes e inmigrantes, incluso hombres, mujeres de toda edad y niños. 

16.       La Iglesia, a través de sus múltiples instituciones, socorre a los sin techo gracias a comedores, refugios, cursos de formación profesional y empleo, advocacy, poniendo a disposición practicas para la contratación del empleo como parte integrante del proceso de integración en la comunidad y garantizando asistencia pastoral.

17.       Se encuentra aquí un lugar para la ordinaria, territorial, actividad pastoral de la Iglesia, y también para aquella específica, que tiene que ser holística, multidimensional, espiritual, social y relacional.

18.       El cuidado pastoral tendría que ser comprendido en el sentido más amplio, al ser la respuesta a las necesidades materiales y espirituales.

19.       El ministerio de la acogida, sobretodo respecto a los marginados, es también parte integrante de la vida parroquial. Si en la comunidad no se consideran a los pobres y a los sin morada fija, la Iglesia non puede considerarse «completa». Existe además una clara conexión entre las obras de la caridad y las exigencias de la justicia.              

III. Recomendaciones

Para la sociedad

1.         Al ser la realidad socio-económica muy complicada y llevar a cabo obras de justicia significa vivir la justicia, es neces
ario actuar en medio de la complejidad evitando las fragmentaciones. Además la perdida de valores desestabiliza la convivencia social así que las Iglesias locales tendrían que presentar una perspectiva axiológica que reconduzca al hombre hacia el hombre. 

2.         Para alcanzar estos logros es importante crear una «red» local, en la que se reconozcan las responsabilidades y las competencias, dando la preferencia a la programación antes que a la intervención en situaciones de emergencia. Que se fomenten entonces encuentros para la coordinación intra-eclesial y extra-eclesial como oportunidad para definir objetivos comunes. Asimismo, que haya recíproca comprensión de los lenguajes utilizados para analizar y hacer frente a las necesidades de los sin morada fija. Es también de esta manera que se fomentará el desarrollo de su cuidado pastoral purificado de los estereotipos, de los «perjuicios» y de las divisiones ideológicas.   

3.         aunque haya organizaciones o grupos que se sienten facultados a ocuparse de los sin morada fija, es oportuno volver a entregar las respectivas responsabilidades a las autoridades civiles, centrales y locales.  

4.         Se fomenten trabajo y viviendas, incluso en la perspectiva de los derechos fundamentales. Entre ellos, hay que insertar también el de la salud, no sólo en el sentido de ausencia de patologías, sino como posibilidad de acceso al bienestar existencial.            

5.         Por lo tanto es oportuno que en cada acción pastoral para los sin techo – como la acogida, el trabajo, la atención psicológica, el acompañamiento educativo, etc. – se asuman, dentro de lo posible, los limites humanos, con el fin de evitar el fracaso. Ello significa que hay que tener unos objetivos realistas y realizables.

6.         Hablando de personas que viven sin morada fija, que se desarrollen nuevas y respetuosas expresiones lingüísticas para denominarles.

7.         Sin juzgar a las personas, las actividades de servicio tengan como blanco la promoción de la calidad de la vida y soluciones a largo plazo, ofrecidas de manera respetuosa tomando en consideración la Doctrina social de la Iglesia sobre la dignidad de la persona humana. Además, que esas intervenciones aspiren a la trasformación total.         

Para la Iglesia

8.         El compromiso eclesial a favor de los sin techo se base en la verdad fundamental de que en ellos se hace presente Cristo que sufre y ha resucitado. Siguiendo el ejemplo de Cristo, es necesario escucharles, darles confianza y crear relaciones. Para lograrlo, la Iglesia tiene que salir a su encuentro en la calle, con una implicación positiva.

9.         De cara a ofrecer un mejor servicio a los sin techo, es necesario fomentar la colaboración entre instituciones eclesiales, poniendo fin a la tendencia de actuar a solas, a veces con espíritu de competición. Se alienta a una adecuada cooperación con las Autoridades civiles, con otras denominaciones religiosas y con Instituciones no confesionales que comparten las mismas preocupaciones y los mismos objetivos. Que se anime también las iniciativas ecuménicas.

10.       Las personas sin techo han de ser estimulados a participar, en la medida de lo posible, en la vida social y eclesial. Que en los programas destinados a ellos se tengan en cuenta sus respectivas experiencias, convicciones, culturas y necesidades, implicando a las mismas personas en su tarea de recuperación y evitando crear dependencias.

11.       Que las personas sean tratadas como seres únicos, reconociendo en ellas la imagen y la semejanza de Dios, y que se les llame a cada uno por su nombre.

12.       A pesar de las dificultades en los contextos donde se opera, parece oportuno recorrer con convicción los itinerarios de la justicia, afirmando la especificidad de la misión de la Iglesia.

13.       Por lo tanto, es necesario y oportuno conocer esta realidad tanto a través del estudio como a través de la acogida, como resultado de la relación. Los pobres forman parte de la comunidad eclesial y como pobres tienen que ser acogidos de la misma manera que se acoge a las familias en dificultad, a las viudas, etc. Cada persona tiene su historia y problemas específicos que hay que conocer y afrontar. Los sin techo tienen que ser considerados portadores de derechos y no considerados sólo como un listado de necesidades por satisfacer.

14.       Se les ha de dar la posibilidad de poder expresarse en la Iglesia y en los acontecimientos públicos. Ello puede realizarse también en la dimensión típica del teatro o de los demás medios de comunicación.

15.       Los estudiantes también han de participar, en los distintos niveles de formación, para que aprendan lo que hay debajo de la situación de los sin techo y puedan ayudar según su nivel.

16.       Que en las parroquias se fomenten las buenas relaciones familiares y comunitarias, de tal manera que se puedan individuar las necesidades locales emergentes y se pueda realizar una acción preventiva, que frene la aparición del fenómeno de los sin techo.

17.       Hay que utilizar los Documentos eclesiales como un recurso para ofrecer un ministerio eficaz.

18.       Se pongan a disposición adecuadas medidas de financiación que permitan a los laicos ofrecer su propia contribución a la pastoral de las personas sin techo.

Para las Conferencias Episcopales y las correspondientes Estructuras Jerárquicas de las Iglesias Orientales Católicas

19.       Que las Conferencias Episcopales y las correspondientes Estructuras Jerárquicas de las Iglesias Orientales Católicas hagan obra de advocacy en favor de los derechos a la casa y al desarrollo, en el espíritu de la Populorum Progressio. Una buena actividad de asesoramiento nace de informaciones fiables. Los Obispos locales pueden entrar en conocimiento del tema en cuestión mediante las propias asociaciones y otras que actúan en sus diócesis/eparquías.

20.       Un camino de fuerte compromiso implica la intervención de las Conferencias Episcopales y de las correspondientes Estructuras Jerárquicas de las Iglesias Orientales Católicas, el auxilio de la Santa Sede, la iluminación del Magisterio pontificio.

21.       En ese marco, las Conferencias Episcopales y correspondientes Estructuras Jerárquicas de las Iglesias Orientales Católicas propongan orientaciones sobre las obras de financiación, a fin de sustentar las actividades especificas en apoyo de las personas sin techo, proyectar un futuro distinto, ayudar a todos aquellos que trabajan por los pobres (a menudo también ellos en condiciones de pobreza).

22.       La Sagrada Liturgia podría expresar esa solicitud a través de signos litúrgicos que manifiesten el lugar central de los pobres en el corazón de Dios. Una jornada de oración para remediar las pobrezas extremas (tal vez el 17 de octubre, jornada mundial contra la pobreza), podría contribuir en ese sentido.

Para las diócesis/eparquías

23.       Los bienes eclesiales no utilizados (edificios) podrían ponerse a disposición como viviendas económicas y residencias. Las diócesis/eparquías consideren la oportunidad de disponer de un proyecto para las viviendas de los sin techo como signo concreto de este primer Encuentro Internacional, si todavía no lo han hecho.

24.       Los Seminaristas, religiosos, agentes pastorales reciban elementos de formación sobre la Doctrina social de la Iglesia y sobre la pastoral de los pobres y de los marginados.

25.       Se alimente una mayor presencia del Diaconado permanente en el servicio a los pobres y a los sin techo.

26.       Que se estimule una mejor interrelación en las actividades de los religiosos y de las
religiosas y de las asociaciones que cuentan con amplia tradición en el marco de los servicios sociales.

Para las parroquias y las comunidades

27.       Las parroquias sean «comunidades de acogida». Se favorezca la constitución de «comités sociales» para promover e individuar las obras de misericordia corporal.

28.       Las homilías y formas de catequesis han de prestar atención a las desventuras de los sin techo y a las consiguientes respuestas cristianas.

29.       Para ser una comunidad cristiana de acogida, se debe dejar a un lado los perjuicios, y llevar a cabo una labor de reconocimiento. En ese sentido, no existen pobres que sean prerrogativa exclusiva de la acción de uno en particular. En todo caso, siempre es la comunidad la que tiene que hacerse cargo de ello, aún cuando se trate de una acción de restitución de la responsabilidad. En un determinado territorio, una comunidad es acogedora cuando es capaz de individuar la necesidad y de ofrecer repuestas flexibles, que se alejen de la «burocratización». Por lo tanto las comunidades eclesiales deben asumir el riesgo de vivir una caridad profética.

30.       Es conveniente que dentro de las comunidades eclesiales se reconozca la presencia de habilidades que se puedan poner a disposición. Que se acompañe esas capacidades con propuestas formativas capaces de ofrecer elementos útiles para la comprensión de la realidad.

31.       De hecho, en las parroquias es posible promover «obras que sean signos», para afirmar profecía, interés y compromiso de las comunidades cristianas hacia los sin techo. A nivel local, especialmente, es oportuno percibir las señales del sufrimiento y antes aún los de la estrechez, que puede prevenirse si se da un amplio espacio a la escucha de todo lo que la persona está pasando y experimentando.

32.       Que todas las parroquias y los demás grupos eclesiales acepten el mandato evangélico de acoger a los extranjeros y, entre ellos, de cuidar de la mejor manera al indigente y al que no tiene un techo. Los sacerdotes y los directores espirituales tienen que estar siempre disponibles respecto a los sin techo, sobretodo en las situaciones críticas de su vida y en las ocasiones de luto.

33.       La comunidad local, la Iglesia, el pueblo de Dios, están llamados también a creer en el futuro de las personas sin techo. Esto se puede realizar a través de la constante comunicación, en las medidas y en los tiempos oportunos. Toda ocasión destinada a «dar voz al que no tiene voz» (ver las experiencias de los llamados diarios de la calle) es una posibilidad capaz de cambiar la percepción que las personas sin techo tienen de sí mismos, y también la consideración y la comprensión de la sociedad con respecto a ellos. Todo esto es un paso hacia el incremento de la confianza en sí mismos y en la vida. 

Para el Consejo Pontificio

34.       Que el Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes, con la ayuda de los participantes, redacte un listado de las organizaciones que actúan con los sin techo, para facilitar el intercambio de «modelos» y simplificar la comunicación y la coordinación.

35.       El Consejo Pontificio dedique también una semana cada año a la sensibilización sobre las necesidades pastorales de las personas sin techo, tal vez en concomitancia con las jornadas internacionales que se les dedican.

36.       El presente Encuentro no tendría que ser el primero ni tampoco el último; es importante que haya una continuación.

[Traducción distribuida por el Consejo Pontificio de la Pastoral para los Inmigrantes e Itinerantes]

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ZENIT Staff

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