Reconciliación, objetivo del viaje del Papa a Croacia

Según él mismo explicó en la audiencia general de este miércoles

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CIUDAD DEL VATICANO, 11 junio 2003 (ZENIT.org).- La visita apostólica a Croacia buscaba confirmar en la fe a los católicos del país y promover la reconciliación tras los años de la guerra, según reconoció este miércoles Juan Pablo II.

Como es costumbre, el Santo Padre aprovechó la tradicional audiencia general semanal, que congregó a unos 13.000 peregrinos en la plaza de San Pedro del Vaticano bajo un sol abrasador, para hacer un balance de su tercer viaje a ese país balcánico, que tuvo lugar del 5 al 9 de junio.

«¡Ha sido mi viaje apostólico número cien!», reconoció nada más comenzar su encuentro con entusiasmo. «Elevo al Señor desde lo más profundo de mi corazón mi sentida acción de gracias por haberme abierto cien veces los caminos del mundo y de las naciones para poder dar testimonio de Él».

«He regresado a la noble tierra croata para confirmar a los hermanos en la fe –aclaró–; he querido llevar a todos un mensaje de paz y de reconciliación».

A continuación, el obispo de Roma repasó los momentos y temas más importantes de esta tercera visita a Croacia que llevaba por lema: «La familia: camino de la Iglesia y del pueblo».

En primer lugar, recordó la beatificación del 6 de junio en Dubrovnik de sor Marija de Jesús Crucificado Petkovic (1892-1966), fundadora de la Congregación Franciscana Hijas de la Misericordia, cuando dirigió «un mensaje especial a las mujeres» para alentarles «a ofrecer a la Iglesia y a la sociedad su contribución espiritual y moral».

En esa ocasión, pidió además «a las consagradas que sean un signo elocuente de la presencia amorosa de Dios entre los hombres».

El 7 de junio, celebró la eucaristía en Osijek, como recordó el mismo Papa, donde constató que «sólo quien está animado por una fe robusta y por un amor generoso puede ser apóstol de la reconciliación y de reconstrucción moral, allí donde permanecen abiertas las heridas de un pasado doloroso y difícil».

Al día siguiente, domingo de Pentecostés, en Rijeka, el Papa invocó «una renovada efusión de los dones del Espíritu Santo sobre las familias cristianas de Croacia y del mundo».

«Además, me pareció útil confirmar el valor primario social de la familia, pidiendo para ella una atención privilegiada y medidas concretas, que favorezcan su constitución, desarrollo y estabilidad», recordó.

Por último, evocó su despedida del país, el 9 de junio, que tuvo lugar en la ciudad dálmata de Zadar, con la celebración de la Liturgia de la Palabra en el día de la fiesta de la Virgen María, Madre de la Iglesia.

«María sigue estando presente hoy en la comunidad eclesial –explicó el Papa–: una presencia humilde y discreta, pero alentadora en la oración y en la vida según el Espíritu; una presencia contemplativa, capaz de recordar a los pastores y fieles la primacía de la vida interior, de la escucha y de la asimilación de la Palabra de Dios, condición indispensable para un anuncio evangélico convencido y eficaz».

Esta visita, concluyó, ha servido al Papa para «constatar hasta qué punto el cristianismo ha contribuido al desarrollo artístico, cultural, pero sobre todo espiritual y moral de Croacia».

«Sobre esta sólida base, ahora, a inicios del tercer milenio, la querida nación croata podrá seguir construyendo su cohesión y estabilidad para integrarse armoniosamente en el consorcio de los pueblos europeos», afirmó.

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ZENIT Staff

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