Recta final del año del Rosario

Entrevista con el teólogo Jesús Castellano Cervera

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ROMA, 19 agosto 2003 (ZENIT.org).- Este mes de octubre, vigesimoquinto aniversario de pontificado de Juan Pablo II, concluirá el Año del Rosario. ¿Cuáles son las conclusiones que se pueden sacar al entrar en su recta final?

Según explica a Zenit el padre Jesús Castellano Cervera, carmelita descalzo, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la convocatoria lanzada por el Papa, en particular a través de la carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae» (16 de octubre de 2002), ha permitido redescubrir los aspectos más profundos de esta práctica de oración.

«En esa carta encontramos ante todo la voluntad de contemplar a Cristo con los ojos de María y de contemplar a María en su camino con Cristo», aclara el profesor de teología dogmática, liturgia y espiritualidad de la Facultad Pontificia Teológica «Teresianum».

«De este modo –constata–, una oración como el Rosario, que habíamos considerado como una oración vocal, a través de las indicaciones del Papa se convierte en oración contemplativa para un camino de santidad».

«La novedad más importante introducida por el Santo Padre es la contemplación de los misterios de la vida pública de Jesús, los misterios de la luz», reconoce.

«Nadie se había atrevido antes a introducir estos misterios en el Rosario. El Papa ha roto el número simbólico de 150 avemarías, para ampliarlo hasta 200. Pero era algo necesario pues, como el mismo Santo Padre, explica había que unir la infancia de Jesús con su pasión».

«Los nuevos cinco misterios –recuerda el padre carmelita– comienzan con el bautismo de Jesús, revelación del Padre y del Espíritu a orillas del Jordán. A este momento le llamamos «teofanía», es decir, manifestación de la trinidad. Se trata de un misterio de luz, pues se habla de los cielos que se abren, de la predicación del hijo predilecto, del descenso del Espíritu Santo».

«Luego viene la autorrevelación de Jesús en las Bodas de Caná, donde la Virgen permite comprender y contemplar el rostro de Jesús como Salvador. Misterio de gozo y de luz luminosa es, de hecho, la intercesión de María, que dice a Jesús: «no tienen vino», y a los siervos: «hacer lo que os diga»».

Introducido tras la «Predicación del Reino» (tercer misterio), «el misterio de luz por excelencia es el de la Transfiguración del Señor. Transfiguración que es celebrada por la Iglesia romana en dos ocasiones al año: el segundo domingo de Cuaresma y el 6 de agosto. Misterio luminosísimo ya sea por la luz que resplandece del rostro de Jesús, de sus vestidos, ya sea por la revelación del Padre que afirma: «Este es mi hijo predilecto, escuchadle»».

«Según la intuición mística de la Edad Media, la Virgen está presente en la última cena –último misterio luminoso–. De hecho, según la tradición, la cena pascual era preparada por la mujeres, por tanto, las mujeres estaban presentes y prepararon la comida de la Eucaristía. Es evidente el carácter luminoso de esta cena. En el Evangelio de Juan se dedican cinco capítulos a la narración de la cena, desde el inicio del lavatorio de los pies (capítulo 13) hasta el capítulo 17».

«El Papa a ha recordado en la última encíclica sobre la Eucaristía cuáles son las relaciones de profunda dependencia entre el Cuerpo de Cristo y María. Sin la maternidad de María no existiría la Eucaristía de la Iglesia –concluye el padre Castellano–. Desde el Bautismo hasta la Eucaristía, estos cinco misterios luminosos son esenciales. Cinco misterios de la vida pública de Jesús que antes faltaban».

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ZENIT Staff

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