Redescubriendo la primacía del ser sobre el tener

Según el autor de «Metafísica de la persona»

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BARCELONA, martes, 22 abril 2008 (ZENIT.org).- Según el filósofo Joan Martínez Porcell «vivimos en una época en la cual el pensamiento débil abunda en la apología de lo efímero», en la que el tener es más importante que el ser,  motivo por el cual propone redescubrir la «Metafísica de la persona».

Este es precisamente el título del volumen que ha publicado en la Editorial Balmes con el objetivo de recuperar las intuiciones de santo Tomás de Aquino y «humanizar nuestras relaciones un tanto rotas».

Martínez Porcell es decano de la Facultad de Filosofía de Cataluña.

–¿La metafísica ofrece soluciones que sostengan el deseo de felicidad y ayuden a superar el cansancio espiritual de Occidente?

–Martínez Porcell: La metafísica anima a buscar certezas más allá de lo «físico»; nos ayuda a superar el horizonte del espacio o tiempo inmediatos.

Al conseguir establecer las razones últimas de nuestra existencia en un ámbito que va más allá de lo puramente sensorial, nos ofrece la posibilidad de saborear lo eterno, de atender nuestro ser espiritual en aquello que tiene de trascendente y, en este mismo sentido, nos aparta del hastío, este sentido de profundo vacío que deja en nuestro interior la ausencia de ultimidades.

–En la situación actual, ¿las certezas tienen cabida?

–Martínez Porcell: Vivimos en una época en la cual el pensamiento débil abunda en la apología de lo efímero.

De algún modo, la cultura ligth de nuestro tiempo propone el «usar y tirar» propio del consumismo como hábito de conducta, pero olvida que las personas no son de plástico y necesitan y reclaman un ámbito en el cual el pensamiento forme convicciones firmes que orienten las decisiones y los sentimientos.

La felicidad no es un producto al final de ningún camino sino al argumento que teje las pequeñas decisiones diarias construyendo la propia vida con un argumento que le dé coherencia.

–La humanidad rechaza los grandes relatos que antes daban coherencia y sentido a la propia vida y prefiere vivir en la «dispersión», según usted. ¿Qué alternativa ofrece una metafísica de la persona inspirada en santo Tomás?

–Martínez Porcell: Efectivamente, estamos lejos de los momentos en que la razón iluminaba las decisiones que hoy se toman más bien a impulsos de la emotividad o el sentimentalismo.

Hay que volver a una sana razón, un intelecto humilde capaz de volverse a admirar de la realidad.

Fundamentar la persona, con todas sus capacidades, en un ser recibido por don del creador, llevó a Santo Tomás a desarrollar una antropología ordenada y fecunda en la que todas las capacidades personales encuentran su sitio armónico y activo.

Creo que el personalismo heredó en parte la intuición de la centralidad de la persona en el ser que fue el eje de la antropología de santo Tomás. Y recuperar esta intuición hoy ayudaría mucho a humanizar nuestras relaciones un tanto rotas.

–La metafísica se vale de un lenguaje no siempre fácil (ens concretum, analogía del subsistens distinctum…) ¿Cómo se podría hacer más comprensible?

–Martínez Porcell: Es cierto que la metafísica utiliza una serie de términos que han acumulado históricamente distinciones y análisis de gran profundidad pero que, por ello mismo, hacen técnicamente difícil su acceso.

Este peligro existe en cualquier ciencia y en sus tecnicismos, entendidos únicamente por los especialistas. A pesar de todo, hay unas intuiciones básicas que pueden llegar al gran público.

Por ejemplo, ens concretum sólo significa que hablar de las personas no es filosofar de abstracciones sino referirse a lo más concreto y real que existe; y afirmar el subsistens distinctum es simplemente subrayar que en cada persona permanece un misterio de privacidad e individualidad incomunicables, es simplemente volver al adagio antiguo: «el individuo es inefable».

–Descartes dijo «pienso luego existo» Hoy se podría decir «compro, luego existo» en la sociedad de consumo. ¿Cómo descubrir la primacía del ser sobre el tener?

–Martínez Porcell: Descubrir esta primacía es el gran reto para personalizar nuestras relaciones y dejar de ser únicamente sujetos de consumo. Creo que podría ayudarnos la experiencia de San Agustín, el padre de la subjetividad occidental, uno de los descubridores de la propia intimidad.

Cuando San Agustín afirma que «Dios es más íntimo a nosotros que nosotros mismos» nos pone en la pista del descubrimiento de la dimensión espiritual de la persona, nos anima a experimentar lo más auténtico de la persona en su dimensión interior.

Hacer esta experiencia nos alejaría del camino por el cual la actividad personal sea valorada simplemente desde horizontes más apropiados a las cosas que a las personas.

Por Miriam Díez i Bosch

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ZENIT Staff

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