Reino Unido despide las reliquias de la “Pequeña Flor”

Ante la enfermedad terminal y la muerte, responde de Santa Teresita

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LONDRES, lunes 19 de octubre de 2009(ZENIT.org).- Cerca de trescientos mil peregrinos han visitado las reliquias de Santa Teresa de Lisieux durante su gira de 28 días por Inglaterra y Gales, que finalizó el pasado viernes 16 de octubre.

Esos días han sido un “tiempo de conversión” que ha incluido “maravillosas expresiones de fe y amor”, señaló el arzobispo de Westminster, monseñor Vincent Nichols, en una Misa de despedida celebrada el jueves en la catedral de Westminster.

“Esta efusión de fe ha desconcertado a mucha gente”, dijo, y “los comentaristas seculares no han sido capaces de darle sentido”.

“Mucha gente” ha encontrado “aliento, perseverancia y esperanza a través del ejemplo y las oraciones a la más notable de las mujeres jóvenes”, afirmó el arzobispo.

Para muchas personas, añadió el prelado, estos días “han sido un tiempo de volver a apreciar el valor de las reliquias como antigua expresión de nuestra fe en la presencia transformadora de Dios en medio de nuestras faltas humanas”.

El arzobispo preguntó: “¿Hacia dónde vamos desde aquí? ¿Qué aprendemos de Teresa para nuestra misión de hoy?”

“En nuestros esfuerzos misioneros necesitamos ser claros y razonables en todo lo que decimos y hacemos”, respondió.

Y añadió: “Necesitamos entender cuidadosamente las circunstancias de nuestros días y estar bien enterados de los asuntos contemporáneos”.

El amor, clave de la misión

El arzobispo Nichols destacó que para Santa Teresa, la clave de la misión era el amor. Y citó algunas palabras de la patrona de las misiones:

“Finalmente entendí que el amor comprende todas las vocaciones, que el amor era todo, que abarcaba todos los tiempos y todos los lugares (···), en una palabra, que es Eterno”, dijo la santa.

Y también: “Mi vocación es el amor (···). Sí, he encontrado mi lugar en la Iglesia (···). En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré amor”.

El prelado afirmó que estas palabras fueron escritas por la santa cinco meses antes de su muerte, “en un momento de dolor angustioso y de sufrimiento”.

Y añadió: “Nacen del abandono en Dios, en oscuridad y desolación; son, además, un poderoso testimonio de la gracia de Dios y de su obra en nuestra debilidad, y no del poder de románticas imaginaciones centradas en uno mismo”.

“Son palabras para dar forma a nuestra misión hoy”, afirmó.

El arzobispo subrayó la relevancia de esas palabras cuando “como sociedad, luchamos por entender y responder a la experiencia de la enfermedad terminal y la proximidad de la muerte”.

Esos momentos, destacó, les parecen “inútiles” a algunas personas que “buscan el derecho a ejercer la única solución que existe dentro de sus propio poder: la de matarse a sí mismos y dar a otros la libertad de asistirles para hacerlo”.

Dolor e inutilidad

El arzobispo Nichols afirmó que la santa “vivió esos mismos momentos”, también experimentando “pensamientos suicidas de acabar con el sufrimiento, y una abrumadora sensación de inutilidad”.

Y continuó: “Ella advirtió a la hermana que la cuidaba que cuando tuviera pacientes que fueran “presos de violentos dolores”, no debía “dejarles ningún medicamento que fuera venenoso”.

Y ella añadió: “Te aseguro que sólo se necesita un segundo cuando uno sufre intensamente para perder la razón; entonces, uno se envenenaría fácilmente”.

El prelado afirmó que a pesar de esta tensión, Santa Teresa “argumenta, como nosotros lo hacemos hoy, que la razón, en el contexto de nuestras relaciones, debe reconocer la vida como un don y no como una posesión individual, y, al mismo tiempo, abrazar la muerte cuando llegue”.

El arzobispo destacó que “vivimos en un tiempo en el que la afectividad y el amor a uno mismo parecen ser comercializados y las relaciones humanas sujetas a cálculos de pérdidas y beneficios, y usadas en consecuencia”.

“Ella nos recuerda que ningún precio es demasiado alto para que el amor de Dios nos encuentre y que en su amor por nosotros, Dios ha abandonado todo cálculo de valor y recompensa”, dijo.

La santa nos invita a poner en práctica el “amor en toda relación humana” y a llevar a cabo esta misión “en toda acción, en todo momento”, señaló el arzobispo.

Para que esta misión dé frutos, afirmó el prelado, debemos vivir cerca de Dios, “debemos habitar en Él, permanecer como parte de Él, ser con Él una sola vid”.

El viernes, las reliquias de la “Pequeña Flor” partieron desde Inglaterra de vuelta a la localidad francesa de Lisieux, a través del Túnel del Canal de la Mancha por el mismo que llegaron al Reino Unido a mediados del pasado mes de septiembre.

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ZENIT Staff

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