Reivindicaciones de la Santa Sede en la Organización Mundial del Comercio

La integración de los países pobres en los mercados, prioridad de todos

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DOHA, 13 noviembre 2001 (ZENIT.org).- La Santa Sede expuso públicamente su esperanza de que la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que se ha celebrado en Qatar, sea recordada como «la Conferencia del desarrollo».

El arzobispo Diarmuid Martin, jefe de la delegación vaticana en Doha, intervino el lunes poco antes de que se desbloqueara un importante acuerdo internacional sobre la comercialización de medicinas.

«La integración de las economías más pobres en el sistema comercial mundial equitativo está en el interés de todos», constató el arzobispo al intervenir ante la asamblea general.

«El incremento del desarrollo de los países pobres es una contribución al progreso global, a la seguridad internacional y a la paz», añadió el prelado ante un auditorio conmocionado por la nueva tragedia acaecida en los cielos de Nueva York.

«En una economía globalizada nadie puede ser insensible a la situación de aquellos que se han quedado al margen –afirmó–. Su inclusión es un valor tanto económico como moral».

Martin recordó que el objetivo del desarrollo debe ser «la persona humana», que van más allá de los intereses del mercado.

Según el «embajador» del Papa ante la sede de las Naciones Unidas de Ginebra, el mundo tiene necesidad de la Organización Mundial del Comercio para aprovechar al máximo las posibilidades que ofrece la globalización.

Si bien es verdad que «la liberalización puede traer grandes beneficios» a las naciones en vías de desarrollo, reconoció, por otra parte no se puede negar que «con demasiada frecuencia ésta se ha quedado en una afirmación meramente teórica».

El representante vaticano afrontó también algunas cuestiones concretas que han suscitado debate en Doha. En concreto, afrontó la cuestión del respeto de los derechos de propiedad intelectual, que a punto estuvo de hacer inaccesibles tratamientos decisivos para millones de personas.

Monseñor Martin pidió a la OMC que lance un «mensaje claro», pues «ninguna regla del sistema internacional de intercambios debe impedir a los gobiernos responder a los problemas urgentes de salud pública».

Su invitación encontró una buena reacción: tras días enteros de estancamiento, se llegó a un acuerdo sobre la propiedad intelectual (TRIPS por sus siglas en inglés) y sus relaciones con la salud pública por el que los países que se enfrentan a epidemias podrán determinar por sí mismos lo que constituye «una situación de emergencia» y tendrán el derecho de conceder licencias obligatorias, siendo libres de determinar los motivos por los que tales licencias son concedidas.

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ZENIT Staff

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