Religiosa católica e hija de un general de la Armada Roja rusa

MOSCÚ, jueves, 26 agosto 2004 (ZENIT.org).- Teresa de Bouriatie, 26 años, rusa, ha abrazado la vida religiosa en la Iglesia católica gracias a su padre, un general de la Armada Roja.

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En el lecho de muerte, cuenta la religiosa en un testimonio publicado en el portal de las comunidades religiosas Vidimus Dominum, en 1989, después de haber quedado herido gravemente en Afganistán, el militar les encomendó a sus hijos «poner a Dios en el primer lugar de vuestras vidas».

Teresa tenía 12 años y recuerda el desconcierto provocado por esas palabras del padre, prácticamente las últimas, considerando que era un hombre que no demostraba sentimientos religiosos.

En la actualidad, profesa de la Congregación de las religiosas de Santo Domingo, la joven religiosa trabaja en Oulan-Oude, una ciudad siberiana de 400 mil habitantes, sobre la línea del ferrocarril que conduce a Mongolia, a más de 5.600 kilómetros de Moscú.

Junto a dos hermanas polacas, la hermana Teresa vive cuatro días a la semana dedicándose a los chicos de la calle, visitando a los presos y a los enfermos, tanto en el hospital como en su domicilio.

Del trabajo pastoral, destaca dos dificultades: la extrema pobreza material, que es un desafío para la fe y la inteligencia de las personas.

Sin embargo, el gran drama es de carácter humano: «Hemos dejado de dar vestidos nuevos o juegos a los niños –cuenta– porque sus parientes los revenden para comprar vodka».

Otra dificultad que experimenta en su apostolado ha sido provocada por la gran labor de los movimientos protestantes de Corea del Sur o de los Estados Unidos, que provoca, a veces, fuertes reacciones de rechazo por parte de la mayoría ortodoxa de la población.

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ZENIT Staff

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