CIUDAD DEL VATICANO, 1 agosto 2003 (ZENIT.org).- La Madre Laura, de origen colombiano, quien «se hizo indígena con los indígenas para ganarlos todos a Cristo», podrá ser beatificada gracias al milagro atribuido a su intercesión, según reconoció la Santa Sede el pasado 7 de julio.
«En su juventud se dedicó a la enseñanza, pero su verdadera aspiración era llevar al evangelio entre los indígenas de su tierra», constató también el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, ante Juan Pablo II.
La recuperación total en 1994 de una mujer de 86 años que padecía cáncer de útero y que después de sus oraciones alcanzó una existencia saludable durante diez años, lleva ahora a Laura de Santa Catalina de Siena a los altares.
Laura Montoya y Upegui nació el 26 de mayo de 1874 en Jericó, Colombia. Su formación académica la recibió en el Colegio del Espíritu Santo de Amalfi y en la escuela de Medellín.
Además de la docencia, que desempeñó con especial esmero y consagración, la Madre Laura se distinguió por sus aptitudes misioneras, labor que realizó con inteligencia, valentía y entusiasmo.
Animada siempre por el ideal misionero, catequizó a los indígenas de las selvas de Urabá y del Sarare.
En 1908 emprendió su primer viaje misionero. Fundó las «Obras de los indios» y la Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena.
Fue en 1914 cuando organizó un grupo de señoritas consagradas al servicio de Dios y de los hermanos más necesitados, dando vida a la congregación que con los años se extendió a varios países de América Latina, entre ellos Venezuela.
Defensora de los derechos del indígena y símbolo de la mujer fuerte, la Madre Laura murió el 21 de octubre de 1949 en Medellín. Está considerada como una figura ejemplar para la historia religiosa de Colombia.
Las virtudes heroicas de la Sierva de Dios fueron reconocidas en 1991.
