Representante vaticano aplaude el Nobel de la Paz a la ONU y Kofi Annan

Declaraciones del «embajador» del Papa ante la sede de Ginebra

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ROMA, 12 octubre 2001 (ZENIT.org).- Un alto representante de la Santa Sede ha compartido la decisión de asignar el Premio Nobel de la Paz a las Naciones Unidas y a su secretario general, Kofi Annan, por considerar que constituye un auspicio importante para el futuro de esta institución.

El arzobispo Diarmuid Martin, observador permanente de la Santa Sede ante la sede de la ONU en Ginebra, en declaraciones a Radio Vaticano, ha explicado que «el mundo global tendrá cada vez más necesidad de una organización mundial en la que todos los Estados sean representados»

Al anunciar la entrega del Premio, el Comité Noruego del Nobel elogió a la organización de 189 naciones y a Annan, de 63 años, por trabajar por la paz en todo el mundo, destacando que el actual secretario general ha inyectado «nueva vida» a la ONU y ha luchado por los derechos humanos, contra el sida, y el terrorismo internacional.

Monseñor Martin aclara que cuando el Papa intervino ante las Naciones Unidas en 1995 sobre el papel de esta institución indicó que «debe ser no sólo el centro de actividad para la resolución de conflictos, sino que también debe promover valores, actitudes e iniciativas de solidaridad».

«Ciertamente –reconoce el «embajador» papal–, también en la contribución a la paz ha habido momentos oscuros en la historia de las Naciones Unidas, pero es necesario recordar siempre que es una organización multilateral e intergubernamental, y que sus políticas están ligadas a las políticas de los Estados y de las grandes potencias».

Según monseñor Martin, los principales problemas que tiene la ONU para promover la paz con más eficacia son «la falta de fondos y una cierta ambigüedad por parte de las grandes potencias que utilizan la ONU cuando les es útil, y la olvidan o incluso la debilitan cuando no forma parte de sus intereses a corto plazo».

En particular, al referirse a las guerras actuales, la impotencia de la ONU, según Martin, se debe a la falta de fuerza de las instituciones internacionales y al «desequilibrio» en los mecanismos requeridos para la toma de decisiones.

Por último, al hablar de Kofi Annan, el arzobispo le ha descrito como «un hombre muy humilde en la manera de presentarse, un hombre que tiene valentía para afrontar los problemas incluso ante la falta de interés por parte de las grandes potencias».

«Es también un hombre muy espiritual –concluye–, y no esconde que saca fuerza para su trabajo también de sus personales raíces espirituales y religiosas».

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ZENIT Staff

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