Respuesta de un obispo ante un reportaje sobre confesiones fingidas

SANTIAGO DE CHILE, sábado, 24 febrero 2007 (ZENIT.org).- Monseñor Cristian Contreras Villarroel, Obispo Auxiliar de Santiago, calificó de profanación de un sacramento, ultraje al sentimiento religioso de los creyentes y un engaño a la buena fe de los sacerdotes, el reportaje publicado por el diario chileno «Las Últimas Noticias», que reproduce diálogos sostenidos por supuestos penitentes con confesores en Chile.

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El diario envió a uno de sus periodistas, fingiéndose penitente, a confesarse con distintos sacerdotes planteándole diversos temas tan sensibles socialmente como la eutanasia, la homosexualidad, el aborto, la convivencia extramarital y la reproducción asistida. Las respuestas de los confesores son divulgadas como prueba de que en la intimidad del confesionario la actitud de los sacerdotes «puede ser muy distinta» a postura oficial del Magisterio de la Iglesia.

Monseñor Cristian Contreras consideró como un engaño y un ultraje al sentimiento religioso el reportaje y anunció que denunciará este hecho a la Comisión de Ética de los Medios de Comunicación, instancia en Chile que vela por el comportamiento ético de la prensa.

A continuación el texto completo de la carta que Monseñor Contreras envió al mencionado diario y que este publicara en días recientes.

* * *

Señor Director:

En su edición del sábado 3 de febrero de 2007, (páginas 8-9), el Diario de su Dirección ha publicado un reportaje titulado «Los increíbles consejos de curas en el confesionario». Esta «réplica chilena» al reportaje de una revista italiana se estructura, como su modelo, sobre confesiones simuladas: el periodista, fingiéndose penitente, solicita ser escuchado por cuatro sacerdotes en temas tan sensibles como la eutanasia, la homosexualidad, el aborto, la convivencia extramarital y la reproducción asistida. Las respuestas de los confesores son divulgadas como prueba de que en la intimidad del confesionario la actitud clerical puede ser muy distinta a la «pétrea» postura oficial del Magisterio de la Iglesia. Para ello se escogen, en la subtitulación, algunos párrafos marcados de las respuestas de los sacerdotes, que arrancados de su contexto suenan provocativos y sugieren «la otra opinión» disidente.

El modelo italiano copiado ahora en Chile fue calificado, por el cotidiano de la Santa Sede, como «exclusiva innoble», profanación de un sacramento, ultraje al sentimiento religioso de los creyentes y un engaño a la buena fe de los sacerdotes, con graves lesiones a la inviolabilidad del ministerio pastoral y a los límites de la ética profesional.

Los sacramentos y las conciencias son, en efecto, «cosas sagradas», como enseñó enérgicamente el Papa Juan Pablo II (Exhortación Apostólica «Reconciliación y Penitencia», 33). De ahí la perversidad objetiva de un acto que simula abrir el santuario de la conciencia y celebrar un sacramento, cuando sólo se persigue un golpe publicitario. La investigación periodística tiene su ética, y no necesita basarse en la mentira y el engaño. Por lo demás, todas las experiencias de este tipo han terminado corroborando que la doctrina expuesta «en la intimidad del confesionario» es consistente, en abrumadora mayoría, con la enseñanza oficial del Magisterio.

La Liturgia de la Iglesia y su Derecho Canónico amparan y exigen la tutela eficaz del carácter sagrado de los sacramentos, y en particular el de la confesión. El sigilo o secreto respecto de lo sabido por confesión es inviolable, absoluto y perpetuo. Si el confesor revelare el pecado y al pecador quedaría por el mismo hecho excomulgado. No son pocos los confesores que han rubricado con su sangre de mártires la inviolabilidad de este secreto sagrado.

Un elemental sentido de equidad y reciprocidad prohíbe abusar de la buena fe, discreción y virtual indefensión del confesor. La confesión sacramental es un caso emblemático de actividades y derechos significativos para las personas que puede ejercerse sin necesidad de acreditar identidad o antecedente alguno, ni someterse a un control preventivo o seguimiento ulterior. Basta que una persona se presente y manifieste su deseo de ser escuchada en confesión, para que el sacerdote, de no estar impedido por causa razonable, acceda a ello, presuponiendo la honestidad de intención de quien se lo pide. Su fácil accesibilidad es un signo concreto de la cercanía de Dios a quien necesite de su gracia. El abuso de la confesión, simulada o instrumentalizada para otros fines, ofende de modo innoble esta buena fe y disponibilidad.

En respeto de tan altos bienes, la Congregación para la Doctrina de la Fe decretó, en 1988, que «cualquiera que capte por cualquier instrumento técnico lo que se dice por el confesor o el penitente, en una Confesión Sacramental, verdadera o fingida, realizada por uno mismo o por otro, o lo divulga a través de instrumentos de comunicación social», se marginan ellos mismos de la comunión con la Iglesia. Se trata de un grave delito canónico. Es lo que ha ocurrido en el presente caso ya que esta advertencia normativa está vigente y fue incorporada al Directorio de Pastoral Sacramental de nuestra Arquidiócesis de Santiago (año 1994, n.337).

A mayor abundamiento, el Derecho del Estado de Chile garantiza el respeto y protección a la vida privada y la inviolabilidad respecto de injerencias arbitrarias o abusivas en toda forma de comunicación privada.

La Iglesia cautelará con rigor el respeto exigible a sus sacramentos, a su doctrina y al ministerio sacramental de sus sacerdotes: no estamos disponibles para la profanación de lo sagrado. Junto con solicitar la publicación de esta carta, conforme a la ley, y después de consultar al Cardenal Arzobispo de Santiago nos reservamos el derecho de presentar el caso, por su excepcional gravedad, ante el Consejo de Ética de los Medios de Comunicación Social.

+ Cristián Contreras Villarroel
Obispo Auxiliar de Santiago
Vicario General
ZS07022402

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ZENIT Staff

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